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DON JUANFRAN TORRES O LA HUMILDAD
Si alguien ha representado la humildad en los años recientes del Atleti, ese ha sido Juanfran Torres.
Si alguien ha dado todo por el equipo, sin pedir nada a cambio, muchas veces desde un segundo plano, ese ha sido don Juan Francisco Torres Belén (Crevillente, Alicante, 9-1-1985).
Ha sido tan humilde que, incluso, el día de la despedida de Diego Godín, el 12 de mayo de 2019 ante el Sevilla, evitó todo protagonismo a sabiendas de que este sería su último encuentro ante su afición al igual que el del central uruguayo. Prefirió dejar a su compañero todo el reconocimiento del Metropolitano y no anunció su adiós hasta una semana y media después.
El defensa alicantino llegó al club mediada la temporada 2010-11 para sustituir al portugués Simão Sabrosa. Canterano del club blanco, había jugado en el Espanyol y en el Osasuna, entidad en la que había estado desde 2006. La afición no se tiró precisamente a la calle para recibirle debido a su pasado madridista y a que venía a sustituir al luso, una de las estrellas de aquella época y con el que el Atleti se acababa de proclamar, en mayo de 2010, campeón de la Liga Europa con Quique Sánchez Flores en el banquillo.
Ese sería el último curso de Quique en el club. Gregorio Manzano aterrizó en la dirección del equipo en verano de 2011 y se dio cuenta de que la velocidad de Torres podría llevarle a ser un buen lateral derecho, un lugar de la defensa en el que ya probó al alicantino. La destitución de Manzano y la contratación de Diego Pablo Simeone sirvió, entre otras cosas, para que Juanfran encontrara la titularidad en un once que estaba destinado a entrar en la historia de la entidad y del fútbol español.
Así, el 20 ha sido desde la llegada del Cholo uno de los jugadores que más encuentros ha disputado en los casi nueve años que ha estado en la entidad. Clave en la defensa rojiblanca, algo habrá tenido que ver en todos estos años en los que el equipo ha sido el menos goleado de la Liga y en los que Jan Oblak ha sumado un Zamora tras otro, y se hizo con su primer título internacional en 2012 en la Liga Europa cuya final disputamos al Athletic de Bilbao en Bucarest.
Le siguieron otros seis títulos: la Supercopa continental del mismo año ante el Chelsea en Mónaco; la Copa del Rey de 2013 en el Bernabéu ante el Real Madrid; la Liga 2014, conseguida en el Camp Nou frente al FC Barcelona; la Supercopa de España ante el cuadro blanco, en 2014; la Liga Europa de 2018 de Lyon, en la que batimos al Olympique de Marsella, y la posterior Supercopa de Europa en Tallin, en la que derrotamos al vecino blanco.
Juanfran también ganó la Copa de 2006 con el Espanyol y fue internacional español en la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012, en la que España se proclamó por tercera vez campeona de Europa, y en el Mundial de Brasil en 2014.
Siempre quedará en mi memoria una jugada de un partido de marzo de 2012, al mediodía, en la que propició un tanto de Radamel Falcao, en un choque contra el Granada en el Vicente Calderón. Ese Juanfran que siempre parece a punto de no salir de un regate o de no llegar a un balón imposible. Y siempre sale y siempre llega. Y te hace empujarle desde la grada, como si tú vistieras ese número 20. Entonces fue una formidable carrera cargada de fuerza e ímpetu por la banda derecha para que el colombiano marcara el 2-0. ¿Pero cuántas se dio durante esos años?
Nunca he hablado con él, no le conozco, pero probablemente uno de los mejores «trofeos» en todos estos años haya sido que se agotaran las camisetas con su nombre después de fallar el cuarto penalti en la final de la Liga de Campeones de 2016, en Milán.
La mayoría de las aficiones contrarias —se me ocurre alguna muy cercana y vecina para más señas— no entenderá nunca, nunca, que la gente se compre masivamente la camiseta con el número y el nombre de un jugador que falló un penalti decisivo en una final de la Liga de Campeones. Estoy seguro de que no lo comprenderán jamás porque «no lo puedes entender, muchacho».
