Luis Javier Plata Rosas - El curioso caso de la especie sinnombre
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Es la taxonomía, Charlie Brown
Ga-ga, ¡oh-la-la!
Furia de cangrejos
Cinco pececitos presidenciales se fueron a nadar…
Tarzán de los… ¿camaleones?
Trilo-Beatles y otros trilobites musicales
Una última —e indigesta— cena prehistórica
Queen y Mr. Bad Guy
Mandelanismo sudafricano
Frank Zappa and the Mothers of Taxonomic Invention
Nombra tu propia especie sin salir de casa (por unos miles de dólares)
Gusanos metaleros
Biodiversidad II: el reino vegetal
Increíble e irritante historia de una tarántula y de sus pelos urticantes
La criatura del pantano con labios de Mick Jagger
Los colores de Lila Downs
Torydactil margaretacheriana
El rey lagarto de Birmania
En la telaraña de Orson Welles
Pinball Wizard Tommy Boots
El presentador favorito de los taxónomos (no, no es Kent Brockman)
Arañas y roqueros aterciopelados
Expresionismo abstracto en una concha
AC/DC, CP/MP (CiemPiés/MilPiés)
El Señor de las Arañas
Un caracol punk rock
Tres polillas pintorescas
Tres especies cuasimodistas
Las especies del creador del Planeta Viviente
Un ave y un científico… ¿más extraños que la ficción?
Los pequeños antiguos de H. P. Lovecraft
Viaje al centro de la Tierra con una audaz viajera
¿Thanatos Gratus? ¿La Muerte Agradecida? ¡Ah, The Grateful Dead!
Si Dios hizo la abeja, hizo la avispa el Diablo… ¿o Girault?
Spider Man y sus asombrosas arañas
Aracno-melomanía
El chupacabras, la tortuga y el coyote
Obamanía
La rana, el murciélago y Ozzy Osbourne
The Beatles, John Lennon y A Hard Name’s Night(mare)
A.K.A.ros
Nada es indestructible, excepto, aparentemente… ¿Madonna?
La medusa matarreyes
Un pariente de Tenazas, la langosta
Los avispados grecolatinistas
Caracoles y rock
Mujer bonita y el escarabajo dandy
En la música, como en la vida, hay de géneros a géneros
Micromoscas
Alberto I de Mónaco, príncipe de los oceanógrafos
La espada de Moctezuma
Ratas chalchaleras
Los enredos de Rollo
Arquitectos españoles y criaturas marinas
¿Catfish o batfish?
De asesinatos y grullas, y paleobotánica y grúas
La mosca que estiraba la pata como Chaplin
No es lo mismo… pero es igual
Confucianismo binomial
Se vale repetir, primera parte
Bestias fantásticas y cómo nombrarlas
Valar morghulis (no es un nombre científico: es Juego de tronos )
Sanguijuelas de novela
Fábula del escarabajo olvidado por Darwin, y hallado de nuevo en un museo
El ejército de los taxónomos
Un taxónomo en la República de las Letras
Fábula de la hormiga haragana que no lo era tanto
La tortuga estelar de Mundodisco
La megamordida de un Moby Dick prehistórico
Nostradamus y la profecía cumplida
El espinoso pez con joroba de fábula… o de fabulista
Match point para la eternidad
Las mascotas del señor y la señora Marcus
El arácnido vampírico
El corazón de Casanova
La mosca con brazo de Popeye
El pterosaurio encontrado en el mundo perdido
Biodiversidad III: el reino animal
La araña troglodita y la caverna de Platón
Bestiario prehistórico de Tolkien I
Bestiario prehistórico de Tolkien II
Roosevelt & Roosevelt
Secretaria, secretaria… y no sólo fui tu secretaria
Juegos de palabras intraducibles… o casi
Megachile con megalengua chomskiana
El dinosaurio vicioso y la banda de la buena suerte
Darwinula, darwini, darwinii, darwinia, darwiniana, darwiniensis…
Cuando el nombre de un científico es el nombre científico
El casi-perro lavador
Celebrando a Linneo
La mosca escorpión que soñaba con ser nombrada como la mujer pájaro
Jaws y el tiburón ninja
La aturdida condición del tordo
Aventuras y desventuras con Steve Irwin, el Cazador de Cocodrilos
Las arañas tramperas de Bond, Jason Bond
¡Extra, extra! Se vale repetir, segunda parte
Depredador y todo un género de arañas de película
ESTO NO ES EL FIN: CUARTETO CALAVÉRICO A MANERA DE EPÍLOGO
Al pájaro carpintero imperial
Al lobo mexicano
A la foca monje
A un biólogo
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE ESPECIES
A manera de preámbulo: inclasificable presentación de Carlos Linneo y su nomenclatura binominal
Hace mucho, mucho tiempo, los humanos nombraban a los cerdos cerdos… pero también puercos, cochinos, gorrinos, guarros, lechones, marranos, cuinos, y no faltaba quienes trataran a los jabalíes como un cerdo más. En el mundo todo era confusión.
