Antonio Gallo Armosino S J - El Acontecer. Metafísica

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Gallo asume la fenomenología como metodología y se aproxima a la experiencia. Fruto de eso, su vasta producción académica, organizada en tres núcleos temáticos: estudios de la cultura, estudios propedéuticos y estudios sobre los valores.

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2 El autor se pierde en el esfuerzo de encontrar un «punto» en la totalidad de las cosas. Para el fenomenólogo, el comienzo es «dado» en la experiencia y no hay para qué buscarlo:No es un punto ni una línea ni una superficie, sino una región.No es singular ni plural.Pero es claramente visible y determinado.En su devenir concreto.Para darle sabor de solidez y amplitud, Calvin O. Schrag, en Experience and being (1969, p. 16), cita un largo párrafo de Whitehead (1933), que por su originalidad conviene repetir aquí: Nada puede ser omitido, experiencia ebria y experiencia sobria, experiencia durmiendo y experiencia caminando, experiencia soñolienta, y experiencia ‘bien despierta’, experiencia autoconsciente, y experiencia autodistraída, experiencia intelectual y experiencia física, experiencia religiosa y experiencia escéptica, experiencia ansiosa y experiencia despreocupada, experiencia anticipativa, y experiencia retrospectiva, experiencia feliz y experiencia penosa, experiencia dominada por emoción, y experiencia autocontrolada, experiencia en la luz y experiencia en la oscuridad, experiencia normal y experiencia anormal (Adventure of Ideas, p. 29). El fenomenólogo empieza con la presencia de un ser experimetal (físico) definido, luminoso que:SorprendeSe imponeSe daSe presentaSe contraponeAbre posibilidadesSe hace conocerLa experiencia posee todos los caracteres de lo limitado: lo particular, lo definido, con varios potenciales. También posee toda la realidad trascendente de lo ilimitado: nunca es completo, presenta un sinnúmero de puntos de vista, remite a otros seres relacionados, despierta la conciencia, crea la visibilidad y lo invisible, despierta la atención. Lo dado en la presencia experimental es «evidente», pero nunca «total». De manera contraria, el escolástico busca la totalidad, la plenitud, la definición, con el fin de poseer o adquirir un concepto. Es así como, para Heidegger, en la línea es el cero (no un punto, sino un horizonte); para Schrag ( loc. cit. ), un campo dinámico; para Whitehead ( loc. cit. ), la justificación del pensamiento. Necesariamente la experiencia es reducida a unidades conceptuales, que son iguales a la individualización. Para el fenomenólogo, no es problema la elaboración de concepto; el problema consiste en no separar, no romper el nexo, conservar el contacto (ambiente) entre la experiencia y el pensar.

3 Con esta concentración de experiencias, es obvio que no se trata de un punto o de un ser, o de una totalidad abstracta, sino de una realidad concreta a la cual Whitehead (1929), en Process and Reality: An Essay in Cosmology , se refiere con la frase: «la elucidación de la experiencia inmediata es la única justificación de cualquier pensamiento» (p. 6). Si es justificación, significa que lo fundamenta: lo precede y lo produce. Con una expresión breve y feliz, Schrag ( loc. cit. ) la define como un «campo dinámico». Y justifica la palabra «campo», por el uso que se hace de esta en el lenguaje diario y en la práctica técnica, así que adquiere un significado que supera toda particularidad. ¿Qué pueden tener en común un campo de béisbol con un campo magnético o un campo de milpa con un campo de correlaciones sociométricas? Por tanto, es importante que el uso de la palabra campo, en relación con la elucidación de la experiencia, sea aclarado con respecto al contexto, su alcance y significado. La posibilidad de aislar y separar algunos contenidos o aspectos de la experiencia (individualizar) es posterior y es dada por la experiencia misma. Por ejemplo: veo esta estatua, veo este monte, veo este joven atleta... separados de su horizonte. Estas visiones fragmentarias son resultado de operaciones derivadas y no las originarias, propias del campo dinámico experimental. Sin caer en el exceso de lo que Schrag llama «unidades granulares», como si la experiencia se diera ya por sí en fragmentos de seres dispersos e inconexos, puede afirmarse que la experiencia fundamenta las divisiones que el conocimiento humano, posteriormente convierte a entidades conceptuales. El descubrirlo será parte de la investigación sobre el ser. La «individualización» no es una operación arbitraria, sino algo que se da en la duración, extensión y estabilidad de una experiencia, incluso en su «variación» del transcurso temporal. Estable no quiere decir fijo ni inmóvil, pero sí suficientemente claro y definido para que sea convertido en un «acto» objeto de reflexión. Así el autor, tal como lo hiciera la paloma que salió del arca de Noé –que no encontró ningún lugar seco y regresó al arca–, se establece, como en su base, en la misma conciencia, que no es ni siquiera un caso concreto de conciencia, sino un punto abstracto generalizado que llama «mi conciencia» ( ibid. , p. 20). De este «punto», el escolástico deriva una serie de supuestos y de principios. Piensa que este ha sido el camino de todos los grandes filósofos, aunque sus itinerarios hayan sido divergentes ( ibid. , pp. 21-22).

