Noelle Cass - El error de tu venganza
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Al acabar se levantó y fue a la cocina a prepararse un café, estaba contento cómo le había quedado la propuesta, Harris iba a quedar satisfecho, tenía la impresión de que le iba a dar el visto bueno a los proyectos. Su padre le había enseñado todo lo relacionado con el negocio informático; en la Universidad, estudió para seguir instruyéndose en la materia y así continuar con el legado familiar. Que desde que él estaba al frente, los beneficios crecían cada año. Haciendo que la fortuna familiar fuera considerable. Había logrado ser un auténtico triunfador en la vida. Estaba muy orgulloso de ello, ya que la educación de sus padres había influido mucho en el modo de vida que llevaba en el presente.
Dos días después, Isabella no era capaz de pensar en nada más, la imagen de Cristopher invadía una y otra vez su mente. Era el hombre más importante de su vida, y no ayudaba el hecho de que regresara del pasado para seguir causando estragos de nuevo en su vida. Se daba cuenta de que era completamente imposible que se olvidara de él. Su corazón y su mente se negaban a abandonar los recuerdos de ese hombre. Tenía muy claro que le iba a ser completamente imposible borrar de un plumazo, todo lo que sentía por Cristopher y los recuerdos que atesoraba de todo lo que habían vivido juntos. El alma se le caía a los pies cuando pensaba en ello, y en todo el poder que tenía ese hombre para arrastrarla de nuevo a lo más oscuro de un pozo del que no tendría valor ni fuerzas para salir, tenía muy claro que si él volvía a hacerla sufrir nunca sería capaz de recuperarse, sería un golpe muy duro para ella y para todo lo que había logrado, después de tantos años.
Pero tenía que ser fuerte y no volver a dejarse embaucar de nuevo por él. Estaba decidida a seguir con su vida tal y como estaba en ese momento. Incluso se estaba planteando la posibilidad de empezar una relación con Kyle. Era una buena persona, atractivo y lo conocía desde hacía tiempo, cuidaría de ella y no la haría sufrir, sabía que estaba enamorado de ella y pensaba que con el tiempo ella sería capaz de enamorarse de él. Lo que menos pretendía era hacerle daño, nunca se atrevería a jugar con los sentimientos de Kyle, eso lo tenía muy claro. Ella haría todo lo posible para que, si se daba una relación entre los dos, sería fuerte para poder corresponderle también en la intimidad, ojalá Kyle pudiera hacer que se olvidara del horror que había vivido la fatídica noche.
Salió del dormitorio, y fue a la cocina a prepararse un café antes de salir a trabajar. Mientras llenaba la cafetera de agua y ponía el café, su cabeza volvió a pensar de nuevo en Cristopher. Cada vez faltaba menos para el viernes y tenía los nervios a flor de piel. Pero sacudió suavemente de un lado a otro para evitar seguir pensando en él. Tenía que despreocuparse y disfrutar de su trabajo, de Kyle, de Anna y de todos sus compañeros, que se portaban increíblemente bien con ella.
Cuando el café estuvo listo, cogió del armario de enfrente dos tostadas del paquete y las untó con mermelada para acompañar la bebida. Veinte minutos después, se ponía una chaqueta turquesa a juego con el vestido que llevaba y que le llegaba hasta las rodillas. Cogió las llaves del apartamento y del coche en la consola de la entrada y salió. Era una mañana preciosa y eso le levantó el ánimo. Cuando llegó al aparcamiento, se subió al coche y arrancó, se fue en dirección a la calle donde estaba el edificio de oficinas donde trabajaba. Al llegar, como cada mañana, coincidió con Kyle y subieron juntos a la planta, ya en la sexta planta, se fueron un rato a la sala de descanso, aún era temprano para empezar a trabajar, sus compañeros todavía estaban empezando a llegar.
Mientras Cristopher, en su apartamento, miraba concentrado la calle desde los amplios ventanales de su despacho, con una taza de café en las manos. Estaba seguro de que Isabella pronto caería de nuevo en sus redes. Su instinto de depredador así se lo decía. Si apostara estaba seguro de que ganaría.
Cuando había acariciado a Isabella, él notó cómo ella se estremecía con esa simple caricia, había abierto los ojos sorprendida de que él hubiera roto el contacto, pero eso formaba parte de su plan. Ella pagaría por todo el daño que le había infligido. Aunque su corazón y su mente eran una constante contradicción, su cabeza le decía que tenía que vengarse de la mujer que tanto le había hecho sufrir. Se llevó la taza a los labios y sorbió la deliciosa mezcla, orgulloso de lo bien que marchaba todo.
