“quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo”
1ª Corintios 7:7
Pero ¿cómo era él: soltero, viudo, separado, divorciado, casado? No lo dice. A los mismos corintios insinúa que le asiste el derecho de llevar con él a una mujer en sus viajes (1ª Corintios 9:5). Pero en los muchos viajes que se mencionan a partir de Los Hechos de los Apóstoles hasta Filemón, jamás menciona a una mujer como acompañante.
Biógrafos católicos y protestantes observan que Pablo era miembro del Sanedrín, suprema autoridad administrativa del judaísmo, y para serlo era obligatorio estar casado.
Según la historia del Cristianismo, durante los tres primeros siglos se ordenaba a sacerdotes y obispos casados. Desde el siglo IV se fue generalizando la idea de que el clero dejara de cohabitar con sus mujeres. Esta disciplina se relajó mucho durante los cuatro siglos siguientes. El Concilio de Trento, que tuvo lugar de 1545 a 1549, de 1551 a 1552 y de 1562 a 1563 impuso el celibato obligatorio para todo el clero de la Iglesia católica, desde sacerdotes, frailes y monjes hasta el papa.
Tal imposición entra en contradicción con la enseñanza de Jesucristo. En conversación íntima con los discípulos les dice que el celibato debe ser optativo, practicable sólo por aquellos que tengan ese don de Dios:
“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces Él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado”.
El Antiguo Testamento no conoce el celibato como forma de vida. Al contrario, considera una desgracia morir sin haberse casado. En esta primera parte de la Biblia el celibato no encaja en los planes divinos.
El matrimonio es fundamental en la historia de la creación. Dios no está satisfecho de su obra hasta que crea la pareja humana:
“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”
Génesis 2:18
El autor del Génesis pone de relieve que la integridad de la naturaleza y la necesidad de la procreación exigen la existencia de la pareja hombre-mujer como origen divino del matrimonio, leyes abolidas en países de occidente que permiten el casamiento entre personas del mismo sexo.
Entre los 39 libros que tiene el Antiguo Testamento encontramos una sola excepción, el caso de Jeremías, a quien el mismo Dios ordena que permanezca célibe.
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar”
Jeremías 16:1-2
En una época en que un Jeremías joven podía pensar en el matrimonio, la orden divina le impone el celibato. No sabemos si la imposición tenía carácter permanente o sólo era “en este lugar”, donde los niños morían de muerte violenta.
Temporal o permanente la imposición divina suponía un sacrificio para el profeta, más aún teniendo en cuenta el enfoque de desgracia y castigo que el Antiguo Testamento daba a la falta de descendencia.
En el Nuevo Testamento es San Pablo quien más escribe sobre el celibato, comentando extensamente la enseñanza de Cristo. Deja claro un principio: la conversión no exige un cambio de estado. Cada uno puede permanecer en el estado en que fue llamado. Pero, según opinión propia, tratando el tema desde el punto de vista espiritual enseña que el celibato es más ventajoso que el matrimonio:
“En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel. Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad que apremia; que hará bien el hombre en quedarse como está. ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte. Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar. Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen”
1ª Corintios 7:25-29
El apóstol expone aquí tres razones que ensalzan el celibato sobre el matrimonio:
Una, la necesidad que apremia sexualmente tanto al hombre como a la mujer (versículo 26).
Dos, la brevedad del tiempo que permanecemos en la tierra (versículo 29).
Tres, considera el celibato más ventajoso para la dedicación al reino del espíritu (versículo 29).
En los siguientes versículos establece las exigencias que existen entre el casado y el célibe. Según su pensamiento el corazón tiene que atender a dos señores que reclaman su servicio:
“Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer. Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os acerquéis al Señor”
1ª Corintios 7:32-35
He aquí tres opiniones profanas sobre el celibato:
Horacio. Poeta latino, primer siglo antes de Jesucristo:
“No hay cosa más excelente ni nada
mejor que la vida de célibe”.
Samuel Johnson, escritor inglés, siglo XVIII:
“El matrimonio tiene muchos sinsabores,
pero el celibato no goza de ningún placer”.
Honorato de Balzac, novelista francés, siglo XIX:
“El celibato tiene el defecto capital de que, poniendo todas las cualidades del hombre al servicio de una sola pasión, el egoísmo, hace a los solterones inútiles y nocivos”.
Capítulo IV
Circuncisión
La circuncisión es una intervención quirúrgica que consiste en la extirpación del prepucio del niño. Judíos y musulmanes la practican en obediencia al Antiguo Testamento y al Corán. El historiador griego Heródoto, del siglo V antes de Jesucristo, dice que los egipcios practicaban la circuncisión por razones higiénicas, aunque con el tiempo pudo adquirir carácter religioso. Otros habitantes de África y del occidente cristiano se someten a la circuncisión para acrecentar el placer sexual. Este animal llamado hombre no tiene freno ni tiene remedio. Ha conseguido silenciar la lengua, tranquilizar el corazón, pero desde Adán a nuestros días no ha logrado apartar el sexo de la mente ni del deseo.
1. Origen bíblico de la circuncisión
El origen bíblico de la circuncisión se encuentra en el capítulo 17 del Génesis:
“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera”
Génesis 17:1-2
Este pacto, estable, universal y perpetuo conlleva un signo material y externo: la circuncisión:
“Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros”
Génesis 17:10-11
La circuncisión debía efectuarse ocho días después del nacimiento del niño:
“Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje”
Génesis 17:12
También los que carnalmente no descendieran de Abraham debían ser circuncidados. Omitir la circuncisión llevaba consigo el rompimiento del pacto y la exclusión religiosa del pueblo:
“Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto”
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