Era la primera vez en la vida en la que me enfrentaba a semejante situación… ¿Martín divulgaría lo acontecido con la gente del gimnasio o lo mantendría entre nosotros? Obviamente que a ese gym no regresaría más y no se me ocurría que excusa le inventaría a mi mujer. Estaba perturbado y una catarata de pensamientos comenzaban a invadir mi cabeza.
Ciertamente, no tenía idea en cómo haría para mirarlo a los ojos nuevamente y desde ya, sospechaba que jamás regresaría a mi casa. La situación tan incómoda que acababa de vivir, me había quitado todo tipo de calentura. Fui a la cocina para comer algo al paso y me puse a ver TV en el living , hasta que quedé profundamente dormido.
Capítulo II
Avanzando un paso
Me despertó el sonido de una llamada entrante en mi celular. Eran las seis y para mi sorpresa, la pantalla indicaba que era Martín. No me animé a contestar y el teléfono dejó de sonar. Pasaron dos minutos, y nuevamente sonó. Mal que me pesara, de una u otra manera, en algún momento, debería enfrentar la situación, así que mejor hacerlo rápidamente, por lo que decidí contestar.
–Hola –dije de manera seca.
–Hola, te llamo para disculparme por la reacción un tanto violenta que tuve hoy –dijo Martín.
–No, disculpame vos; realmente, me salió hacerlo sin pensar en nada y, de alguna manera, tu reacción fue lógica –dije.
–Mirá, la verdad es que me fui mal y me quedé mal el resto de la tarde. Fuiste muy amable al invitarme a la pileta, al prestarme ropa, al dejarme duchar; quizá hice o dije algo que te llevó a pensar de una manera equivocada –dijo Martín– y continuó:
–Si vamos a ser sinceros, realmente me hiciste parar la pija cuando comenzaste a hablar de las cosas que hacías con tu mujer y obviamente, lo notaste; quizá eso te hizo pensar que yo estaba buscando otra cosa.
–El que hizo el primer comentario imaginando lo que yo hacía frente al espejo con mi mujer fuiste vos, vos comenzaste a hablar de sexo; de todas maneras, todo bien Martín, dejémoslo así; fue solo un malentendido. Lo que, sí te pido, es que lo sucedido quede entre nosotros.
Desde ya, olvidate… ¿Querés que vaya a tu casa y que lo charlemos personalmente? –preguntó.
Difícil dejarme sin palabras, pero Martín lo acababa de lograr; no supe bien que responder. Meterlo en mi casa siempre había sido con una intención concreta. Después de lo acontecido, del enojo con el que se había ido y que ahora me estuviese proponiendo regresar para charlar sobre lo sucedido… realmente no supe cómo tomarlo ni en que podría terminar.
–Me sorprendes, pensé que no me querrías ver más ni en figuritas, pero si querés venir, no tengo problemas, ya sabés que estoy solo y al pedo; vení y charlamos –respondí.
–Ok, en quince estoy ahí –dijo, cortando la llamada.
Realmente, me puse nervioso… Fui a la heladera para verificar que tuviese cerveza fría. Fui al baño, me puse una remera para no recibirlo solo en bóxer , regresé al living , puse música tranquila y me quedé esperando su llegada.
Escuché el sonido de un auto estacionando en la puerta y le envié mensaje diciéndole que abriría el portón para que lo entrara al estacionamiento. Martín entró con su auto y me dirigí a la puerta principal para recibirlo.
Nos miramos, sonreímos y ambos hicimos un gesto de vergüenza. Martín se había cambiado de ropa; tenía una bermuda, una chomba celeste y estaba en ojotas. Lo invité a pasar, no sentamos en el living y le ofrecí cerveza, que aceptó con gusto.
Fui hacia la cocina y regresé con dos botellitas, le alcancé una y me senté a su lado.
Bueno, ya nos dijimos algunas cosas por teléfono –dije, como para romper el hielo.
–Sí, es verdad y como te dije, fuiste muy amable y vuelvo a disculparme por la manera en la que reaccioné, pero entendé que jamás me había sucedido algo así –dijo Martín.