4 Entonces se traslada al «acto» ( ibid. , p. 22.) y va hacia la experiencia, como quien camina hacia atrás, pero esta especie de inducción es arbitraria y lógicamente incorrecta: no se puede argüir de la conciencia a la experiencia, sino de la experiencia a la conciencia. Tampoco es factible identificar la conciencia con el ser ahí de la vida existente, a menos que se quiera identificar lo racional y lo real en sentido hegeliano. La conciencia es «conciencia de algo»; significa ese «algo» (un ser, una cualidad, una cosa) que afecta y determina la conciencia. La diferencia entre las dos posiciones –del escolástico ante el fenomenólogo– es una oposición que indica dos perspectivas: para el fenomenólogo, la vida es la esfera ilimitada y real que ofrece dimensiones a la conciencia; para el escolástico, la conciencia es la que pone el ser: el ser está en la conciencia. Para el fenomenólogo el ser precede la conciencia, actúa en ella, y esta se encuentra en el ser; ella misma también es ser por el poder intencional del ser. Es una doble intencionalidad (de la conciencia y del ser), pero la intencionalidad del ser es la que despierta la conciencia, y en la conciencia, la vida. La conciencia implica necesariamente la vida, por ser un subconjunto de la misma. Al contrario, para el escolástico, si la vida es un subconjunto de la conciencia, esta vida implica la conciencia, depende en su ser de la conciencia, pierde su ser en la conciencia, y se vuelve conciencia. Se cae en el idealismo: para un idealista, el «yo viviente» es únicamente vida de conciencia. El mundo entero se resuelve y se disuelve en la conciencia –igual es un ser de conciencia–. Sin embargo, si de manera contraria se dice que la conciencia es un subconjunto de la vida, no se reduce la vida a ciertas formas naturales de la misma, sino que se afirma solamente la dependencia sin establecer límite alguno a la conciencia o a las potencialidades de la vida o de la conciencia. Al tomar en cuenta el deseo de infinitud que anima la conciencia y sus actividades materiales, opuestas a las actividades materiales del mundo, alguien podría preguntarse si la conciencia posee un ser que rebase el horizonte de la vida, pero sería una ilusión, porque la conciencia es vida ella misma; por tanto, toda su actividad se desarrolla en la vida (entiéndase vida en todas sus dimensiones y no solo en las de la experiencia sensible). También Husserl ( loc. cit. ) utiliza le expresión: «la conciencia es conciencia de algo…», pero esto en fenomenología no es un punto de partida. El «algo» es dado, se muestra en la vida antes del conocimiento propiamente formulado, antes de la conciencia. La vida conserva su posición predominante sobre la conciencia. La conciencia «se despierta» para repetir la frase de Whitehead ( loc. cit. ) dominada por el «es» del ser que se da en esta experiencia. Decir «antes» no significa necesariamente establecer un orden temporal, sino únicamente una prioridad. Es un error afirmar que «la conciencia implica la experiencia»; es un error de lógica por dos razones:El «yo» puede tener «conciencia» de muchas realidades: pensamientos, imaginaciones, ideas, proyectos y reflexiones que no remiten a la experiencia; entonces, no puede deducirse la experiencia de la conciencia.Tampoco puedo decir que yo tengo conciencia de mí mismo, en primer lugar, si la conciencia se despierta al contacto de las cosas: aquí, esto, que veo y que siento... La reflexión sobre sí mismo es muy secundaria y derivada.El esquema inmediato es el siguiente: Figura 9 Lógicamente un conjunto no implica su subconjunto, sino al contrario, el subconjunto implica el conjunto en el que se incluye: en la fenomenología la conciencia implica la esfera de la vida. La conciencia (mi propia conciencia, en este caso) no es más que un subconjunto de la esfera de la vida, en la experiencia fenomenológica; porque la vida despierta la conciencia. La esfera de la vida produce o efectúa o despierta, la conciencia; y a su vez la conciencia por ser un subconjunto, implica la esfera de la vida, el conjunto en que está incluida. Mientras, en el esquema escolástico: la esfera de la vida es reducida a un subconjunto de la conciencia; entonces, la conciencia no puede implicar la vida, lo cual sería lógicamente inconsecuente. Tampoco puede decirse que la conciencia produce la vida. Para el escolástico, la conciencia es la que vive, y se identifica con la vida. Al decir «yo viviente», no significa necesariamente «yo existente en la vida real». Esta identificación denota el error que ya se ha subrayado: identificaría otra vez conciencia con existencia. El existir de la conciencia no «implica» el existir en la vida real entre las cosas, a menos que antes se haya fundamentado el existir de la misma conciencia. En tal caso, si la conciencia existe, también debe existir la vida, porque la vida es la que produce la conciencia. Ahora, ¿cómo demostrar que la conciencia «existe»?, ¿únicamente por la intuición misma de esta conciencia? Solo entonces podría decirse que la «conciencia es una experiencia de vida real» ( loc. cit. , p. 23). Incluso la cita de Gabriel Marcel –«es una creencia innata»– ( loc. cit. ) no sirve para afirmar la conciencia, porque la frase de Marcel está puesta en un ámbito existencial; Marcel apela a la «presencia total del ser», que ya es experiencia.

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