Sofía dejó de mirarse los pies, fijándose en la feliz cara del niño que estaba sentado a su lado.
—¿Soy tu amiga?
Él asintió con rapidez.
—Mira, para que podamos conocernos mejor, yo te digo algo de mí y tú algo de ti. ¿Quieres?
Ella dudó un poco, sin saber qué contestar. Revolvió sus manos y volvió a fijarse en los ojos de Dilan, cristalinos y sinceros.
—Está bien. Mi color favorito es el violeta.
—¡Vaya! Pues el mío es el rojo, pero un rojo especial.
—¿Cuál?
Dilan se le acercó sin ninguna vergüenza, cogiéndole un mechón de pelo.
—El de tu pelo, un rojo casi naranja, pero brillante».
—La cosa es que es muy bonita. ¿Quieres escucharla?
Sofía salió de sus pensamientos, moviendo la cabeza levemente, impactada. Una lágrima asomó por su ojo derecho antes de que pudiese contestar. Oliver dejó de mirar su móvil y frunció el ceño, como si no entendiese nada.
—Eh, ¿estás bien? No sé qué te he hecho, tampoco tienes por qué ponerte así.
La mirada de Sofía se posó en el infinito, todavía sumida en los recuerdos que le revolvían el estómago y le rompían el alma. Oliver la miró de arriba abajo con impaciencia, moviendo los pies con cierta inquietud, resoplando y cruzando los brazos mientras se humedecía los labios con la lengua. El pasillo estaba cada vez más vacío, prácticamente solo quedaban ellos dos, parados sin más en la esquina de la taquilla de Sofía. Él empezó a impacientarse, carraspeando a la espera de una respuesta.
—Oye, creo que estoy siendo bastante majo contigo como para que te comportes así.
Aquella frase golpeó su mente con fuerza, haciéndola bajar de las nubes de un plumazo. Levantó la cabeza rápidamente y escruto la mirada de Oliver. Sofía cerró los puños, dejando que la cólera le corriese por las venas con fluidez, incapaz de controlar sus sentimientos ni un solo segundo y apretando los dientes para evitar insultarle de la forma más mordaz y agresiva que conocía, cosa que deseaba.
—¿¡Perdón!? Tú no sabes nada de mi vida, así que ve callándote. Si lloro, será por algo, y si no te gusta cómo te contesto, te aguantas —le gritó, plantándole una mirada terca, seria y rabiosa.
Oliver dio un paso atrás, adoptando una expresión de incógnita exagerada, mientras Sofía fijaba su mirada en el suelo, apretando los puños y dejando que el pelo le cubriese la cara, mojándose con las lágrimas que surcaban sus mejillas. Los ojos de Oliver brillaron con arrogancia:
—Lo siento, pero creo no te estoy entendiendo.
Sofía seguía petrificada, y solo con el tono de Oliver podía notar que esperaba una respuesta concreta, y que si no la recibía, todo iría a peor. Se fijó en sus ojos, rebosantes de ira; en su rostro, enrojecido por la ira; en su mano, que mantenía agarrada con fuerza al extremo de su camiseta. Entonces, sonrió tímidamente, como si no pasase nada, deseosa de que alguien viera la escena y se pusiese en medio. Se aparto el pelo tras las orejas y se mordió un labio, dejando todavía más confundido al chico.
—Lo que ocurre es que Dilan ya no está —comentó ella, esforzándose para no llorar.
Oliver miró hacia todos lados, moviendo los pies repetidamente, como si aquella situación le incomodase. Su rostro cambió de repente, convirtiéndose en un ser amigable con aspecto inocente.
—¿Quién es Dilan?
Sofía abrió la boca, pero no pudo decir nada y, sin más, rompió a llorar, por el miedo, la ira o la tristeza, dejando a Oliver a cuadros. Pero este no se cortó.Tímidamente, arropó a Sofía entre sus brazos y le acarició la espalda, todavía impactado por aquello.
—Bueno. Si quieres, puedo hablar con ese idiota. No puedes estar así por un chico.
Sofía se separó de él, abriendo los ojos con asombro y esforzándose por no temblar de miedo.
—No es porque me haya dejado. Ni siquiera tuvo tiempo… — Se apartó de él lentamente, acariciándose un brazo—. Es que Dilan está muerto —matizó, deseosa de salir corriendo.
