Después de un tiempo de conocimiento y discernimiento, una ceremonia oficial sellaría su acuerdo, lo que se llaman los esponsales. A partir de ese momento estaban oficialmente desposados.
El P. Caffarel, explica cómo eran los desposorios de la época:
Pero los desposorios de entonces eran muy distintos de los de ahora: se trataba de un compromiso formal, un matrimonio en el que sólo faltaba la cohabitación, la prometida ya no podía ser repudiada más que con un libelo de divorcio, si moría el prometido a ella se le consideraba viuda. El hijo concebido en este periodo era legítimo y si se la culpaba de adulterio se le hacía merecedora del castigo de lapidación. José y María del modo más limpio y justo se sometieron a la tradición. Se sentían felices porque la comunidad había reconocido el lazo con el que Dios los unía, pero más por pertenecerse el uno al otro28.
Cuanto bien puede hacernos considerar este noviazgo, tan lleno de bondad ternura y pureza. Son el modelo de todo noviazgo. Aprender a amar así. Hemos de pedirle a San José que cuide el camino de los noviazgos, en primer lugar, haciendo que se conozcan los novios. Este santo es también muy bueno consiguiendo novio o novia. Una chica a la que acompaño espiritualmente desde hace años, me decía que hace unos meses había dejado cojo a San José colocando debajo de su imagen un papelito que decía: «Regálame un San José». Y así ocurrió. San José le regaló un chico majísimo y ya tienen fecha de boda.
Meditemos hoy en el precioso y casto noviazgo entre José y María, y pidamos en un momento de oración y con el rezo del Santo Rosario, que se nos conceda un amor tan limpio y una intimidad tan profunda. Además, añadamos la gracia especial que pedimos durante este mes de San José.
San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial Patriarca del Pueblo de Dios, ruega por nosotros.
Que Dios te bendiga querido lector, y hasta mañana si Dios quiere.
25.Henri Caffarel, Op. cit., 26-29
26.Hélène Monguin, Santos de lo ordinario. Louis y Zélie Martin, padres de Santa Teresita de Lixieux, (Madrid: Homolegens, 2009), 31.
27.Ana Catalina Emmerick, Visiones y revelaciones completas, tomo 2. (Asociación para la difusión de los relatos de A. C. Emmerick), 68-69.
28.Henri Caffarel, No temas recibir a María, tu esposa: el matrimonio de la Virgen y San José, Vol. 211 (Madrid: Ediciones Rialp,1993), 32-33.
Día 7
Vocación de San José, dudas y anuncio
Muy querido lector:
Dentro de 24 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él, nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados al Corazón de Cristo.
Vamos a meditar hoy la vocación de San José, sus dudas y discernimiento. El texto del Evangelio de san Mateo 1, 18 nos dice: «Ahora bien, el origen de Jesús como Mesías fue así: desposada su madre María con José, antes que ellos convivieran llegó a estar encinta por obra del Espíritu Santo». (Mt 1,18-19).
La ley común entre los que se disponen al matrimonio, dice que hay que contárselo todo. El ángel en la anunciación no pidió a María que callara. ¿Cómo no iba María a contar la confidencia divina con aquel que Dios había designado para ser su esposo?
Estoy seguro que María con profunda emoción le contó a San José la visita del ángel, su diálogo con él y el misterio de la encarnación virginal del Hijo de Dios. María le reveló la maravilla y ambos guardaron silencio recogidos ante el misterio.
Dice el Padre Caffarel:
Surge de José un canto de gratitud y de alabanza, así como una ardiente admiración por María: Esa Arca de carne en la que reposa el futuro Mesías; pero al mismo tiempo siente un dolor que poco a poco se hace lacerante29.
Yo no puedo pensar que José dudase de la virginidad de María. Unos ojos tan limpios en una niña tan inocente, una confidencia tan gozosa y sobrenatural.
