El esloveno (Skofja Loka, 7-1-1993) ha sido, si tenemos en cuenta de manera global todas las temporadas en la que ha estado en el club, el mejor jugador del Atleti. ¿Cuántos puntos nos ha dado? ¿Cuántas eliminatorias hemos pasado gracias a sus paradas? No hay respuesta. Pero sin duda más que alguna estrella caprichosa que ha compartido vestuario con él y que ha estado mucho mejor pagada.
Tras el paso de dos porteros como David de Gea y Thibaut Courtois, en el verano de 2014 parecía muy difícil mantener el nivel en esa posición tras la final de Lisboa y la gran temporada del belga. Sin embargo, con el fichaje de Jan, procedente del Benfica, paradojas del fútbol, el club en cuyo estadio habíamos disputado el último partido de la temporada anterior, se consiguió.
No le fue fácil al esloveno hacerse con la titularidad por la que tuvo que pelear duramente en su primer año con Miguel Ángel Moyá. Había sido el portero más caro de la historia de la Liga, 16 millones, y el octavo más caro en la historia del fútbol. Pero en su primera oportunidad, en el inicio de la Liga de Campeones y tras haber padecido una lesión que retrasó su competencia con su compañero durante aquella pretemporada, no tuvo su mejor noche y encajó tres goles en El Pireo ante el Olympiakos. Relegado al banquillo, no fue hasta los octavos de final de la máxima competición continental de aquel curso cuando tuvo otra oportunidad de demostrar su calidad.
La tanda de penaltis ante el Bayer Leverkusen, un 17 de marzo de 2015, no auguraba nada bueno dado el precedente que traía en su maleta. La derrota en la tanda definitiva en la final de la Liga Europa entre el Benfica y el Sevilla, y su suplencia durante aquellos meses, llevaron el clásico murmullo a las gradas del Calderón cuando en el minuto 20 Moyá se lesionó. Fue la primera gran noche de Oblak en el Atleti con una parada al primer disparo de Çalhanoglu y forzando que otros lanzamientos del Bayer salieran fuera. Él no se dio ninguna importancia.
Aquella noche comenzó a volar. En todos los sentidos. También hacia la titularidad. Para un lado, para el otro. Para la izquierda, para la derecha. A este se la rebaño por aquí, al otro por allá. Y no se inmuta. Juanito no se inmuta.
Sería contra el mismo equipo alemán, pero dos años más tarde y en la misma fase de la Liga de Campeones, cuando, en mi opinión, tuvo la mejor intervención en su etapa en el Atleti y, probablemente, de su vida. Jan replicó a la delantera del Bayer con tres paradones seguidos a disparos a bocajarro en cuatro segundos. Seguía sin inmutarse. Brandt y Volland todavía se deben de estar preguntado cómo fue posible que no abrieran el marcador en aquella jugada. No fue un gran partido, acabó a cero y pasó el Atleti por el 2-4 de la ida, pero por vivir aquel momento mereció la pena pagar una entrada.
Como lo mereció el penalti de la semifinal de Múnich en 2016, el partidazo de Londres contra el Arsenal en la ida de la semi de la Liga Europa de 2018 en el que desesperó al equipo rival, el encuentro de la Liga 2018-19 en Barcelona o una doble en el Metropolitano contra el Celta esa misma temporada. ¿Y qué decir de sus manos salvadoras en Anfield, ante el Liverpool, en la vuelta de los octavos de la Liga de Campeones de 2020 en una noche que jamás olvidaré?
Y Oblak sigue sin inmutarse.
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¡¡¡APLASTA ARTECHE!!!
Se podía ganar o perder, pero cuando Juan Carlos Arteche estaba sobre el terreno de juego sabíamos que, fuera lo que fuera, dejaríamos el campo con orgullo y honor, con coraje y corazón. No había duda. La lucha y el esfuerzo no se negociaban. Aquellos jugadores de los años ochenta, a lo mejor no eran los mejores de la historia, pero lo daban todo. Exagerando un poco: volvían a los vestuarios sin cabeza o con la cabeza del rival en sus manos.
Arteche fue miembro de las plantillas del Atleti en una de las épocas más convulsas de la entidad, la que va desde finales de los setenta, en concreto desde 1978, hasta 1988, ya con Jesús Gil y Gil en la presidencia del club. Vivió el final de la grandeza del último Atlético de Vicente Calderón, la locura de las dos temporadas del doctor Alfonso Cabeza al frente del club y los también caóticos años iniciales del mandato de Gil, con quien acabó muy mal.