–Te comprendo, solo que, como tenías la pija parada y yo soy muy amplio con el sexo… en verdad, te confieso que soy bisexual y pensé que podría ayudarte –dije.
–Me dejás mudo –dijo Martín.
–Mirá… yo tomo mi bisexualidad con total naturalidad; sexo es sexo, sexo es placer, sexo es gozar; cada uno lo hace a su manera y de la forma que mejor le plazca; mientras que sea consensuado entre las partes, todo bien, ¿cuál es el problema? –dije.
Martín me miraba con los ojos bien abiertos y sin decir nada.
–Yo también tengo mis límites y hay cosas que no me van. Solo garcho con tipos que sean machos, no me van los amanerados, los trabas, ni el sexo escatológico, sado o cosas extremas; macho contra macho. ¿Nunca compartiste al menos una paja cruzada con un tipo? –pregunté.
–Ah, bue… veo que la tenés clara… Ya que te sinceraste de esa manera, la realidad, es que compartí minitas con un amigo, participé en tríos con él y con varias trolas, pero nunca le toqué la chota intencionalmente; en verdad y me da vergüenza decirlo, quizá se la agarré para embocársela en la concha o en el orto a alguna amiguita, pero hasta ahí llegué –dijo Martín.
–¿Experimentaste con doble penetración? –pregunté.
–Sí, lo hice varias veces –respondió Martín.
–¿Y no te calentaba la presión de las dos chotas dentro de la minita o de ver como tu amigo se la empomaba? –pregunté.
–La verdad es que sí, pero nunca se me cruzó la idea de garchar con mi amigo –respondió.
Miré hacia su entrepierna y noté que, como había sucedido al mediodía, se le había comenzado a parar la pija. Era evidente que estaba muy caliente y que la conversación cargada de contenido sexual, nuevamente lo estaba comenzando a encender.
–Te hago una pregunta –dije.
–Decime –dijo Martín, con gesto de intriga.
–Pensalo de esta manera ¿qué diferencia existe entre que te la mame una mina y que te la mame un tipo?
Martín quedó un momento callado, mirándome fijamente a los ojos y finalmente respondió.
–Si lo planteas de esa manera, si cierro los ojos mientras que lo hacen, en verdad, no existe diferencia; ambos tienen boca y lengua, los dos chupan igual… va, imagino, nunca me la chupó un tipo. Solo que, en el contexto, verle las tetas a una mina mientras que te la está chupando, no es lo mismo que tener delante a un flaco en bolas… No sé, nunca me imaginé a un flaco tirándome la goma –respondió Martín.
–Mirá, las dos son bocas, pero te aseguro que las mamadas que da un tipo, son mejores que la de las minas; es más, me atrevería a decirte que los flacos activos la maman mejor que los pasivos. El hombre sabe cómo darle placer a otro hombre, mejor que una mina –dije.
Adrede, miré nuevamente hacia su entrepierna, para luego mirarlo a los ojos y volver a su entrepierna. Quería que se diera cuenta de que me había percatado de su erección y como ya no tenía nada que ocultarle, poco me importaba ser explícito con la mirada.
–Veo que nuevamente se te puso dura –dije.
Martín me miró con un gesto de vergüenza.
–Boludo, te conté que hace meses que no la pongo y vos me haces esta clase de comentarios morbosos… ¿Cómo querés que se me ponga? –dijo.
Clavé mi vista nuevamente en su bulto y pasé mi lengua por mis labios para humedecerlos. Lo miré a los ojos, como pidiéndole autorización para hacer lo que había querido hacer al mediodía. En verdad, es lo que había querido hacer desde aquel día en el que lo vi por primera vez en el gym .
Me animé y apoyé la palma de mi mano sobre su cuádriceps izquierdo; Martín no dijo nada; lentamente la fui deslizando hacia su paquete y comencé a franeleárselo. El hermoso cilindro que esa mañana había tenido por breves segundos dentro de mi boca, se marcaba a través de su pantalón.
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