MENSAJE URGENTE A LAS MUJERES
Traducción del inglés de Elsa Gómez
Título original: URGENT MESSAGE FROM MOTHER
© 2005 by Jean Shinoda Bolen, M.D.
All Rights Reserved.
© de la edición en castellano:
2006 by Editorial Kairós, S.A.
www.editorialkairos.com
Primera edición: Febrero 2006
Primera edición digital: Mayo 2011
ISBN: 84-7245-611-0
ISBN epub: 978-84-9988-013-6
Fotocomposición: Grafime. Mallorca 1. 08014 Barcelona
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Introducción
1. El Día de la Madre
2. La Madre Tierra/ la Madre Diosa
3. Monoteísmo/ Sobrevivir sin la Madre
4. ¡La Madre te necesita!
5. Primer antídoto: el poder visible de las mujeres unidas
6. Segundo antídoto: el poder invisible de los círculos de mujeres
7. Lo que amamos lo podemos salvar
Agradecimientos
Guía para el coloquio, y una experiencia de círculo
Fuentes
Permisos
Sobre la autora
A mi hija Melody Jean Bolen y a mi hijo Andre Joseph Bolen (16 de febrero de 1972 / 4 de junio de 2001)
“Reúne a las mujeres” es un mensaje que envía a sus hijas la Madre Tierra, la Madre Diosa, el arquetipo de la Madre. Las palabras evocan un intuitivo reconocimiento, una sabiduría cuyo momento ha llegado. Es un llamamiento de la Feminidad Sagrada para que la mujer tome conciencia del principio femenino. Ha llegado la hora de “reunir a las mujeres”, pues sólo con la fuerza que nos da el estar unidas podemos las mujeres proteger con fiereza aquello que amamos; sólo entonces estarán a salvo los niños, y la paz será una posibilidad real.
La primera vez que oí la frase “reúne a las mujeres”, me sentí profundamente en sintonía con esas palabras. Soy sin duda una de las mujeres a las que va dirigido el mensaje, como quizá tú también lo seas. Es un mensaje urgente de la Madre a sus hijas, que no oirán aquellas mujeres que son aliadas del patriarcado, cuyas identidades y cuya valía nacen de sus relaciones con los hombres y con las instituciones hechas por los hombres. Las mujeres que responden poseen un sentimiento de hermandad hacia otras mujeres, y reaccionan con maternal desvelo ante el dolor y el sufrimiento, especialmente ante el de aquellos que son vulnerables y se sienten impotentes.
Desde el punto de vista colectivo e histórico resulta relevante ser mujer en el siglo XXI. Por un lado, el destino de la Tierra y de toda la vida que hay en ella está en peligro; por otro, henos aquí: mujeres que hemos gozado de los beneficios de una educación, de unos recursos, de la oportunidad de elegir en cuestiones reproductivas, de viajar, del acceso a Internet, y de una esperanza de vida mayor de lo que las mujeres jamás hayan tenido en la historia de la humanidad.
Ya en dos ocasiones han cambiado las mujeres americanas su propio mundo y han influido en el mundo a gran escala a través de la acción colectiva. A la primera de ellas se la llamó “el movimiento sufragista feminista”; su meta era la igualdad política: el derecho al voto. A la segunda se la denominó simplemente “el movimiento feminista”; sus principios y objetivos eran la igualdad social, personal y económica.
Yo siento que, en lo más hondo de la conciencia colectiva, se está fraguando un tercer movimiento que va cobrando ímpetu.
Puede que se convierta en “el movimiento de las mujeres por la paz” esta tercera vez; su meta: detener la violencia mediante la participación de las mujeres en su prevención, en la resolución de conflictos y en la restauración de la paz. La violencia doméstica, la violencia en las escuelas, en las calles, el terrorismo y las guerras tienen como origen común el ansia de dominar y de ser depredador en lugar de presa. Mientras las mujeres no intervengan colectivamente en la creación de una cultura de paz que ponga fin a esa violencia que engendra más violencia en la familia, las mujeres y los niños seguirán siendo las principales víctimas.
Cuando las personas se encuentran en una encrucijada o ante una crisis, para dar un paso adelante hacia la salud, la reconciliación y la vida el reto consiste en desprenderse de una actitud, una idea o una percepción obsoletas. Individual o colectivamente ha de producirse un cambio; una vez que se alcanza el punto clave, aquello de «Nada es tan poderoso como una idea cuyo momento ha llegado» entra de lleno.
En enero de 2003, recibí el premio Woman of Vision and Action, di una charla en el banquete de celebración el viernes por la noche, y me quedé hasta el día siguiente. Por la mañana, durante el desayuno oí hablar de “Reúne a las mujeres” por primera vez. Se trataba de un proyecto para, a través de Internet, invitar a las mujeres a que se congregaran el 8 de marzo de 2003, Día Internacional de la Mujer, o alrededor de aquella fecha.
Sentí el poder que encerraban las palabras “reúne a las mujeres” en cuanto las oí.
Al consultar mi agenda, vi que aquel día estaría en Irlanda, en un congreso sobre psicología junguiana. Durante la conferencia, hablé del proyecto “Reúne a las mujeres” y pregunté si había alguien a quien la idea le inspiraba lo suficiente como para organizar algún acto. La evocadora fuerza de aquellas tres palabras surtió efecto. Se presentaron algunas voluntarias, y se planeó un ritual para el 8 de marzo por la mañana temprano. Se invitó a que todo aquel que estuviera interesado se congregara en el exterior del hotel que había a la orilla de Galway Bay.
Durante la noche estalló una tormenta, que por la mañana aún no había amainado: el viento soplaba con furia, las olas de la bahía estaban coronadas de crestas blancas y caía una lluvia torrencial. Me pregunté si saldría alguien con aquel tiempo; pero, puesto que había sido yo la que había promovido la idea del ritual y deseaba además apoyar a las mujeres que lo habían planeado, a la hora acordada me aventuré a salir. Con la cabeza baja, me dirigí a través del viento y la lluvia hacia la enorme roca que, como un gran pecho redondo, emergía cerca de la orilla y alrededor de la cual habíamos quedado en reunirnos. Cuando llegué había allí agachadas algunas personas; y luego, solas o de dos en dos, irían llegando del hotel varias más, hasta que fuimos más o menos veinticinco –incluidos cuatro o cinco hombres– los que nos agrupamos en torno a la roca. Empezó a entonarse una canción, pero, como el viento se llevaba el sonido, sólo llegaban a oírse algunos fragmentos. Cada uno habíamos recogido una piedra de la orilla y la habíamos depositado sobre la inmensa piedra madre acompañándola de nuestros propósitos u oraciones, que nadie excepto uno mismo era capaz de oír.
Esta experiencia ratificó mi intuición de que las palabras “Reúne a las mujeres” tendrían también en otros un poder evocador. El hecho de que algunos hombres acudieran era indicio de que algunos son conscientes de la necesidad de que las mujeres tomen las riendas, y de que apoyarán lo que hagamos, incluso cuando estallen las tormentas.
Al regresar a casa me enteré de que nuestro grupo de hombres y mujeres, que zarandeados por el viento y empapados habíamos celebrado en Irlanda el Día Internacional de la Mujer, era uno de los 405 grupos, de veintitrés países y treinta y ocho Estados, que habían dado noticias de su reunión.
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