Con una sonrisa siguió contemplando la calle. Tenía que ser fuerte y no flaquear a la hora de seguir con sus planes. Si permitía que esa mujer entrara de nuevo en su vida y en su corazón, no podría resistirlo. No podía imaginar que una mujer tuviera tanto poder sobre él y eso era lo que más le aterraba. El poder que Isabella ejercía sobre su mente y su corazón. Pero poco a poco, sería capaz de arrancársela definitivamente del corazón. Se alegraba de que ella no se hubiera quedado embarazada de él. Era tal el alivio que sentía, ya que no se imaginaba a una mujer como Isabella, como la madre de sus hijos. Isabella sería una mala madre y no quería que sus hijos pasaran por esa humillación, niños inocentes que no tenían la culpa de que una mala madre y sin escrúpulos, les diera la vida.
Cuando acabó de tomarse la taza de café, giró el asiento y depositó la taza sobre el escritorio y se levantó. Pensativo, se puso a dar vueltas por la estancia. Pero antes, tenía que sabotear todas las posibilidades que tuviera Isabella con ese tal Kyle. Su siguiente paso sería tener una charla con ese hombre, pensaba, mientras en su rostro aparecía una sonrisa cínica. Isabella nunca se enteraría. Hablar con él y contarle qué tipo de mujer era ella, sería más que suficiente. Por muy enamorado que estuviera de ella, un hombre que deseaba tener una relación estable con una mujer, buscaba a una buena mujer y decente. No a una mujer fácil como Isabella, que vendía su alma al mejor postor. Después tendría por completo el campo despejado y podría actuar a su antojo. Y eso era lo que más feliz le hacía. Se detuvo en seco, tendría que conseguir el número de Kyle e invitarlo a tomar un café, sin que ella se enterara, y si lo buscaba en las oficinas donde trabajaba Isabella, corría el riesgo de que ella se enterara, si eso sucedía, se pondría en guardia y empezaría a atar cabos. Necesitaba que siguiera permaneciendo en la ignorancia. Que pensara que lo único que quería era romper con el pasado y seguir cada uno por su lado. Pero qué equivocada estaba. Iba a hacer todo lo posible para doblegarla a su merced. Se acercó de nuevo al escritorio y marcó el número de información y pidió a la amable telefonista que le proporcionara el número de teléfono del compañero de Isabella. No sabía el apellido, pero dio el nombre de la empresa y la telefonista le proporcionó el teléfono del despacho de Kyle. Después de dar las gracias amablemente, quedó satisfecho. Todo marchaba a las mil maravillas, pensó, mientras volvía a dejar el móvil sobre el escritorio. Se volvió a sentar en el asiento y siguió trabajando en el ordenador durante dos horas más sin parar. Pasadas las dos horas, se levantó satisfecho por todo lo que había adelantado con el trabajo. Se estiró para estirar los músculos entumecidos y salió del despacho. Se fue a la cocina a preparar un sándwich, después abrió la nevera y sacó una lata de refresco de naranja. Saboreó con calma la comida acompañada del refresco. Cuando acabó, recogió y se fue al salón. Allí se sentó en el sofá y se puso a ver el canal de deportes veinticuatro horas. En ese momento quería distraerse y no pensar en nada más.
En cambio, Isabella seguía consumida por los nervios. Se preguntaba cómo después de tantos años, ese hombre la podía seguir poniendo nerviosa. Ella se negaba a pensar que era porque lo seguía amando, le parecía imposible que así fuera. Pero en su fuero interno sabía que eso era exactamente lo que estaba pasando. Nunca había dejado de amarlo y lo amaría hasta el último segundo de su vida. Era el único hombre que había amado y que amaba. Sabía que Cristopher tenía el poder de destruirla de nuevo si se lo proponía. Le bastaba con mover un solo dedo para hacer todo lo que él le pidiera y eso la aterrorizaba, más que ninguna otra cosa en el mundo. Muchas veces, se preguntaba cómo había permitido que un hombre ejerciera tanto poder sobre ella. Fijó la mirada en el reloj de la pared del despacho y se levantó, decidió tomarse un respiro y bajar a comer sola. Ya que dudaba que Kyle pudiera quedar para comer con ella como de costumbre. Seguramente estaba liado con el trabajo y le resultaba imposible ir a comer a la hora de siempre. Se levantó del asiento, cogió la chaqueta, el bolso, y salió de la oficina. Por el pasillo no había rastro de Kyle y bajó sola a comer. Ya fuera del edificio se puso a caminar hacia su restaurante favorito. Al llegar, entró y se sentó en su sitio de costumbre, pidió un refresco mientras le preparaban el pescado a la plancha que pidió. Media hora más tarde, salió del restaurante y volvió al despacho. En esa ocasión tampoco había rastro de Kyle. Isabella preguntó en recepción si lo habían visto salir o entrar, pero la chica de recepción le dijo que no lo había visto en toda la mañana. Subió al ascensor y ya en su despacho se puso a trabajar otra vez en el ordenador.
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