Esta misma comparación la han usado varios papas como León XIII, Pío XII y San Pablo VI. Y con ellos muchos autores sagrados. Esas palabras del Génesis «no hay nadie como tú, tan lleno del Espíritu de Dios, así pues, gobernarás mi casa y todo mi pueblo obedecerá tu voz». (Gén 41, 38 ss.).
Vemos que a San José se le ha dado poder y distribuye las gracias de Dios. Fíjense, José consagrado totalmente a Jesús y a María es todopoderoso por gracia. Como María y con María. José está totalmente consagrado a ellos. Por eso, ellos no le niegan nada.
Nosotros en este mes queremos prepararnos para consagrarnos a San José, que está totalmente consagrado a Jesús y a María. Lo hacemos para ser del todo y para siempre de Jesús y de María, por José. Si le preguntamos a Jesús y a María cómo podemos consagrarnos bien a ellos, ellos nos responderán: «Id a José». Él nos ayudará a vivir como él, consagrados totalmente, toda nuestra vida a Jesús y a María.
Hoy estamos considerando a José como intercesor. Es el administrador de las gracias y regalos, como José en Egipto. Vamos a probar a pedirle lo que más necesitamos.
Nuestro querido Papa Francisco en su viaje a Manila contó en un encuentro con miles de familias lo siguiente:
Yo quisiera también decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio una imagen de san José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de san José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema13.
Fíjense qué sencillo. Es un modo de rezarle. Yo quisiera pedir a todos los que están realizando este mes de San José, que lo prueben. Compren un San José y si no, saquen el del Belén. No lo pongan solo en Navidad, sáquenlo todo el año, y coloquen un papelito debajo con sus intenciones.
El director de cine Juan Manuel Cotelo, contaba hace bien poco que le llamó una monja argentina y le preguntó si tenía alguna necesidad material. Ella le explicó que tuviese durante un mes cojo a San José, poniéndole un papelito debajo con sus necesidades y que le dejase incómodo. Es de este modo, como había conseguido la casa central de Roma, colegios y muchas necesidades de todo tipo que tenían. Así lo hizo este productor de cine y consiguió al poco todo el dinero para realizar su preciosa película sobre el perdón.
Santa Teresa de Ávila decía:
Tomé por abogado y señor al glorioso San José […]. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...14.
Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción15.
Yo les aseguro que también lo he probado y funciona para bienes materiales y espirituales. Venga, ponga usted también cojo a San José.
Hace poco una chica a la que acompaño espiritualmente, me contaba que agradecía a San José el haberse podido quedar embarazada. Los médicos les habían dicho que por la enfermedad de su esposo y el tratamiento que había recibido, era prácticamente imposible. Pusieron el papelito a San José, y ahora está a punto de dar a luz.
San José tiene más poder de intercesión que aquel José de Egipto. Consideremos hoy esta omnipotencia por gracia que comparte con su esposa María. Recuerdo a mi abuelo que nos contaba siempre la historia de José en Egipto y me conmovía.
Medita hoy en este texto y en su parecido con San José, reza el Santo Rosario y pídele que te conceda a ti también la gracia que le estás pidiendo en este mes y con ella, te otorgue también saber interceder por los demás.
San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.
Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana si Dios quiere.
11.San Bernardo, Homilía super missus est, 2, 16.
12.Papa Pío IX, Quemadmodum Deus. (Roma, 8 de diciembre de 1870).
13.Papa Francisco, Discurso del Santo Padre, encuentro con las familias, (Manila, 16 de enero de 2015).
14.Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, cap.6, 6.
15.Ibíd., 6-8.
Día 4
San José, hijo de David
Muy querido lector:
Dentro de 27 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.
Meditemos hoy especialmente el texto del Evangelio de Mateo 1, en el versículo 20 se nos dice que: Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José hijo de David». Así respetuosamente le habla el ángel a José. Él es el heredero de una raza. La humilde condición presente no significa nada: Es, en efecto, de sangre real y por ser de la casa y familia de David (como narra Lucas 2,4), irá a empadronarse en Belén, cuna de la dinastía.
Lo más importante es subrayar la divinidad de Cristo. Jesús es Dios y nació de María Virgen, pero a veces para defender esta verdad fundamental, lo han querido hacer poniendo a San José como viejo, feo y en la sombra. Lo que defiende la virginidad de María no es la vejez, sino la santidad de José.
Según algunos escritos apócrifos de los primeros siglos, José ya anciano con ochenta y nueve años, se habría casado con María, que tenía unos catorce o quince. Según estos libros apócrifos, José habría vivido hasta los ciento once, pasando unos veinte años con Jesús.
Estos libros, influyeron en la opinión de que San José era un anciano, que más que esposo era un padre para María, y que se habría casado con ella para salvar las apariencias ante la sociedad. Nada más fuera de la realidad. San José tuvo que hacer frente a todas las responsabilidades de una familia, lo que hubiera sido imposible si hubiera sido un anciano, que necesitaba cuidado y atención. ¿Cómo hubiera podido guiar a la Sagrada Familia por el desierto, con todos los peligros y con todo el esfuerzo que supone caminar veinte días hasta llegar a Egipto? Dios puso al lado de María un compañero y un esposo fuerte y vigoroso para defenderla de todos los peligros y para ayudarla en todas sus necesidades. Un esposo, que debió trabajar mucho para poder sustentar una familia pobre, especialmente durante su estancia en Egipto, donde no tenían familiares. Hablar de José como de un anciano enfermo es algo que sólo libros apócrifos y fantasiosos pudieron inventar.
José es joven. Seguramente no llegaría a los 20 años cuando contrajo matrimonio con María. Esa era la costumbre judía, casarse antes de los 20 años. José es descendiente de David, y de David se nos dicen varios datos. Cuando fue elegido como Rey, en primera Samuel 16,12 es que «era rubio, de hermosos ojos y buena presencia». También cuando fue a luchar con el gigante Goliat, dice que este, «fijó su mirada en David y lo despreció, viendo que era un muchacho rubio y de hermoso aspecto» (1ª Sam 17,42).
Lo despreció porque era joven y guapo. Se ve que para la guerra era importante ser feo, así asustabas al enemigo, pues no, David era hermoso. También sabemos que tenía fuerza física, ya que llegó a medirla con un león en el desierto. Esta nobleza, esta fortaleza y esta belleza seguramente las heredaría San José. Se dice: de tal palo tal astilla. El que estaba destinado a ser esposo virginal de la que el Cantar de los cantares, llama la más hermosa de las mujeres (cant 1,8). El que custodiaría como padre virginal al «más hermoso de los hijos de los hombres», tenía que mostrar ese aspecto noble que además traslucía la bondad y la verdad de su corazón.
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