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LA INCREÍBLE HISTORIA DE PETER KAMPS
Peter Kamps, un alemán de Fürth, en Franconia (Baviera), sin vinculaciones familiares ni laborales con España, es del Atleti.
No habla español ni inglés, pero si tienes la fortuna de conocerle entiendes que tiene una pasión y unos colores en su corazón: el rojo y el blanco, a rayas, y con un poco de azul.
Pero yo no sabría explicar mejor que Peter por qué es uno de los nuestros. Así que, gracias a la traducción de Carmen García (ver capítulo 26), nos lo explica el propio Peter:
[P. K.:] En tiempos de la República Democrática Alemana era, como ya se supone, muy complicado obtener información sobre el equipo, pero cada uno conocía los trucos para ello. El estadio me gustaba mucho (entonces solo lo conocía por fotos) pero, sobre todo, la forma de ser del Atleti, ese «ratón gris» que decimos en Alemania, condenado a estar siempre por detrás del Real Madrid. Ser del club de los currantes me atraía, igual que lo era el club de mi ciudad, el BSG Chemie Leipzig.
Por aquellos tiempos, en la RDA se intentaba, por supuesto únicamente en el mercado negro, obtener algo del Atlético. Lo primero que conseguí fue un banderín, por el que pagué 50 marcos y del que me sentía especialmente orgulloso.
Cuando cayó el muro, en 1989, intenté poco después, en 1990, viajar a Madrid. Del primer partido que vi en el Calderón, la verdad es que no me acuerdo muy bien; solo sé que estuve con la boca abierta allí, delante de nuestro templo y que no podía salir de mi asombro. Con mi básico inglés de escuela intenté comunicarme como pude. Recuerdo que el ambiente era espectacular, canté incluso sin saber ni media palabra de español. Pero en ese momento todo me daba igual, lo único que me importaba era estar allí presente.
Pasaron algunos años sin que me fuera posible viajar; me limité a comprar revistas deportivas y publicaciones similares. Y, entonces, el 26 de julio de 2006, vino el Atlético a Dessau a jugar un amistoso contra el Energie Cottbus. El partido terminó con un resultado final de 1-1 (gol de Agüero). Ese fue el momento en el que me atacó de verdad la fiebre atlética y decidí acudir a todos los partidos internacionales siempre que me fuera posible.
Entre ellos, por ejemplo, la clasificación para Champions contra el Schalke en 2008, de la Champions League; 2010 en Hannover, Leverkusen y en Madrid contra el Leverkusen. También solía acudir regularmente una o dos veces al año a algún partido de Liga en el Calderón. En 2014 viví la amarga derrota en Lisboa en la Final de Champions. Pude hacerme con una entrada por casualidad, y encima por canales oficiales de la UEFA. La derrota me dolió muchísimo, pero los rojiblancos estamos acostumbrados a mucho, y cada derrota nos hace más fuertes.
Allá por 2012 me crucé casualmente con alguien que llevaba una bufanda de la Peña Atlética Centuria Germana, así que me puse a investigar en Internet, contacté con el presidente y me hice socio de inmediato. Fue en un partido de preparación contra el Wolfsburgo en la temporada 2014 cuando conocí a algunos miembros de la peña, y me pareció que nos conocíamos de toda la vida. Me sorprendió mucho ver desde dónde habían venido algunos hinchas del Atleti, aunque solo se tratara de un partido de preparación: Inglaterra, Polonia, Noruega… y no pasó más de un año desde esa fecha hasta que me hice socio del Atleti. Era la primera vez que me hacía socio de un club, no lo soy ni siquiera del BSG Chemie Leipzig. Pero eso me hizo entender que ser del Atleti se había convertido para mí en algo que me salía del corazón, algo que yo llevaba muy adentro. A partir de entonces me dije: «Quiero más Atleti», y por eso acudo a casi todos los partidos de Champions que juegan fuera. A veces es una lucha que me den libre en el trabajo, como me sucedió contra el Leicester, Moscú y Arsenal, o en la segunda Final de Champions que jugamos en Milán, partidos a los que lamentablemente no pude acudir. Pero sí he estado en partidos contra el Copenhague, Sporting de Lisboa —donde, si no llega a intervenir la policía, le abro la cabeza a un hincha del club portugués que me quería quitar la bufanda—, Chelsea, Mónaco, Brujas…
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