Nathan Burkhard - La herencia maldita

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Después de su última batalla, el clan más joven de ángeles regresará a su monótona vida de adolescentes. Pero Natle, tras su pérdida, se sentirá terriblemente perdida, sin control sobre sus poderes.
Pero todo cambiará cuando Max llegue a su vida. Sintiéndose atraída de inmediato por él, no encontrará explicación a ese sentimiento profundo, ya que el inusual color de sus ojos le muestra un camino diferente al que su guardián le mostró desde su infancia.
En esta aventura Natle y Joe serán puestos a prueba y sabrán que son capaces de hacer. ¿Podrán renunciar a su libertad? ¿Resistirán, o se dejarán seducir por la oscuridad?
No te pierdas la segunda entrega de los Ángeles caídos de Nathan Burkhard.

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El reloj estaba en nuestra contra, mientras que yo miraba al techo, con los brazos sobre mi cabeza, pensando y recordando cada parte de sus facciones, el terror en su mirada me enfurecía, me lamente no estar con ella en esos momentos, pero era parte de la vida, no podía conseguirlo todo de la noche a la mañana, simplemente debía ser paciente y descubrir por qué sentía sus emociones, penas y dolores siendo los míos, estábamos conectados de una manera que ni yo mismo podía explicar.

Desperté cerca del almuerzo y como costumbre, Cristiano pedía verme, aunque después de mi muy mal día, mi padrino me obligaría a hablar, al llegar a la puerta de su estudio, toque levemente con los nudillos, escuchando —¡Adelante!

Abrí la puerta y encontré a Cristiano nervioso Señor Pschillzer me acerqué al escritorio, a lo que él tan solo sonrió.

Había cambiado mucho en esos días, estaba siendo mucho más educado, pero aún tenía ese humor que destacaba y hacía reír a Cristiano con cada tontería que salía de mi boca.

Max, ya te dije que me llames tío me pidió tomar asiento extendiendo la mano y mostrándole el sillón, así que me acomodé como él le me lo pidió, había cambiado mucho lo aceptaba, siempre estaba muy bien vestido y bien peinado, mis cabellos rubios y mi corte moderno, un poco rapado a los lados mientras que en el centro mis cabellos rubios eran un poco largos, me hacían ver mucho mejor haciendo desaparecer a aquel jovencillo rudo, destartalado y sin familia que una vez fui o seguía siendo.

—Es que aún no me acostumbro a todo esto —acaricié el reloj costoso de mi muñeca, un reloj shoreline.

Sé que pronto te amoldaras a esta vida, es muy pronto para resultados, un año no es mucho y para ti es difícil y lo sé.

Es qué intenté no hablar del tema, así que guardé silencio.

Aun no puedes sacarla de tu mente, por más que intentas hacer tu rutina, ella aparece y no te deja sonrió Sé cómo es esa sensación, el amor.

Levanté la mirada, observando el rostro de Cristiano ¿Qué?

Amas a esa jovencita, puedo verlo, sientes sus miedos, su dolor, lo que la afecta y lo que hace que se estremezca todo su ser, sé perfectamente cómo se siente y bueno yo iba a decirme su más reciente investigación, pero fue interrumpido por los aplausos de su esposa, Rose añoraba cada momento con su familia y pasaba todo su tiempo con nosotros.

Apoyada sobre el marco de la puerta, sonriente y orgullosa de ambos por llevarse tan bien, siempre quiso ver a Cristiano con ese amor paternal Veo que ustedes dos están muy unidos —tomó asiento a mi lado, abrazándome con fuerza.

Señora Rose —respondí.

Ya basta de decirme señora, dime mamá —acarició mi rostro, al sentir esa caricia, tomé la mano de Rose besándole con delicadeza, era una dama, era buena y yo siempre la respeté y ame como lo haría con mi verdadera madre.

Gracias a los dos por darme esta oportunidad —sonreí al ver un cuadro de familia que ni en sueños imagine tener.

Fue algo mágico, ya que habían podido romper las capas de roca que rodeaban mi corazón y por primera vez pude sentir algo aparte de miedo y odio.

—Gracias a ti Max.

—¿Por qué? —pregunté extrañado.

Por permitirnos amarte —respondió a todas mis preguntas aclarando mis dudas, Rose se levantó del sillón y rodeo el escritorio para besar a su esposo y darnos más tiempo a solas, giró sobre sus talones y nos dejó solos.

