La mentira es un boggart, puede aparecer de muchas formas, el ocultamiento, el falseamiento, despistar, coger solamente una parte de la verdad y edificar una mentira encima, las evasivas, exagerar o ironizar, etc. Pero la mentira suele dejar huella en una expresión facial, en un movimiento delator, en el tono de voz, en un ademán de tragar saliva, en la manera de respirar... pero, ¿por qué un mentiroso no puede evitar estas conductas que lo traicionan? Por el foco atencional. Por un lado están los pensamientos y por el otro los sentimientos, o le hacemos caso a uno o al otro, a los dos imposible. Ponte unos cascos y escucha por el auricular izquierdo una conversación de dos personas hablando y por el derecho otra de dos personas distintas, jamás podrás prestar el cien por cien de atención en ambas.
Las emociones son automáticas e involuntarias, cuando se encienden puedes tomar conciencia y centrarte en apagarlas, pero para entonces habrás dejado un rastro en tu cara de apenas unos milisegundos. Las cejas son las que más delatan que su portador es un mentiroso, en el ejemplo anterior de la pareja infiel, las cejas se arquean hacia el interior involuntariamente cuando se siente miedo, esa persona lo puede sentir al enfrentarse a la pregunta de con quien está hablando. Si es infiel las arqueará mientras escucha esas palabras unos pocos milisegundos y rápidamente disimulará ese miedo con la ira, para ello sus cejas pasarán de estar arqueadas a estar fruncidas. Esto es una lucha interna entre lo que se siente de verdad y la emoción falsa. La ira es lo contrario a la risa y una emoción que confundimos en infinitas ocasiones con la tristeza, es el comodín por antonomasia al que recurrir cuando queremos mentir, es defendernos con un buen enfado. Una expresión real de cólera se basa en una mirada fija, el ceño fruncido, formado por las arrugas típicas de la nariz, los dientes o los labios bien apretados con gran tensión en la mandíbula. Si vemos estos indicadores en el rostro de alguien no es una buena señal. Cuando sentimos ira se incrementa la frecuencia cardiaca, produce un aumento en los niveles de testosterona y disminuye el cortisol, se altera la actividad cerebral, especialmente en el lóbulo frontal donde se encuentran los impulsos. La ira es una emoción negativa, pero no tiene porque implicar violencia, lo único que implica violencia es la violencia en sí misma. Nicolás Tommaseo dijo: "La ira ofusca la mente, pero transparenta el corazón" y tenía razón. El rostro de Putin es un ejemplo de esta ira, es una foto sacada justo en el momento que dejó traslucir la verdadera emoción que sentía entre sonrisas cordiales y apretones de manos.

La ira es un patrón de comportamiento que utilizamos para advertir a los agresores que cesen su comportamiento amenazante. No existe un solo caso documentado donde haya habido un altercado físico sin una previa expresión de ira. Es una emoción que funciona como un previo aviso, es la antesala de una agresión. Esta emoción es de las más nocivas para las personas, hace perder el autocontrol, el poder de gobernarse a uno mismo y la objetividad para pensar. En política reina la ira hasta el punto de no saber si deberíamos hablar de la ira del poder o el poder de la ira. Todos hemos escuchado la frase con la que obsequió el filósofo Yoda a Anakin Skywalker "el miedo lleva a la ira, la ira lleva odio y el odio al lado oscuro". Puedes ver aquí un museo sobre ese lado.
El entrecejo es el mismo para todos, no importa que hablemos de Donald Trump, Nicolás Maduro, Mariano Rajoy, George W. Bush, el mismísimo Dalai Lama o el difunto Fidel Castro. Uno de ellos dijo lo siguiente: "la ira nace del temor y éste de un sentimiento de debilidad o inferioridad. Si usted posee coraje o determinación, tendrá cada vez menos temor y en consecuencia se sentirá menos frustrado y enojado". El propio Dalai Lama, jefe espiritual del budismo tibetano pronunció estas palabras, sin embargo no se libra de la ira ni de tener pensamientos negativos porque tiene la desgracia de ser persona. Sería muy sencillo analizar la oscuridad de los individuos de las otras cinco fotografías pero ver al Dalai Lama retratado sintiendo la emoción de ira es bastante paradójico, es el único de ellos que posee un Nobel de la Paz y hace eco del mensaje de este libro, todo el mundo miente. Las emociones nos dominan, se revelan en la cara y no entienden de votos, ni de partidos políticos, de fronteras ni de derechos humanos, las emociones hacen que las personas se parezcan, es lo único que compartimos con esas personas tan diferentes a nosotros, con los de extrema derecha, con los de extrema izquierda y con los de extrema paciencia.
De la mano de la ira va el desprecio y se puede manifestar de diversas maneras. El desprecio es lo opuesto a la empatía, si la empatía implica ponerse en el lugar de los demás y comprenderlos, el desprecio implica una actitud de arrogancia y superioridad con la que se juzga a otro. El desprecio es un sentimiento negativo que se genera al considerar que alguien es inferior, suele violar las líneas del respeto, implica una evaluación negativa de la valía de una persona y despierta sentimientos hostiles. En la ira solemos usar una atribución de culpa situacional y en el desprecio disposicional. Es un sentimiento difícil de ocultar porque cuando sentimos desprecio pensamos que la otra persona no merece siquiera nuestra atención y en el peor de los casos pensamos que no merece vivir, no es algo que surge de manera automática y espontánea, es el resultado de una serie de conflictos recurrentes que no se han resuelto de manera satisfactoria y que van degenerando lentamente hacia una actitud negativa hacia una persona o grupo concreto. El desprecio puede hacerse evidente en una frase hiriente, un tono de voz negativo y sarcástico, poner los ojos en blanco, levantar levemente la ceja de un solo lado de la cara, abrir las fosas nasales o subir el labio superior. El desprecio se expresa con frialdad en el exterior, en el interior se vive como una sentimiento que quema y destruye la salud emocional de quien lo experimenta. Existen personas a las cuales no les importa mostrar su desprecio y lo hacen de manera obvia, otros lo reprimen:
El desprecio podemos manifestarlo de diversas formas, incluso con el clásico corte de mangas, este gesto es la máxima expresión del desprecio. Existe una mezcla explosiva entre esta emoción y la anterior, tanto la ira como el desprecio son los padres de algo que no podemos justificar racionalmente porque atenta sobre cualquier tipo de construcción común y se apodera de la persona que lo sufre, condicionándola a sentir una profunda aversión y repulsión hacia otra persona o grupo que lo proyecta. Si sumamos el sentimiento de ira en una persona y el desprecio tenemos los ingredientes perfectos de una emoción peor y superior, el odio:
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