Continuamos por aproximadamente una hora, variando los ejercicios y finalmente dijo:
–Listo por hoy, si no mañana te va a doler hasta el orto.
Pensé “Si me fuese a doler el orto porque me pude encamar con vos, bienvenido sea, que me duela una semana entera.”
–Ok –contesté.
–Lindo parque y hermosa pileta; lo debes pasar lindo –comentó Martín.
–Sí, la verdad es que está lindo y es una casa grande para los dos solos; encima, Andrea está trabajando en el exterior, así que imaginate… yo solo en esta casa –respondí.
–Ah, mirá vos, no sabía que tu mujer se había ido a trabajar afuera; con esta casita y solo… Pirata suelto –dijo Martín.
Me llamó la atención su comentario, e imaginé que seguramente eso es lo que él hubiese hecho de encontrarse en mi situación. Era vox populi que Martín se había trincado a varias minas del gym ; tenía fama de piratón.
Sonreí ante su comentario.
–No, yo soy un santo –dije.
–Me imagino… bueno, comienza el fin de semana de verdad –dijo Martín.
–¿Terminaste?, ¿tenés más alumnos? –pregunté.
–No, tarde de huevo –respondió.
–¿Querés quedarte?, disfrutamos de la pileta y comemos algo; yo tampoco tengo planes, voy a estar al pedo y solo todo el día –dije.
–Estaría bueno, pero no tengo ropa –respondió Martín.
–No seas boludo, te doy un short y lo que necesites para cambiarte –dije.
–Ok, me convenciste –contestó Martín.
Subí al cuarto, me saqué la ropa y me puse un short de baño; bajé en cuero y en patas, con dos o tres shorts para que Martín eligiera.
–Ya te estás esculpiendo querido –comentó Martín, haciendo referencia a mi cuerpo.
–¿Sí?, ¿te parece? –pregunté.
–Si Gonzalo, un gran cambio desde que comenzaste en el gym –agregó.
Agarró uno de los shorts y se metió en el toilette para cambiarse.
Salió descalzo y en cuero; era la primera vez que lo veía así y en nada discordaba con lo que me había imaginado; además de los brazos y piernas que ya conocía, acompañaba un lomo divino y cubierto de pelos; el abdomen sin marcar, pero firme, hasta diría que con una leve curvatura, producto de una tímida pancita que se perdía entre tanto pelo; perfecto ejemplar de barrio, bien machazo, sin producir, prolijo, pero bien hombre.
Fuimos hacia la pileta y nos tiramos al agua. Sentí un tremendo placer con el contacto del agua que enfrió mi cuerpo acalorado por el ejercicio y por mis pensamientos.
Martín nadó un rato y nos quedamos en la parte baja conversando y disfrutando del sol.
Finalmente salimos y nos recostamos sobre sendas reposeras. Noté como el short mojado se aplastaba contra su cuerpo, marcándole el bulto y como los pelos, por el peso del agua, quedaban estampados sobre su piel.
–¿Cómo llevas el tema de la separación?, debés estar garchándote a todas estas yeguas de gym –dije, intentando llevar la conversación para el lado sexual.
Martín sonrió, haciendo con su cabeza un gesto de negación.
–No, man , realmente me pegó mal lo de la separación; la convivencia no daba para más, pero los sentimientos están ahí; hace mucho tiempo que no la pongo; raro en mí, pero la verdad es que casi que ni me pajeo –respondió.
Inesperadamente, Martín me estaba dando una valiosa información y con más detalles de lo que yo hubiese esperado.
Permanecimos más o menos una hora tomando sol y conversando, hasta que decidimos entrar a la casa para comer algo.
–¿Puedo darme una ducha? –preguntó.
–Si boludo, por supuesto, seguime –respondí.
Lo guie a mi habitación, le indiqué la puerta del baño y jodiendo dije:
–Usá lo que necesites, ahí tenés jabón, shampoo, toallónes… y si necesitas que le enjabone la espalda, me avisas.
