—¡Qué estás haciendo aquí! —exclamó indignada.
—Buenos días, Isabella —dijo él levantándose perezosamente del sofá, con el ramo de flores en la mano.
—Que haya aceptado tu invitación no significa que puedas presentarte en mi despacho cuando quieras.
—Solamente he venido a hacerte una visita de cortesía, de amistad —mientras hablaba, acortaba la distancia que los separaba, Isabella se quedó mirándolo hipnotizada, no podía apartar la mirada de ese atractivo hombre. Después de tantos años, su presencia todavía le afectaba.
—Tenía ganas de verte, y quiero asegurarme de que no te vas a echar atrás con la invitación a comer. —Cuando ya estuvo cerca de ella, le entregó el ramo de rosas. Ella vaciló, pero finalmente aceptó las flores, aspiró el suave aroma de las rosas que le evocaba recuerdos del pasado, cuando ellos eran felices y para Isabella no existía otro hombre más que Cristopher, se obligó a volver al presente.
—No... no, por supuesto que no voy a cancelar la comida.
—Me alegro de escuchar esa respuesta. —Y con la mano, empezó a acariciarle la cara. Isabella se perdió en las sensaciones que esa simple caricia le hacía sentir a su cuerpo. Cerró los ojos y dejó que sus sentidos disfrutaran del contacto de la piel de Cristopher sobre la suya.
Cristopher disfrutaba viendo cómo ella reaccionaba a sus suaves caricias. Pero no estaba preparado para las sensaciones que a él le hacía sentir, con ese simple gesto. Volver a acariciar la suave y delicada piel de Isabella, le devolvieron a su mente recuerdos del pasado que creía dormidos. Después de tantos años, no podía creer que pudiera seguir amándola, pero en ese momento, supo que nunca iba a poder olvidarla, quizás ella pudiera rehacer su vida con otro hombre, pero a él le sería imposible enamorarse de otra mujer que no fuera Isabella.
A regañadientes, rompió el contacto y se separó de ella, mientras la seguía mirando fijamente con intensidad. Isabella parpadeó varias veces confundida, le dolía que él se separara de ella.
—Sigues siendo una mujer muy bella, Isabella. Y tu... piel sigue siendo tan suave y perfecta como la recordaba.
—Gra... cias —dijo ella balbuceando, parecía que su cerebro era incapaz de coordinar ninguna palabra coherente.
—Te invito a tomar un café, ¿quieres? —preguntó él, mientras en sus ojos apareció un brillo fugaz, que Isabella no pudo descifrar.
—Noo... hoy... me es imposible, Kyle y yo... tenemos mucho trabajo.
—Ahhh y ese Kyle... y tú estáis saliendo juntos —Esperaba de todo corazón que ella le respondiera negativamente.
—No, en absoluto, Kyle y yo somos buenos amigos, pero nada más —se negaba a confesarle que Kyle estaba enamorado de ella.
La respuesta agradó a Cristopher, no tenía impedimento alguno para seguir con sus planes. Y si se diera el caso de que ella no le hubiera dicho la verdad, y ese hombre era su amante, él haría que Isabella rompiera la relación con ese Kyle. Cuando los había visto en el restaurante, se había fijado en la cara de Kyle y cómo la miraba embobado, claro que estaba enamorado de ella, se dijo, mientras se iba hacia la puerta del despacho dispuesto a marcharse, quería dejar a Isabella con ganas de sus caricias, pronto la tendría comiendo de la palma de su mano. E iba a disfrutar de cada segundo y cada minuto con ella.
—En ese caso, me voy para que puedas trabajar, te llamo el jueves para recordarte la cita, ¿te parece bien? —ella asintió positivamente con la cabeza y él sonrió—. Hasta el jueves entonces —dijo él. Acto seguido salió del despacho, Isabella se fue hacia el escritorio y se derrumbó en el asiento. Estaba hecha un flan, las piernas no la sostenían, parecían de gelatina, y tenía los nervios a flor de piel. Ese hombre seguía causándole estragos, después de tantos años. La había acariciado, una delicada caricia que no quería que se rompiera nunca, lo seguía amando como el primer día, pensó, mientras se llevaba el ramo de flores a la nariz para olerlo. Los recuerdos del pasado continuaron regresando a su mente.
