Nathan Burkhard - La herencia maldita

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Después de su última batalla, el clan más joven de ángeles regresará a su monótona vida de adolescentes. Pero Natle, tras su pérdida, se sentirá terriblemente perdida, sin control sobre sus poderes.
Pero todo cambiará cuando Max llegue a su vida. Sintiéndose atraída de inmediato por él, no encontrará explicación a ese sentimiento profundo, ya que el inusual color de sus ojos le muestra un camino diferente al que su guardián le mostró desde su infancia.
En esta aventura Natle y Joe serán puestos a prueba y sabrán que son capaces de hacer. ¿Podrán renunciar a su libertad? ¿Resistirán, o se dejarán seducir por la oscuridad?
No te pierdas la segunda entrega de los Ángeles caídos de Nathan Burkhard.

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Miaka sabia las consecuencias que traería, recordando a su vez al abuelo era la persona más buena que encontró en su camino, era su mejor amigo, pero ese día él se había ido. Todo era tan lento en casa, todos estaban caminando lento, con miradas bajas y lágrimas derramadas, gargantas sin voz y cuerpos sin vida, ellos eran marionetas de la situación, controlados por los adultos quienes tenían otra percepción de su pena.

Apretó la mandíbula y se apresuró, nunca le había agradado ese gato atrevido y altanero, y el sentimiento era mutuo, Miaka solo pensaba que él era un instrumento del destino para llegar a un objetivo, mientras que Joe pensaba que Miaka era un tigre que solo se regía de normas y reglas antiguas para seguir un fin absurdo en una época distinta a la que el mismo vivió —¡Maldito gato! —Se acercó a la puerta principal, la abrió y jamás pensó ver a Philip de pie —¿Philip? ¿Qué haces aquí? —su rostro se desencajo por una cuestión de segundos, no era que odiara a Philip pero tras su confesión pasada, solo lograba verlo como una amenaza en su relación, si es que aún seguía en una relación con Natle.

—Gabrielle, me llamó —alargó su mano, estrechando la de Joe —Lo siento en verdad —se dieron un abrazo, palmeando sus espaldas.

—No pensamos que esto sucedería. No sabía que estaba incluso enfermo.

—¡Dios! —Aspiró una gran bocanada de aire —Natle debe estar destrozada, ella siempre pasaba tiempo con sus abuelos.

Joe de pronto se sintió celoso, sabía muy bien que Philip tuvo un corto enamoramiento por Natle hasta que las cosas se salieron de control hace años con la muerte de Ethan —Sí… Mi novia está sumamente destrozada, necesitará mucho apoyo en esta fase escolar.

—Lo bueno es que tiene amigos con quien podrá hablar.

—Mientras me tenga a mí a su lado, creo que eso bastara —fue directo, no le agrada la actitud de Philip con Natle y mucho menos cuando Gabrielle había sido quien lo había invitado, pero era de suponer que lo había hecho con doble intensión, molestarlo.

—¡Joe! Yo solo te pido que... —guardo silenció al ver a Gabrielle bajar por las escaleras, prácticamente se hecho a sus brazos, llorando desconsoladamente la pérdida de su abuelo.

Miaka saltó a la cama de Natle, quien aún se veía al espejo, ojos rojos y llorosos, mejillas pálidas y la boca seca, todo había sido borrado en un abrir y cerrar de ojos —¡Cariño! Creo que deberías bajar, Joe ya está abajo, con Philip y Gabrielle.

—Gabrielle solo quiso molestar a Joe esta tarde —negó con la cabeza y cerró momentáneamente los ojos, no sabía en qué pensaba su hermana.

—No es de suponer que Joe no puede a Philip, bueno mi sentimiento hacia él también es recíproco.

—Para ti siempre todo será reciproco —Natle no escuchó las críticas y comentarios, giró sobre sus talones y bajó reuniéndose con las visitas, tomando la barandilla con máximo esfuerzo, vacilando por un momento si era necesario bajar, pero entonces Joe levantó la vista y la vio.

—¡Natle! —Fue hacia ella, extendiendo su mano para ayudarle a bajar, estrechándola entre sus brazos y susurrándole al oído —Está bien. Lo prometo, estarás bien.

Ella no contesto, solo hizo un esfuerzo para poder apartarlo sin que los presentes se dieran cuenta del desaire, Joe murmuró para su adentros una violenta imprecación, al mismo tiempo que su móvil sonaba dentro de su bolsillo de la chaqueta, sacándolo, contestó, solo para recibir indicaciones.

—No se preocupen —Natle logró escuchar —Yo les diré —sin más colgó, volviendo a guardar el móvil en su bolsillo.

—¿Quién es? —Preguntó ella —¿Cambiaste de móvil?

—Tus padres, quieren que les llevemos al West Laurel Hill Cemetery, ¡Allí estarán! bajó la vista al móvil y trató de no sonreír ante la ironía Sí, es nuevo.

