Milovich, Herminio
Capítulo noventa : historia privada / Herminio Milovich. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-1254-3
1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Relatos. I. Título.
CDD A860
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: info@autoresdeargentina.com
Obra dedicada a mis hijos, nietos y quizas
a bis–nietos
Le puse alas a mis sueños y me llevaron a leer mis memorias
Agradecimiento a la profesora Zulema Portilla por la imagen “la pipa del abuelo” obra ejecutada en dibujo pastel.
Gracias a todos los que me entusiasmaron a escribir estas páginas.
En especial a:
Camila Belén Milovich
Verónica Milovich
Estos escritos privados. Serán impresos como obra literaria.
Ahora pondré al tanto nuestra intimidad.
MONICA PATRICIA MILOVICH
Hija esta página es tuya, por tu amor, dedicación constante en estos años.
Gracias amada hija.
LIBRO PRIMERO
POEMA A MI CUERPO
Amo mi cuerpo sin masa muscular
Descarnado y lleno de mapas verticales
Veteranas piel dibujando huesos...
Lo amo porqué viajó conmigo toda una vida.
Hoy nona génica, sostenida,
Por una existencia llena de amor,
Y su espíritu es el cofre
De mis mejores recuerdos.
Te amo... mi cuerpo, descarnado por fuera.
Aún lleno de pasión por dentro,
Hacia mi gran compañera,
Julia,
para todo lo que nos queda
Y hemos compartido.
EPÍLOGO
¡Tan solo, como si fuera tan poco!,
Declaro...
Hemos vivido, nos sentimos vivos
...DANDO GRACIAS A LA VIDA.
ESTE LIBRO...esperó este momento con algo de historia y muchas reflexiones.
Propias y ajenas que desconocerán el tiempo cronológico de lo acaecido.
NO OLVIDAR...
Es tiempo de recordar, Aquellos soplos del tiempo.
Los buenos fueron primaveras,...los otros yacen borrados.
Me he enamorado. Me han amado.
He tenido hijos y nietos. Los sigo amando... me aman.
He comido manjares... Los he digeridos.
Mis ojos se llenaron de paisajes... Existen en mis retinas.
Me he cruzado con muchas personas... y amigos
Que alcanzaron sus caminos.
Pero aquellos que llenaron mi corazón,
Por siempre vivirán en otros ahora...
En este ahora.
EL VIAJE DE ROSARIO A BUENOS AIRES
Cuando la máquina de vapor silenció su bramido, el hollín y unas nubes grises inundaron el andén del ferrocarril, el tren rápido, Rosario– Retiro, le dejó en la plataforma, entre pasajeros que parecían huir del largo viaje, atropellando equipajes.
Otros absorbidos entre abrazos de parientes y amigos amplificaban la algarabía.
El sol porteño recibió a Herminio en soledad.
Es el día veinticinco de febrero del mil novecientos cuarenta y siete, un año después el día seis de marzo siguiente, cumpliría la mayoría de edad.
Algunos como él, fueron envueltos por su propia sombra, se encamino errante hacia la plaza De Los Ingleses.
Fue en aquel caluroso sábado de carnaval, que al abandonar su hogar, cargaba la mochila con sus errores.
En ese entonces inconscientemente no asumidos
Tal vez en la búsqueda de una ilusión que le hiciera menos difícil olvidar o corregir sus culpas; las cometidas en un reciente ayer, para buscar un camino a descubrir y un destino a revelar.
Se dejó llevar por aquellas sensaciones de vacío, asumidas en horas muertas, debajo un ceibo barrancoso, que fueron el origen de sus propios infortunios.
Su equipaje consistía en una pequeña valija de cartón;(una de esas que en aquellos tiempos te regalaban con la compra de un par de zapatos) cargaba en ella mudas de ropa y algunos enceres de aseo personal;
Unas hojas de papel, un lápiz y páginas que esperarían sentidas palabras de perdón a sus padres que ignoraban su partida.
Llegó pulcramente vestido, lucia ropa adecuada al calor de ese verano, y su escaso dinero provenía de unos pesos ahorrados, por un trabajo temporario en una óptica de Rosario, su ciudad.
En ese viaje no reflexionado, el tren lo fue alejando de su hogar.
Y al llegar a destino, Herminio, todavía no había tomado conciencia de los desconsuelos que estaba causando a todos sus íntimos.
En aquellos momentos, nunca cruzó, por su mente ni en sus más profundos pensamientos, los, ¿por– que?... de aquella huida. ¿Desesperanza? ¿Miedo de afrontar sus mentiras?
Sin más abandonó la casa familiar.
Se fue... se fugó, Como ladrón en la noche.
Sus padres, que siempre le brindaron su incondicional amor estarían pasando dolorosas horas de incertidumbre por el hijo ausente, ¿dónde estará, sufrió algún accidente?...
Se alejó sin dar cuenta a nadie del voluntario exilio, sin confesarse, siquiera consigo mismo, inmigró, para convertirse en una figura más en la marea gris de transeúntes. Navegando entre ignotos, “polizones ciudadanos”.
Habían sido frecuentes sus “ratas”, atravesando las vías ferroviarias de la estación Rosario Norte, cercanas al colegio Salesiano San José, donde cursaba el cuarto año secundario.
Se ocultaba cruzando los rieles de la estación, hasta la sombra de un ceibo, brotado al borde de la cercana barranca, justo al borde del rio Paraná.
El padre Musante, sacerdote salesiano y director del instituto le había invitado después de una entrevista con el inspector de la orden, Rdo. Miguel Raspanti (años después primer obispo de la Diócesis de Morón) previa consulta con el cura Victorio Bonamin, su concejero espiritual, (años después obispo castrense), fue seleccionado para estudiar sacerdocio.
En principio había aceptado ir al seminario
Ellos habían visto en él condiciones ignoradas por el propio Herminio.
Sabían que estaba equivocando el camino y que solo era un joven perdido.
En las vacaciones previas a su ingreso al seminario, en un picnic primaveral, bailando a los compas de la música un “rueda a rueda”, tomados de las manos una alegre estudiante se llevó su vocación.
Ese precoz enamoramiento le fue alejando del celibato.
Desde el borde de la barranca, había dejado de pasar las horas, mirando correr las leonadas aguas del Paraná, con su caudal arañado por las estelas de algún barco.
En esa, su guarida sombreada, oculto, dormitaba, sin soñar ni pensar. En esos íntimos aislamientos, con la mente en blanco, se fue convirtiendo en un sujeto vacio.
Aquel florido ceibo fomentó un incierto desvarío.
Por aquella niña de inaugurados besos, fue espaciando las sombras del ceibo, creándose en él un nuevo e ignorado sentir.
Читать дальше