No sé cómo me animé a decirle eso, porque, la verdad es que no éramos amigos ni mucho menos; ciertamente, era la primera vez que compartíamos tanto tiempo juntos.
–Que boludo –dijo Martín, como respuesta a mi comentario.
Fue al baño, dejó la puerta abierta y comenzó a desvestirse. Solo logré verlo de espaldas y me calentó sobremanera observar sus piernas y su redondo culo peludo.
Escuché el sonido del agua que comenzaba a caer; me saqué el short mojado y me puse un bóxer holgado para tirarme en la cama a la espera de que terminara.
Comencé a dormitar y me sobresaltó la voz de Martín pidiéndome que le alcanzara un toallón. Entré al baño, tomé uno y al girar, lo tenía ahí, parado dentro de la bañera, con la mampara abierta, todo empapado, con los pelos que caían sobre su cuerpo por el peso del agua, una hermosa pija colgando entre sus piernas, de esas bien carnosas y voluminosas; todo un espectáculo.
Me acerqué, le tendí el toallón con una mano y dije:
–Turro, ¡que lomazo tenés!; que bien que te mantenés.
–Es parte de mi trabajo; me tengo que mantener en forma –dijo.
Secate y vení que te doy ropa para que te vistas –dije, pensando que, en verdad, quería que se quedara así, en pelotas y saciar sus necesidades sexuales, que venían siendo descuidadas desde hacía tiempo.
Salí del baño y fui hacia el vestidor para buscar ropa. Me senté en la cama y vi que Martín salía del baño con el toallón atado a su cintura. Realmente, no sabía cómo encararlo; tenerlo en mi cuarto y medio en pelotas, era una situación soñada, pero no se me ocurría de qué manera podía avanzarlo.
Me daba miedo el contundente rechazo que probablemente recibiría. Sabía que se había acostado con muchas minas del gym y no imaginaba que siquiera se le hubiese cruzado alguna vez la idea de garchar con un tipo.
Martín se sentó en el borde de la cama, frente al espejo que cubría completamente una pared lateral del cuarto y sonriendo, dijo:
–Turro, se ve que sos fiestero, eh; las cojídas que te debés mandar acá con tu mujer mientras que se miran en el espejo.
La verdad es que no sabía qué responderle ni como tomar su comentario; teniendo en cuenta lo que me había contado hacía un rato, sobre el tiempo que llevaba sin garchar, lo único que pensé, fue en decir cosas que pudiesen calentarlo.
La verdad es que sí; soy muy morboso y no sabés cómo me gusta mirarme mientras se la entierro, la pongo en cuatro y le doy de atrás, por la concha y por el culo… o cuando hacemos un 69, mientras que ella me embadurna el orto con lubricante y me hace gozar con sus dedos –dije.
Me miró a los ojos y dijo:
–Uy, turro, no podés ser tan guacho; me estás haciendo calentar; jamás imaginé que fueses tan morboso, pareces un tipo tan serio…
Me acerqué y miré directo a su bulto. Martín, no tenía manera de ocultar su erección; su pija estaba dura por debajo del toallón.
–Sí, veo; mirá cómo está tu caño… –dije, intentando abrir el juego.
Sin darle tiempo a pensar, tiré del nudo del toallón, dejándolo desnudo y me arrodillé frente de él.
Martín se quedó duro, mirándome a los ojos. Sin dejarlo reaccionar, le agarré la poronga y me la metí en la boca. Inesperadamente, Martín me agarró de los pelos, alejó mi cabeza de su pija y se paró.
–Pará forro, ¿qué hacés?, ¿estás loco?, jamás cojí con hombres y no me atrae la idea. Disculpame, pero esto no es para mí; me parece que entendiste cualquier cosa –dijo enojado.
–Disculpame, man , pensé que podía ayudar a aliviar tu calentura –dije.
No, man , gracias, pero paso –respondió Martín.
Fue a buscar su ropa, se vistió y comenzó a bajar la escalera. Lo seguí para abrirle la puerta, nos despedimos fríamente, le pedí nuevamente disculpas y se fue sin decir más nada.
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