Por otra parte, es mi intención brindar mi agradecimiento a las instituciones que muy amablemente confiaron en mi trabajo y pusieron a mi disposición códices originales y facsímiles, además de bibliografía de enorme importancia para el curso de mi pesquisa: Archivo Catedralicio de León; Archivo de San Isidoro de León; Biblioteca Universitaria San Isidoro (León); Sr. Don Antonio Ovalle García, director de Templum Libri, Castillo de los Templarios (Ponferrada); Instituto de Estudios Medievales de la Universidad de León; Biblioteca de Casa de Velázquez (Madrid); Biblioteca Nacional de España (Madrid); Real Academia de la Historia (Madrid) y Biblioteca de la Universidad Complutense (Madrid). También, expresar mi gratitud al Departamento de Historia del Arte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia por recibirme en las diferentes estancias de investigación que realicé en Madrid.
Finalmente, quisiera agradecer a diferentes personas que me brindaron su ayuda y soporte moral: Pablo Aguale por su ayuda para la materialización de los diseños en los mapas digitales y por el gran aliento que me brindó aun a la distancia; Emma Vogel, Esperanza de los Reyes Aguilar, Verónica Velazco, Exequiel Monge Allen, Norma María Sacco, Domingo Sacco, Dominga Zappieri y a mi compañero incondicional, Gabriel Robledo. Gracias por su apoyo absoluto. Este camino recorrido y condensado en este libro muestra algo en lo que creo fervientemente: todo aquello en lo que se trabaja con perseverancia, dedicación y amor genera sus frutos.
La serie dedicada a la historia de las civilizaciones mediterránea y europea occidental desde la Antigüedad hasta la época moderna, que Miño y Dávila publica en su colección “Ideas en debate”, se ve ahora enriquecida con este libro de Nadia Consiglieri sobre las representaciones del dragón en las miniaturas medievales españolas. Bastaría con que estas líneas expresaran mi entusiasmo, como director de la serie, por el hecho de poder sumar a los títulos y trabajos anteriores una obra de esta naturaleza, que une varias líneas de la historiografía euroamericana –la historia social y religiosa del Medioevo, la historia de las prácticas de lectura y escritura en esa misma época, la historia del arte, de las imágenes y de la cultura visual– con la solidez de una erudición excepcional y la elegancia de un estilo capaz de tornar la lectura del texto o la observación de las imágenes en una experiencia de deleite intelectual y estético.
Pero una declaración semejante haría poco honor al resultado de la tarea emprendida por la doctora Consiglieri, si no fuese completada por el reconocimiento del asombro que produce este híbrido magnífico de abordajes (me permito usar el mismo topos biológico de mi colega), a la hora de enraizar la producción de los manuscritos estudiados en la labor práctica y artística de los scriptoria ibéricos durante la plena Edad Media, lugares donde se manifestó con fuerza inusitada el Estilo 1200. Para continuar luego con las tradiciones creativas y representativas de la Antigüedad clásica y tardía, del Medioevo feudal y monástico, que elaboraron la imagen-idea del dragón cuyas notas esenciales nuestra autora acertadamente identifica en la hibridez y la bestialidad de la criatura. Debo agregar que el desarrollo del tema en las Etimologías de san Isidoro es una pieza maestra del despliegue de perspectivas historiográficas que impone una fuente de la densidad y la altura sapienciales, a la par de poéticas, tal cual es aquella enciclopedia única del santo sevillano. La última parte de la investigación emprendida por Nadia comprende el análisis minucioso de las secuencias iconográficas de la figura del dragón en las escenas principales de los manuscritos y, enseguida, en las letras capitales y los motivos ornamentales. Confieso que esta última indagación es deslumbrante y exhaustiva, dos cualidades del estudio de la ornamentación que emparentan nuestro libro con el tratado de Alois Riegl, Die spätrömische Kunst-Industrie, publicado en Viena en 1901.
Me parece imperioso agregar la complacencia que los lectores-contempladores compartiremos al tomar nota de la tarea exquisita que emprendió la propia Consiglieri, con el auxilio de Verónica Velazco, cuando dibujó las 150 imágenes que requería la comprensión cabal de este volumen. Buena forma de compensar y anular las carencias que impone a la vida intelectual la extensión abusiva de los derechos de reproducción de obras de arte, los cuales no son en absoluto derechos de autor (los 70 años de la vigencia de esta última categoría tras la muerte del autor han pasado ya con creces en el caso de los Beatos) sino simplemente derechos de propiedad usurpada sobre los que son bienes culturales comunes a toda la humanidad. Hagamos a un lado semejante maldad que, valga la paradoja, se nos aparece abrumadoramente desproporcionada si la comparamos con la maldad imaginaria del dragón y sentimos, al mismo tiempo, que la diluyen la belleza y la sublimidad reales de la misma bestia.
José Emilio Burucúa
Director de la serie
Si bien el signo distintivo del arte medieval es la producción de imágenes de contenido religioso, creadas a partir de la selección de textos escriturarios y de su intrincada exégesis, es igualmente un hecho notable la existencia de un mundo de fantasía plasmado en la constante presencia de seres inspirados en lo real o producto de la pura imaginación.
El arte medieval nunca renunció a la fantasía en la que se conjugaron la herencia de la antigüedad helenístico/romana, las tradiciones iranias y el mundo celto/germánico con el repertorio surgido de la interpretación de las escrituras, particularmente las referidas a las visiones proféticas y apocalípticas y el valioso aporte de los Bestiarios, síntesis, a su vez, de antiguos legendarios. De este modo, criaturas surgidas del núcleo de la tradición o producto de renovadas interpretaciones tendientes a “cristianizar” un trasfondo que se percibía como peligrosamente pagano, poblaron desde muy temprano espacios centrales y marginales en los diversos soportes posibles: mosaico, pintura mural, miniatura, relieves y esculturas.
Una figura arquetípica del cruce de tradiciones, tanto en su sentido simbólico como en su materialidad, es la de los seres reptilíneos, especialmente el dragón objeto de este estudio. Esta figura, bajo variadas formas, permite recorrer los múltiples vericuetos de origen multi disciplinario que vinculan el oriente con el occidente, las tradiciones indo/iranias con el crisol que significa la cristianización del mundo helenístico romano. El perfil dragontino, unido al de las múltiples criaturas fantásticas creadas a lo largo del tiempo, tanto como motivo aislado o formando parte de escenas complejas, actúa como complemento ornamental de conjuntos iconográficos con los que puede, o no, estar relacionado.
La notoria desvinculación de ciertas figuras con los temas propios de la temática religiosa constituye uno de los aspectos más interesantes y que ha generado gran cantidad de hipótesis que la justifique. El rasgo común de toda indagación es advertir que en un momento determinado y respondiendo a un amplio espectro de condicionantes, las figuras fantásticas adquirieron un carácter preponderante, particularmente en los siglos finales del período medieval.
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