Mientras Cristopher salía del edificio de oficinas donde trabajaba Isabella, sonreía feliz, su plan marchaba a las mil maravillas y se felicitaba por ello. Ella no tardaría en caer rendida de nuevo en sus brazos. Lo tenía muy claro, y así se lo había demostrado hacía unos momentos, cuando la había acariciado. Pero tenía que andarse con pies de plomo, no podía correr el riesgo de volver a caer en las redes de Isabella. Ese breve contacto le había servido para darse cuenta de que todavía la seguía amando con todo su ser, y no quería volver a sufrir por ella otra vez. No después de tanto tiempo luchando con los fantasmas del pasado.
Llegó al aparcamiento y subió al coche. Se incorporó a la circulación y aceleró. Tenía que seguir su plan de seducción. Iba a lograr que Isabella se casara con él. Por fortuna, no tendría que esperar por mucho tiempo, sabía que él le atraía. Solo era cuestión de tiempo y paciencia.
Una hora más tarde, Isabella seguía en su despacho con la mirada perdida. Aunque había intentado concentrarse en el trabajo, le había resultado imposible. La visita de Cristopher causó estragos en su mente y en su cuerpo. Los dos no dejaban de evocarle recuerdos del pasado. Y después de una hora, todavía no se pudo recomponer del contacto de su piel, con la de él. Tenía que ser fuerte y no ceder, se decía, no podía dejar que Cristopher derribara de nuevo sus defensas. Pero era justamente lo que estaba haciendo, no sabía con qué intenciones, pero su mente, cuando conseguía pensar con claridad, le decía que él no estaba tramando nada bueno, después del viernes se olvidaría por completo de él. O al menos lo iba a intentar. Esperaba que Cristopher no siguiera molestándola.
Quince minutos después, Kyle entró en el despacho cargado de documentos, no le había mentido a Cristopher respecto al trabajo, tenían mucho trabajo pendiente y ver a Kyle cargado con los archivadores, le hizo despejar la mente para concentrarse en el trabajo y olvidarse del hombre que había estado en su oficina, los restos de su perfume seguían inundando sutilmente la estancia. Finalmente, consiguió concentrarse en todo el trabajo que tenían. Dos horas más tarde, hicieron una pausa para salir a comer algo. Tanto Kyle como ella, estaban agotados y decidieron tomarse un respiro.
Ya en su propio despacho, Cristopher estaba sentado en el sillón, contemplando el paisaje sonriendo. Estaba contento como estaba saliendo todo.
Se obligó a girarse hacia el ordenador y seguir trabajando, tenía que acabar unos proyectos que quería presentar dentro de dos días a su asesor, para pedirle su opinión en relación con ese negocio y necesitaba tener recopilada toda la información posible. En relación con el trabajo, le gustaba tener todo bajo control y en orden. No había llegado a donde estaba, sin esfuerzo. En lo amoroso, no se dejaba encandilar por las mujeres, aunque había tenido un par de amantes, un par de años después de dejar a Isabella. Varias mujeres habían intentado introducirse en su mundo, pero él las frenaba en seco, quitándoles las esperanzas de un futuro con él. No iba a volver a arriesgarse de nuevo a sufrir por amor. Además, necesitaba tener fuerzas para seguir con su venganza en contra de Isabella, y si tenía otra mujer a su lado todos sus esfuerzos se esfumarían, si ella se daba cuenta de que estaba con otra mujer. Ahora que la tenía tan cerca, no podía darse el lujo de que ella desapareciera de nuevo de su vida, esta vez no iba a dejarla escapar, mientras pensaba con una risa cínica. Esta vez Isabella no iba a salirse de rositas, pagaría con creces su traición.
Finalmente, se obligó a concentrarse en los documentos, necesitaba tener los proyectos terminados lo antes posible para que Harris los viera y le diera su opinión. El hombre era un experto en finanzas y sabía de muy buena tinta los negocios que eran viables y cuáles no. Por eso llevaba muchos años trabajando para Cristopher. Su éxito financiero se lo debía a ese hombre. Entre los dos formaban un buen equipo, él ponía las ideas y el capital necesario, el otro aportaba sus conocimientos en los negocios.
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