Las piernas le temblaban. Su cabeza iba a mil por hora, pero por alguna razón quería continuar aquella conversación. Oliver llamaba su atención, y quería conseguir llamar también la suya; sin embargo, algo le gritaba desde su fuero interno que dejase estar aquello, que no hiciese más la tonta. Oliver abrió los ojos de par en par, y algo se encendió en la mente de Sofía, como si toda su razón se fuese al garete, dejando paso a la tremenda idiotez que tenía dentro de ella. Esbozó una leve sonrisa pícara y volvió a acariciarse el brazo, sonrojándose a propósito, y mirando a Oliver como jamás había mirado a nadie.
—Bueno, pues… —Y, sin pensarlo dos veces, le plantó un beso, descaradamente.
Los murmullos y suspiros furiosos de Brianna se podían oír por todo el pasillo, intentando llamar la atención de Sofía. Sus ojos irradiaban ira en estado puro. De haber podido, la habría quemado con la mirada. Pero se quedó en el sitio, esperando a que Oliver desapareciese de su vista, y nada más lo vio despedirse de su amiga, se acercó hasta ella con paso decidido, rabiando y apretando los puños.
—Hola —dijo Sofía, pero Brianna no aceptó el saludo. Se paró en seco y le dio una sonora bofetada.
Sofía se quedó helada, apretando los dientes.
—¿Estás senil, o que te pasó, so subnormal?
Brianna soltó aire, más tranquila.
—¿No decías que querías a Dilan? Pues ahí tienes, eso te pasa por imbécil. ¿Te acuerdas de lo que hablamos hace tres años? Pues esto es lo que te mereces por… Mejor me callo.
—Lo que hablamos hace tres años era una maldita gilipollez de crías.
Brianna soltó un grito, indignada, dejando que unas leves lágrimas asomaran por sus ojos.
—¡Mis sentimientos no son una gilipollez de crías!
Sofía cerró su taquilla de golpe y le pisó a Brianna el pie a propósito y con agresividad.
—¡Uy, perdona! No te había visto.
Una lágrima surcó la mejilla de Brianna. Su corazón se había partido en pedazos, dejando que su sangre se enfriase, haciéndola sentir débil como una hoja.
—¿Sabes cuánto he confiado en ti, Sofía? ¿Sabes la de amigos que he perdido últimamente solo para estar contigo? Eres imbécil. No, mejor, yo soy imbécil. Imbécil por haberte hecho caso, por no haberte abandonado. ¿Sabes? Dilan tuvo suerte.Al menos, él siempre tendrá en su mente a la otra Sofía, y no a lo que eres ahora. ¡Te odio! —Brianna se giró de golpe, dejando a su vieja amiga anonadada—. ¿En serio piensas salir con Oliver? ¡Eres despreciable! Además de que hace solo dos meses de lo de Dilan, tienes que besarte con un chico que apenas conoces de ayer.
Sofía tragó saliva con dificultad, ingiriendo la pura realidad. Su mente barajaba con rapidez un millón de posibilidades, un millón de posibles culpables, pero ella sabía perfectamente que era la única que podía llevarse el mérito de todo aquello.
—¿¡De qué hablas!? ¿Acaso te gusta? —preguntó con un tono de superioridad.
Brianna se paró en seco, suspirando.
—Te quiero, Sofía, pero no eres tú. Tenías razón. Las muertes cambian mucho a la gente, pero yo nunca te dejé de lado cuando mi madre murió.Todo lo contrario.Y te diré una cosa: entiendo que lo has pasado mal, pero ya está bien. ¿Te crees mejor por tener novio e ir insultando a todos por doquier? Cuando vuelvas a ser tú misma, volveré a ser tu amiga. Hasta entonces, olvídame.
Los pasos de Brianna resonaban por todo el pasillo. Sofía se había quedado completamente muda.
Acabé la letra «a» con un gracioso ribete, como siempre. Me encantaba hacer la letra lo más preciosa posible. Ángela mordisqueaba su bolígrafo, pensativa. Una de sus cejas estaba curvada, demostrando que algo la frustraba. Nuestra respiración era lenta y suave, dejando que el agradable sonido de la fina lluvia nos inundara armoniosamente, al menos para mí. Un delicioso chocolate caliente se posaba a mi lado, inundando el ambiente con un agradable olor.
Читать дальше