Creer para mí que tenía esa suerte, era casi imposible, pero agradecía al alma de mis padres por poner a Cristiano en mi camino, más valía tarde que nunca y esa era la razón para dar de mi todo para salvarlos. Cada vez que me veía al espejo era alguien nuevo, ya no había nada del jovencillo sucio, mal educado y altanero que Cristiano encontró en un viaje corto, me habían educado, o más bien, Cristiano había pulido un diamante que se encontraba en bruto.

No diré que no era guapo, más bien mi estatura hablaba por sí sola, mis cabellos rubios y cortos, me daban una imagen fresca, sin mencionar la extrañes de mis ojos con heterocromía, un ojo verde y otro azul, y sobre todo los costosos lujos que mi padre adoptivo me daba, confort, algo que jamás tuve.

Veo que aún no puedes creer lo que pasa en tu vida —dijo al ver que jugaba con mi reloj, era un tic nervioso que apareció una vez instalado en la residencia, era como si tratara de no despertar, que ese sueño siguiese siendo el mismo y no cambiara nada de la perspectiva de lo que era.

En verdad soy muy afortunado de haber caído en tus manos, de haberme enseñado tantas cosas me levanté de mi asiento, sirviéndole una copa de whisky a mi padre, preparándole como siempre dos dedos de puro licor y dos cubos de hielo.

—Gracias hijo —se lo extendí, quien lo recibió con una sonrisa en sus labios.

De nada —le devolví la sonrisa, volviendo a sentarme en los caros sillones y en medio de esa gran escena de fraternidad, ambos sentimos un frío estremecedor congelar nuestros cuerpos, y de la nada se pudo sentir la presencia de algo maligno a nuestro alrededor, sin miedo me puse delante de mi padre extendiendo mis alas, mostrando la diferencia de ellas, diferentes colores, una negra y otra blanca.

¡Bravo! Veo que tienes potencial —aplaudió como un maldito psicópata, la presencia era maldad pura y se regocijaba de algo que no comprendía en su momento.

¡Max! ¡Tranquilo! Te presento a Piora. Te hable de él ¿Recuerdas? Aquel que te dará las respuestas que necesitas bajó la cabeza al ver a Piora en su despacho, cosa que no pase desapercibido, él era el demonio que condenó el alma de mi padre por tenerme a mí en su poder.

El tiempo es un fragmento importante y mi agenda no está del todo libre para ocuparla contigo querido niño, te enseñaré las exquisitas artes del inframundo —extendió su mano, listo para recibirme —Y podrás conocer la verdad de tus orígenes, tenemos una tarde para conversar y una noche para poder discutir qué rol tendrás.

Al escucharlo volví a esconder mis alas, pero la repulsión que sentí no desapareció, mi estómago estaba revuelto y deseaba vomitar, pero por respeto a Cristiano no me lo permití, ya que gracia a ese demonio, Cristiano y Rose seguían aún con vida y yo bajo su ala protectora.

Volví mi rostro hacia mi padre, quien asintió con la cabeza, sabía que él no deseaba eso, y yo tampoco, pero no podía hacer nada, nada para salvarlo, ese demonio le arrebataría la vida si es que no cumplía con sus demandas.

—¡Ve! No tengas miedo —hizo una pausa significativa —Creo que es tiempo que veas a que mundo perteneces y mostrarte cuál es tu misión en esta vida.

Sabes bien que mi misión es velar por Cristiano —discrepé ante sus ideales.

—¡Muchacho! Tu misión será romper el lazo más profundo, la fuerza más extrema de este mundo, deberás romper el gran amor de una pareja de tortolos, esa será tu misión, a cambio de tu gran trabajo te daré lo que más anheles en la vida.

Eres un demonio ¿Cómo confiar en tu palabra? Por un momento pensé en tenerla a ella, pero al ver a Cristiano, su rostro desencajado y sus ojos temblorosos, supe que no debía ser egoísta. Tenía que liberarlo de su condena.

—Sabes bien que sin ti nada puede ser completado —se acercó a mi oído susurrándome —Porque si no cumples, volverás a las cloacas de donde viniste y tu adorado padre volverá al infierno de donde lo saque —ante esas fuertes palabras, supe que estaba atado de pies y manos, él tenía el control absoluto de mis acciones y sobre todo tenía en sus manos la vida de Cristiano y Rose, y era algo que no podía permitir, ellos no eran los culpables de nada.

Sabes bien que cumpliré con cada orden que me des por el bien de mis padres, mientras estén seguros y a salvo me tiene a sus órdenes, señor Esas palabras me despojaron de mi poco orgullo y control, pero todo debía ser por el bien de mis padres.

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