—No te importa si yo llevo a Gabrielle —exclamó Philip.

—¡Claro! No hay problema —Joe tomó uno de los abrigos y lo llevó a la espalda de su novia, estaba tratándole como a una niña, una imposibilitada y torpe niña y eso la enfurecía.

Ambos muchachos escoltaron a las jovencitas hacia sus autos, pero Natle sabía que Joe solo deseaba tiempo para darle un sermón, para hablarle de que las cosas pasaban por algo, él no tenía ni la mínima idea de sus temores, solo trataba de parecer pragmático más no deducía las distintas posibilidades que el inframundo tenía en sus planes.

Tomando los paraguas, salieron resguardándose en la comodidad de los autos, el Aston Martín blanco de Joe estaba estacionado en la acera de enfrente, así que pisar la delgada capa de hielo formado en la pista no era una opción muy buena para Natle, así que olvidándose de sus magulladuras, le asió la cintura pegándola a su cuerpo, evitando que cayera.

—Creo que puedo caminar yo sola —inquirió desdeñosa.

Joe vio como Philip cerraba la puerta del copiloto con Gabrielle ya dentro, no dijo nada esos segundos hasta que vio a Philip alejarse —Por favor Natle, no hagamos una escena.

—Estas tratándome como una imposibilitada, torpe e idiota —le reclamó gesticulando con la mano libre.

Joe se pasó una mano por los cabellos, estaba agotándose su paciencia y compostura —¡Por el amor de Dios! Si eso es lo que demostraste ser ayer cuando pusiste en riesgo tu vida y la de otros —le gritó —Te expusiste, me expusiste, sabes cuánto riesgo hay en ello.

—Nadie te pidió ayuda.

Con un gesto despreciativo y desdeñoso le ordenó —Solo sube al auto.

—Preferiría irme en taxi —sus ojos pardos expresaron más que enfado.

Joe harto de su comportamiento le asió el brazo con rudeza, abrió la puerta del copiloto obligándole a entrar sin ningún miramiento —Si buscas una pelea en medio de esta situación, te equivocas si piensas por un momento que caeré en la treta más vieja que han utilizado las mujeres en el mundo.

—Recuérdalo Joe, no tengo tanta experiencia en mujeres como tú —confirmó con amargura, entrando al auto.

—Más vale que cierres la boca, Natle. Estas agotándome —cerró su puerta con un portazo que solo hizo estremecer a la joven pasajera.

Corrió bajo la lluvia, guardando el paraguas y tomando su lugar en el volante, encendió el motor, pero el silencio, la evasión y el rechazo de Natle estaba haciéndole perder absolutamente la compostura, sin poder controlarse más, golpeó el volante con fuerza, mientras que su expresión era impenetrable —¡Maldición, Natle! ¿Qué quieres de mí? —gritó rígido de la furia ¿Qué mierda quieres?

—No es el momento ni el lugar para hablar de ello —se negó a decir más.

Cerró los ojos por un instante, echó la cabeza hacia atrás, con la mandíbula tensa y sobre todo el cuerpo en ebullición —Trato, solo trato de ayudar en un momento como este —volvió el rostro lanzándole una mirada llena de dureza.

—No me mires así Joe. Con esa expresión confundida —intentó alejar las lágrimas.

—¡Vamos Natle! Eres mejor que esto —gesticuló con las manos —Eres mejor que esto, te conozco a la perfección y el patético rol de chiquilla berrinchuda no te queda.

—Pues te equivocas Joe. No te conozco del todo, ambos somos desconocidos —volvió el rostro hacia la ventanilla parpadeando resuelta a ahuyentar las lágrimas, sentía el dolor que le ocasionaba, pero debía alejarse por su bien —Podemos irnos ya. El clima empeorará.

—Claro. Tu única preocupación es el clima —hizo los cambios, retrocedió y piso el acelerador.

Natle sintió nuevamente esa sensación en su interior, cerró los ojos tratando de detener el tiempo, pero cuando los volvió a abrir, sus ojos habían hecho el cambio nuevamente, formó puños con sus manos, clavando sus uñas en sus palmas, sintiendo como la carne era cortada ante la fuerza de su agarre, necesitaba controlarse, regresar al pasado, corregir errores y poder elegir qué vida llevar y evitar la cruel matanza que sus ojos y corazón miraba y presagiaban, pero solo lograba tener náuseas ante los recuerdos, sabía perfectamente que la muerte de su abuelo no fue algo circunstancial, más bien era la premeditación de un demonio que obtener el poder que supuestamente ella resguardaba como protectora de un legado antiguo, pero no, estaba equivocado, ella no tenía el poder, era una simple chica, con los dones de sus padres, pero nada más eso, no había poderes extra, no había secretos.

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