Antonio Gallo Armosino S J - El Acontecer. Metafísica

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Gallo asume la fenomenología como metodología y se aproxima a la experiencia. Fruto de eso, su vasta producción académica, organizada en tres núcleos temáticos: estudios de la cultura, estudios propedéuticos y estudios sobre los valores.

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Comenta Sócrates que ha sido convencido por este razonamiento, y que ha aceptado esta doctrina, por la cual el amor ayuda a la naturaleza humana.

El último discurso, El banquete, consiste en una exaltación de la figura de Sócrates por parte de Alcibíades, político, uno de sus admiradores, que en ese momento llega al banquete en estado de completa ebriedad. Esto no le impide relatar una serie de episodios de valor y de moralidad de la figura de Sócrates, ya que ensalza el poder de su método filosófico:

1 El elogio a Sócrates contrapone su aspecto material (comparándolo con Marsias) y su valor intelectual o su belleza interior.

2 Es capaz de encantar a los oyentes con una palabra.

3 Cuando habla, me siento invadido por una furia.

4 He oído grandes oradores como Pericles y no me han impresionado de ese modo.

5 Con él soy como un esclavo fugitivo: deseo estar lejos tanto como me sea posible, pero no puedo defenderme.

6 Sócrates se hace el ignorante (en referencia a la Mayéutica).

7 Intentó seducirlo, pero no fue posible, y describe su absoluta devoción.

8 Detalla su resistencia a las intemperies (caminaba en el hielo y en las campañas de guerra, y moderaba su alimentación).

9 Describe su capacidad para abstraerse en meditación por un día entero absolutamente alejado del mundo.

10 Y pondera el valor se sus razonamientos, incomparables con toda otra autoridad intelectual.

Los seres que se asoman entre líneas no pertenecen a la visión intelectualista y meramente pragmática del «Libro VII» de La República . Aquí reina una atmósfera de ensueño, tanto por el marco real del banquete como por su intención de celebrar la victoria de un poeta y dramaturgo, como por el hecho de concentrar la atención sobre el tema del amor, un tema difícilmente ubicable entre los objetos metafísicos. El amor es situado en el origen de la creación, entre las divinidades, a pesar de las formas muy terrenales que había asumido en la civilización griega: culto de la belleza juvenil, arte de la escultura, mitos, ambiciones literarias, políticas, etc.

No es extraño que los primeros oradores se esmeren en decorar los acontecimientos del amor con vuelos líricos y recuerdos de las divinidades. Esta es la base sobre la cual se elevan dimensiones de toda clase: la moralidad de los actos del amor, las consecuencias sociales de las formas expresivas de los sentimientos de amistad y los que acompañan formas más exclusivas de amor, hasta implicar las leyes que ordenan o castigan los desvíos de la conducta ciudadana. Se amplía así el horizonte de los seres que se producen en las relaciones interpersonales y sus efectos buenos y malos, hasta cuestionar el sentido de la vida humana en general y la función del amor en el contexto de esta vida.

Así, surgen lo subtemas de lo justo y de lo bello, de lo bueno y de lo conveniente, de lo ordenado y de lo desordenado, de lo digno y de lo vergonzoso, de las relaciones cívicas y del servicio a la patria, de la vida familiar y de la persona en su propio desarrollo individual, de las virtudes de paz y moderación y de las esclavitudes que humillan y destruyen al ser humano. Y como flujo constante y subterráneo de una intención más profunda, surgen los problemas de la muerte y de la inmortalidad, de la infelicidad y de la conquista del bien.

El tono de las investigaciones cambia repentinamente al Sócrates dar comienzo a sus preguntas, orientadas a la definición de conceptos y a una estricta lógica de los hechos. Si la inquisición crítica desbarata fácilmente las frases altisonantes de los poetas, ahí es donde fácilmente se vuelve nebulosa la elocuencia del poeta, y el mismo Sócrates se encuentra acorralado por las deducciones escuetas de Diotima de Mantinea. Las dos partes del discurso socrático aportan el verdadero fundamento para una especulación metafísica. La definición del concepto de espíritu, con su mediación en diferentes elevaciones del ser, termina de una vez con las frases retóricas y los mitos, para introducirnos a un razonamiento especulativo que se rige sobre la más amplia experiencia humana del ser y termina en la búsqueda real de la satisfacción sin límites, que llamamos felicidad. De paso, se aclara otra situación dialéctica, que supera todas las demás parejas de contrarios que se han enfocado a lo largo de la velada: ya no es lo frío y lo caliente, lo sano y lo enfermo, lo pleno y lo vacío, lo digno y lo vergonzoso, lo equilibrado y lo violento, lo moral y lo indecente, sino que es la oposición entre lo temporal y lo eterno, lo mortal y la inmortalidad.