Apodado con cariño «el Algarrobo», en alusión a uno de los personajes más duros de la popular serie de televisión Curro Jiménez , o «Artechenbauer», por el mítico central alemán Franz Beckenbauer, el nombre del defensa también está en la historia rojiblanca por aparecer en la letra de la canción «Soy un socio del Atleti» que versionaba el «Soy un novio de la muerte» legionario. En ella, un grupo de los años ochenta, Glutamato Ye-ye, liderado por Iñaki Fernández y Patacho, gritaba en pleno éxtasis: «¡Aplasta Arteche!» o «¡Rompe Arteche!». Este himno es uno de los habituales del Frente Atlético y durante décadas se escuchó en el fondo sur de nuestro añorado Calderón.
Sin duda, el protagonista de este capítulo está entre los jugadores más carismáticos del Atleti. Tan carismático dentro como fuera del campo, de tal forma que sus críticas a Gil y Gil y el hecho de liderar un «levantamiento» contra el dirigente le costaron la salida del equipo en 1988 tras once temporadas.
Nacido en Maliaño (Cantabria), el 11 de abril de 1957, Juan Carlos se formó en las categorías inferiores del Racing de Santander para ser fichado por el club de la ribera del Manzanares en el verano de 1978. El 4 llegó a tiempo para compartir dos temporadas en el eje de la defensa con Luiz Pereira, quizás el mejor central que haya vestido la camiseta rojiblanca del que aprendió todo lo que un futbolista puede enseñar a otro. No ganó la Liga, pero estuvo muy cerca de hacerlo en 1981, cuando el equipo dirigido por José Luis García Traid y presidido por Alfonso Cabeza (ver capítulo 36) sufrió uno de los mayores atracos que el fútbol español recuerda. Bueno, el fútbol español no creo, pero la afición atlética sí.
Aquella Liga perdida al final de la misma fue un mazazo. Sin embargo, Arteche y un equipo plagado de canteranos y jóvenes, entre otros, Roberto Simón Marina, Quique Ramos o Miguel Ángel Ruiz, se impondría en la Copa del Rey de 1985, la Supercopa de España posterior y llegaría hasta la final de la Recopa un año más tarde.
Qué más da… En cualquier caso, Juan Carlos Arteche es mucho más que un jugador en el universo atlético en el que las personas, su pundonor, su actitud y su generosidad no se miden por el número de goles o de títulos que uno gana o pierde. No.
Una buena muestra de cómo era Juan Carlos la hallamos en un partido en el Calderón contra el Betis en noviembre de 1983, en uno de sus mejores encuentros. El jugador cántabro lideró una increíble remontada en una tarde lluviosa con dos tantos de cabeza en los últimos minutos del encuentro para imponerse por 4-3 después de ir perdiendo 1-3. Pero como en nuestro equipo nada puede ser perfecto y sí épico, el bueno de Arteche se rompió el menisco en el remate del cuarto tanto, ya en el tiempo añadido, y tuvo que ser retirado en camilla. Genio y figura. Pura leyenda.
¡¡¡Aplasta Arteche!!!
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ANDRÉS TUDURI, EL CABALLERO ATLETA
Nos remontamos en este capítulo al pleistoceno futbolístico español. Entre otras cosas para rendir de alguna forma homenaje a los primeros jugadores que se pusieron la camiseta rojiblanca, blanquiazul al comienzo de la historia del club. Para ello he escogido a Andrés Tuduri (Tolosa, Guipúzcoa, 28-8-1898), al que descubrí cuando escribí 100 goles que han hecho grande al Atleti (Lectio Ediciones).
Tuduri fue un futbolista, jugador de hockey hierba y un atleta que, incluso, llegó a poseer récords de España en pruebas de relevos. Andrés permaneció entre 1916 y 1928 en el club, en unos tiempos en los que se jugaba a este deporte por afición, pero en el que la gente ya se dejaba todo sobre un terreno de juego en el que ahora no se celebraría ni un partido de preferente. Un centrocampista que en 1924 consiguió un tanto que la prensa de la época calificó de «el mejor de la historia». Y fue contra el Real Madrid en el homenaje a su paisano Mariano Arrate, de la Real Sociedad. Parece increíble pero el homenajeado no era de ninguno de los dos conjuntos que le homenajearon. Cosas de aquellos años, cosas del Atleti, que ya despuntaba en aquella década como una entidad singular.
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