Así estaban las cosas en el Reino de los Seres Vivientes cuando, cierto día, apareció un hombre que, para distinguirse de los demás, llevaba el nombre de Carl Nilsson Linnaeus, pero al que los hispanohablantes que lo conocían se referían como Carlos Linneo, o Carlitos, para abreviar.
A Charlie se le ocurrió que un sueco, como él, o un inglés, o un ruso o un mexicano o alguien de la nacionalidad que fuese, sin importar qué idioma hablase, podría saber que gris, pork, svin ’ yao y cerdo se referían al mismo animal si todos usaban un lenguaje en común al referirse al porcino personaje. Como todo ente instruido en sus días hablaba o, al menos, entendía algo de latín, Carolus Linnaeus escogió esta lengua muerta para dar a cada especie de ser vivo no uno, sino dos nombres.
Y vio Linneo que era bueno, y dijo a los taxónomos, sus seguidores y herederos intelectuales: “Desde ahora este puerco vulgar será conocido como Sus scrofa domestica ”.
Y desde ese ahora, cuando alguien nos habla de la calidad de los jamones de un Sus scrofa domestica , al mencionar su nombre científico sabemos que no se refieren, por ejemplo, a los de Pumba, el facocero ( Phacochoerus africanus ) de la película El rey león , sin importar que físicamente se parezcan mucho.
Es momento de hacer una pequeña digresión: ¿no es este relato tan inexacto y, peor que eso, este libraco, una vulgarización extrema de la Sagrada Ciencia de la Taxonomía, responsable de clasificar a los seres vivientes? ¿Dónde quedó el rigor académico? ¿Quién pretende explicar de manera profunda y en unas cuantas páginas lo que a un especialista dentro de la zoología, la botánica o la microbiología le toma años y hasta décadas aprender en laboratorio, campo y biblioteca?
La verdad es que, en efecto, lo que el lector tiene en sus manos está muy lejos de ser un tratado de taxonomía. Por el contrario, y como indica su título, en estas páginas lo que aparecen son anécdotas variopintas sobre las mil y una razones —y, a veces, las sinrazones— detrás de los nombres científicos con que fueron bautizadas por sus descubridores una pequeña muestra de las millones de especies que viven, o han vivido alguna vez, en nuestro planeta.
La historia —contada de manera mucho más ortodoxa que en los párrafos anteriores— de cómo Linneo creó el sistema de nomenclatura binominal, o binomial, para clasificar a los seres vivientes, forma parte de los libros de texto de biología desde el nivel de enseñanza media. He puesto a propósito el (mal) ejemplo del cerdo, cuyo nombre científico tiene tres palabras en lugar de dos para indicar la subespecie, con el fin de llamar la atención sobre el hecho de que están también en lo cierto quienes señalan que, en muchas ocasiones, explicaciones inevitables al estudiar taxonomía, como por qué domestica es una subespecie y no otra especie del género Sus , quedan fuera de obras de divulgación como la presente.
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