El descubrimiento de lo inmortal dentro de lo mortal, de lo eterno en lo temporal, es quizá la intuición más deslumbrante que Platón ofrece en el diálogo. Comprobada con los hechos de la vida misma en su esperanza de inmortalidad, ha logrado asentar la base de una plena felicidad. Los diferentes grados de ser inmortal, que corresponden al diferente potencial de las acciones humanas, excavan en el fundamento desde lo más bajo y material, para elevar al hombre a la contemplación del bien como realidad en sí y como fuente eterna de felicidad.

En teoría, no solo Sócrates se declara de acuerdo con el proceso de educación que debe transformar al hombre en otro ser, capaz de vislumbrar el bien en sí, sino que él mismo es propuesto como modelo a través del discurso crítico de Alcibíades. La escena en la cual Sócrates es presentado absorto en la contemplación, ausente de la materialidad de las cosas durante todo un día, confiere a esta figura un valor de signo: con él se pasa fácilmente de lo visible a lo invisible, de lo temporal a lo eterno e inmutable.

3.Lectura de Filosofía del ser (Louis de Raeymaeker)

Este libro es una introducción escolástica a la metafísica.

En 1947, el holandés Louis de Raeymaeker publicó Filosofía del ser . Ensayo de síntesis metafísica. Seguramente fue influido por la fenomenología y su centro en Bélgica, la Universidad de Lovaina, pero permaneció adherido a la tradición escolástica. En la introducción declara su intención de fundarse en la experiencia y de allí construir una metafísica. Rehaciéndose a Kant (loc. cit.) y a Cristian Wolf (12) , Raeymaeker piensa superar el empirismo filosófico –el cual termina generalmente en un escepticismo, con una reflexión especulativa que excede la realidad fenoménica– y alcanzar el modelo de los grandes filósofos desde Platón hasta Hegel.

Piensa que la tendencia a «situarse en el punto de vista de las cosas» nace de la naturaleza del conocimiento humano. Pero su punto de vista no es la experiencia, sino el yo consciente. Partir de la consciencia, como fundamento de un acto, limita el enfoque a un análisis de conciencia. Crea una metafísica que Heidegger ( loc. cit. ) critica por considerar que «pertenece a lo pensado» (lo pensado es abstracto) y no a lo «por pensar» o apertura, éxtasis, proyección.

1 Una revisión del primer capítulo de esta obra es suficiente para conocer la diferencia entre el pensamiento escolástico y la nueva corriente fenomenológica. Raeymaeker trata de tomar de la fenomenología el enfoque a la experiencia y a la vida misma, pero no logra una verdadera síntesis y queda encerrado en la terminología y en la conceptualización tradicional. Pretende adherirse a la experiencia, pero, de hecho, no lo hace y especula de inmediato, lejos de las cosas:Parte de la conciencia como referencia reflexiva, lo cual produce un análisis subjetivista.Incluye la experiencia en la consciencia, y desde la consciencia y sus abstracciones.Analiza el «acto» como si fuera el de un «yo» y, por lo tanto, alejado de las cosas.Este acto del «yo» marca un límite entre el «yo» y «no yo». También estos dos elementos son conceptuales: se trata de un límite generalizado, y no de un acto experimental originario.De allí en adelante, el análisis del ser no regresa a la experiencia, sino que se sirve constantemente de descripciones y divisiones entre conceptos. El resultado es una gran construcción conceptual derivada «lógicamente» de principios y no de forma experimental, lo cual contrapone la situación escolástica a la fenomenología. Figura 8 Los dos métodos pretenden crear una metafísica, pero desde diferentes principios y fundamentos; sus resultados, consecuentemente, también son desiguales. Aunque muchos de los términos verbales parezcan idénticos, los significados son realmente diferentes. Los términos empleados por Raeymaeker (loc. cit.) conservan el significado derivado de la escolástica, fundamentalmente de santo Tomás de Aquino y de Aristóteles. Se cita esta obra de la primera mitad del siglo XX con el objeto de establecer un punto de demarcación con otros pensadores de la segunda mitad de este siglo, claramente situados en la perspectiva fenomenológica, como los que se estudiarán: Gabriel Marcel (loc. cit.) , Merleau-Ponty (loc. cit.) , Martin Heidegger (loc. cit.) , Emmanuel Levinas (loc. cit.) , Jean-Paul Sartre (loc. cit.) , Nikolai Berdiaeff ( Espirit et Liberté , 1992, p. 27) y Pierre Teilhard de Chardin (loc. cit.) . El autor discute la elección del punto de partida para elaborar dicha metafísica y afirma la posibilidad teórica de tal construcción. Finalmente aterriza en la «consciencia» (loc. cit. , p. 20). Para un fenomenólogo no hay ninguna discusión posible: el punto de partida es la experiencia. En realidad, no se trata de un punto: en este caso, la metáfora no tiene sentido, ya que se trata de un horizonte. No podemos partir de «la totalidad de las cosas» o del todo, antes de haber analizado la experiencia. Tampoco tiene sentido hablar de un «objeto formal» de la metafísica, si no se ha hablado de formas.

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