Con el Padre Luis María Mendizábal que así nos lo explicaba, yo creo que después de un rato San José con lágrimas en los ojos, le debió decir a la Virgen que Él no se sentía digno de acoger un misterio tan grande; que necesita rezar y pensar. San José conoce como buen judío los textos sagrados y aún más los de su antepasado David. Debió recordar el momento cuando iba a entrar el arca en su casa, no se sintió digno y dijo: «¿cómo voy a llevar a mi casa el arca de Yahvé?» (2 Sam 6,2-11).
El rey David la hizo llevar a casa de Obededóm el sacerdote, que ahí sabrían tratarla. San José, cree que lo mejor es que María vaya a casa de su prima Isabel donde el sacerdote Zacarías sabrá tratarla. José se pone triste por tener que perder a María, al menos hasta que vea algún signo de Dios, sobre lo que tiene que hacer. María entiende, tampoco sabe qué hacer, pero con pena acepta lo que su prometido le pide. Y ahí sigue el texto de San Mateo: «María se levantó y por la zona montañosa, marchó aprisa hacia la región de Judá, a casa de Zacarías» (Mt 1,39-56). Estoy convencido de que San José le acompañó por aquellos caminos tan peligrosos.
Me alegró mucho ver sobre el techo del convento viejo de San Giovanni Rotondo (donde vivió y murió el Padre Pío), una pintura en que se muestra como San José acompaña a la Virgen hasta la puerta de Zacarías e Isabel.
San José, volvería a Nazaret. Se levanta pronto a rezar, se va a trabajar y lleva en el alma el deseo de hacer la voluntad de Dios; así tres meses de dolor. Y uno piensa en su bondad, en que está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, aunque le pida que le entregue lo que él más ama, es decir a María. Con su razonamiento humano, él llega a pensarlo.
Así nos dice el texto del Evangelio: «José, su esposo, como era justo y no quería descubrirla, determinó dejarla secretamente». Imaginemos la alegría inmensa del anuncio en sueños:
Cuando andaba él dando vueltas a esto, se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciéndole: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues lo engendrado en ella efectivamente [Efectivamente dice el texto, la palabra original es «gar» es decir: «Efectivamente: como tu bien sabes»], es obra del Espíritu Santo. Así que dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados. (Y todo esto sucedió de modo que se cumpliera lo anunciado por el Señor por medio del profeta: Mira, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel que, traducido, significa «Dios-con-nosotros»). En cuanto José despertó del sueño, hizo como le había ordenado el ángel de[l] Señor y recibió a su mujer, pero no se unía a ella; [ella] dio a luz un hijo, y [él] le puso por nombre Jesús. (Mt 1,19-24).
Con qué alegría, se despertó San José esa mañana. Enseguida envió un mensajero para que María volviese en cuanto pudiera. Por eso, María solo estuvo con Isabel unos tres meses, y volvió a su casa. Justo tres meses, el mismo tiempo que el arca estuvo en la casa de Obededóm antes de entrar en la casa de su antepasado David. Con qué alegría recibió San José a María, con qué cariño le contaría también su Anunciación, su vocación. El ángel le dijo que no tuviera miedo de recibirla como esposa y que él estaba destinado a ponerle el nombre a Jesús, es decir, que él tenía la misión de acompañar a María y de cuidar paternalmente a Jesús. Con cuanto gozo enseguida acordarían la boda y se pondrían a los preparativos. Qué importante es ser fiel a lo que Dios nos pide a cada uno.
Cuentan los monjes de la abadía de San José de Claraval:
Una familia de Lyon tenía un hijo que parecía iba a ser su corona a los ojos de los hombres y a los ojos de Dios. Ese joven piadoso se sintió llamado a dejar el mundo y a consagrarse al Señor en la vida religiosa. Contrariados por esta determinación, sus padres se arrojaron a su cuello, derramaron tantas lágrimas y le pusieron tantos reparos que lograron debilitar su resolución.
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