Antonio Gallo Armosino S J - El Acontecer. Metafísica
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La serie de discursos la abre Fedro:
1 El amor es un dios grande y maravilloso; es un dios antiguo, el primero de los dioses.
2 Es la fuente de todos los bienes.
3 No es engendrado y los poetas lo cantan como el más rico en cantidades.
4 Es émulo de todo lo bueno y desprecia las cosas inferiores.
5 Sin él, ninguna ciudad ni ciudadano realizaría obras dignas o trabajos nobles; no soportaría desprecios por el objeto amado.
6 Ni la familia ni el privilegio o las riquezas pueden prender la antorcha con la cual el hombre debe conducirse al tratar de alcanzar una vida mejor.
7 Sin él, no habría emulación entre los ciudadanos para hacer algo grande.
8 Si el Ejército estuviera hecho de amantes, cada uno daría lo mejor a su país.
9 Nadie abandonaría a su amante en caso de peligro, sino que cada uno preferiría morir que abandonar su puesto.
10 La presencia del amor enciende la llama del valor.
11 De esto habla Homero al decir: «un dios inspira a los héroes».
12 Solo el amor impulsa a uno a morir por otro (como Alceste dispuesta a dar la vida por su esposo).
13 Por amor se hizo posible que un alma regresara del Estigio.
14 Aquiles prefirió matar a Héctor y morir que tener una larga vida: se expuso para vengar a su amigo Patroclo.
15 Los dioses le tienen mayor admiración si un amigo muestra tal devoción al que ama.
16 Por la inspiración del amor, el amado está cerca de dios.
17 En resumen, es el máximo de los dioses y el mejor donante de todo bien y felicidad.
Al adherirse a esta visión divina del amor, Pausanias trata de ver las diferencias en la tradición mitológica:
1 Hay muchos tipos de amor; se debe establecer cuál es digno de encomio.
2 Se empezará por definir el amor que merece alabanza.
3 No hay solo una Afrodita, sino dos: la primera, Urania, que es celeste y nacida de Gea; la segunda, más joven, es terrestre y nació de Zeus. Cada una tiene un amor correspondiente.
4 No es la actividad en sí la que tiene valor, sino el cómo se realiza: si está bien hecha, es buena; si mal hecha, mala.
5 El amor es bueno solo si nos mueve al amor noble.
6 El amor de la Afrodita más joven es completamente terrestre.
7 Su obra es casual: en ella dominan las pasiones vulgares; es el amor de las mujeres y de los niños.
8 Este amor de Afrodita participa de lo masculino y de lo femenino, de los cuerpos más que de las almas.
9 Sin embargo, el amor celeste, más antiguo, no tiene nada de mezcla, es inocente de cualquier golpe de lujuria.
10 Los que se inspiran en este se inclinan a lo intelectual y al vigor.
11 Prefiere jóvenes en los que ya asoma la barba.
12 No es posible establecer una ley para regular esto, pero quien escoge el camino de la virtud posee una ley en sí mismo.
13 Para los que siguen el amor bajo, hay que establecer una ley que los obligue y que amen más bien a sus mujeres e hijos.
14 Se rechaza el amor terrestre con sus agresiones y violencias; mientras, no hay nada condenable en un amor sancionado por la decencia y la tradición.
15 Algunas naciones como el Elida han legislado sobre este amor, pero otras en el Oriente y Jonia, se niegan a eso. En Atenas hay un código difícil de entender.
16 Tienen una máxima: «es mejor hacerlo abiertamente que en secreto especialmente si el objeto es noble y virtuoso».
17 Aún si la apariencia del amado sea modesta, siempre hay honor en el éxito y vergüenza en la derrota.
18 El que finge amor para conseguir un lugar o dinero y se resigna a una conducta vergonzosa de esclavo, repugna no solo a los amigos, sino a los enemigos.
19 Pero si es un amante de verdad el que se reduce a esto, es estimado digno. Con eso parece que el amor es visto como un valor.
20 Pero si un padre descubre que su hijo es objeto de amor, le pondrá un guardián y hace lo posible para defenderlo. Y si los compañeros lo descubren, lo abuchean.
21 Esta reflexión nos lleva a pensar que los atenienses estaban agobiados por la idea de ceder a un amor.
22 De esto se deduce una visible contradicción en el sentido de que el valor de los actos no se conceptúa de modo constante.
23 Es bueno corresponder virtuosamente a un amante virtuoso. Pone su corazón en lo que es mudable, y por tanto, inconstante.
24 El amante que busca bellezas morales es constante toda la vida, porque se vuelve «uno» con lo que nunca se desvanece.
25 El objeto de las leyes de Atenas es colocarse entre los amantes que deben ser estimulados y los que deben ser castigados.
26 Deben aplicarse pruebas y criterios para distinguir entre las dos clases de amantes.
27 Por esto es inmoral, según nuestras leyes, rendirse demasiado pronto; el tiempo es la prueba más efectiva.
28 Ninguna ganancia material puede justificar el amor, porque no serían estos motivos correctos ni permanentes.
29 Solo hay un camino al amor que no ofende nuestra idea de decencia: la sumisión que se haga por motivo de virtud.
30 Entonces hay que hacer una doble serie de leyes: una que se refiera al amor de jóvenes, y otra que busque la sabiduría y la virtud.
31 La única ganancia legítima es la riqueza de sabiduría y virtud y el gusto por la educación.
32 No deben avergonzarse de perseguir estos objetos; cualquier otro objetivo sería indigno.
33 El amante puede actuar a favor de la virtud y esta es la Afrodita celeste.
El médico Erixímaco toma la palabra con intención de completar el discurso de Pausanias, que se quedó en una mera introducción. Su discurso conserva una continua analogía con la práctica de la medicina:
1 El amor posee otros objetivos y nuevos sujetos: considera el poder y la multiplicidad del amor.
2 Este se encuentra también en el reino animal y vegetal. El panorama se extiende a toda la actividad sagrada y profana.
3 El cuerpo, por ejemplo, ve la lucha entre opuestos: salud-enfermedad, entre otros. En esto se encuentra la dicotomía del amor en el deseo de la sanidad.
4 Como ha dicho Pausanias de la oposición entre virtud y vicio, así el deseo del cuerpo puede ser correcto e incorrecto, dañino o conveniente.
5 La medicina consiste en conocer el cuerpo por lo que ingiere o evacúa: quien logre distinguir entre nocivo y benéfico es un médico perfecto.
6 Debemos ser capaces de reconciliar elementos contrarios y obligarlos a adquirir el amor, los unos de los otros.
7 Si a los elementos más hostiles (calor-frío, dulce-amargo y húmedo-seco), como dicen los poetas, se les impone que se amen, se conseguirá lo de Asclepio, el inventor de la medicina.
8 Así, la medicina está bajo las órdenes del dios del amor. De igual manera sucede con la gimnasia, la agronomía y la música.
9 Hace recordar lo dicho por Heráclito: «el “uno” está en conflicto consigo mismo; surge de elementos en conflicto». Es conservado, unido como la armonía de la música entre notas agudas y bajas, como entre el bombo y la lira... es absurdo hablar de conflicto.
10 Quizá la armonía sea concordia y simpatía; hasta que dura el conflicto, no hay armonía.
11 No hay desarmonía que no pueda reducirse y resolverse: como entre lo lento y lo veloz.
12 Así puede describirse la música como ciencia del amor: armonía y ritmo. Es fácil verlo en estos movimientos rítmicos.
13 Pero si uno se traslada a las actividades humanas, es difícil decidir y corregir entre armonía y desarmonía.
14 Deberemos acceder al deseo de lo equitativo: moderación versus intemperancia, en el amor celeste. Hay que adherir a Urania, musa del cielo, o a Polimnia, musa de muchos cantos.
15 Cuidar de no mezclar el mal o exceso al placer o gozo, como en mi profesión.
16 Ambos elementos se encuentran también en las estaciones del año: unen calor y frío, húmedo y seco.
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