1 ...6 7 8 10 11 12 ...19 Otro día que terminaba, y caía la oscura noche sobre la ciudad. Isabella salió de su oficina y en ese momento se encontró con Kyle, que se dirigía al ascensor. Los dos se subieron juntos y bajaron a recepción. Ya en el exterior, Kyle le preguntó a Isabella si le apetecía ir a tomar un café o a cenar algo. Ella aceptó encantada la invitación a tomar café. Esa noche no le apetecía cenar demasiado, cada hora que pasaba, los nervios se le ponían a flor de piel, estaba segura de que su cita con Cristopher sería su sentencia de muerte; a partir de ese momento, su vida volvería a quedar reducida a cenizas, pensaba, mientras Kyle la dirigía hacia el restaurante en el que solían comer al mediodía. Entraron en el restaurante y una amable camarera los acompañó a una mesa y pidieron un café expreso para Kyle, e Isabella optó por un café con leche. No quería arriesgarse a pasar otra noche en vela. Después de que la chica les sirviera las bebidas y los dejó a solas. Kyle le preguntó:
—Isabella, ¿te pasa algo? Desde hace unos días te encuentro decaída y ausente, me estoy empezando a preocupar.
—Todo está bien, Kyle, pero hay algo que no te he contado.
—¿De qué se trata? —preguntó él enderezándose en su asiento.
Isabella se aclaró la voz y habló en un susurro apenas audible. Kyle tuvo que agudizar el oído para escucharla por encima del murmullo de voces de la gente que había en el restaurante.
—Cristopher ha vuelto a mi despacho para asegurarse de que voy a ir a la cita.
—Te vuelvo a pedir que no lo hagas, déjalo plantado. Mi instinto me dice que no se trae nada bueno entre manos. Te hará sufrir de nuevo, Isabella.
—Sé que tienes razón, y yo tengo ese mismo presentimiento que tú. Pero lo único que quiero es pasar página y seguir adelante con mi vida.
—Es una trampa, Isabella, ¿es que estás tan ciega para no darte cuenta? Lo que quiere ese hombre es atraparte de nuevo entre sus redes y volver a hacerte sufrir de nuevo.
—Sé que esa es una posibilidad, nuestra relación no terminó de la mejor manera.
—Yo también tengo algo que decirte.
—¿De qué se trata?
—Cristopher ha dejado un mensaje a mi secretaria invitándome a tomar un café, parece ser que quiere tener una pequeña charla conmigo.
A Isabella, se le cayó el alma a los pies. No sabía a qué demonios estaba jugando Cristopher, pero que ella supiera, no conocía de nada a Kyle y no tenía motivos para tener que hablar sobre nada con ese hombre.
—¿Estás seguro de que se trata del mismo hombre? —preguntó ella con un rayo de esperanza.
—Es el mismo, no conocía su apellido, e hice una búsqueda en Google y sale su foto, no hay ningún error, es el mismo: Cristopher Lowe.
—Esto es todo muy raro —respondió ella, mientras se llevaba la taza de café a los labios y daba un sorbo a su bebida.
—Por eso te digo que lo ignores, Isabella, si le das la oportunidad te destruirá de nuevo, estoy convencido de ello. Si accedes, se lo estás sirviendo en bandeja de plata.
Isabella palideció ante las duras palabras de Kyle, pero sabía que él tenía razón, sabía lo cruel que podía llegar a ser Cristopher, lo había vivido en sus propias carnes.
—Te prometo que solo iré esta vez y después me olvidaré de él, te lo prometo.
—Está bien —dijo él de mala gana—, pero ten mucho cuidado, ¿quieres que te acompañe y me siente discretamente en una mesa? Puedo invitar a alguna amiga y sentarnos disimuladamente a comer, él no sospechará.
—Gracias de todo corazón por tu ofrecimiento, Kyle, pero es mi batalla y tengo que librarla yo sola.
—Solo prométeme que, si estás en apuros, acudirás a mí, una llamada y enseguida me presento para ayudarte a que ese desgraciado no te atrape entre sus tentáculos.
—Te lo prometo. —Y puso su mano sobre la de Kyle, que en ese momento la tenía apoyada sobre la mesa. Él la giró, atrapó entre su mano la de Isabella y la acarició suavemente. Ella no rechazó la caricia tan suave que Kyle le estaba haciendo. Incluso se dejó llevar y disfrutó de ella.
Casi dos horas después, y de tomarse dos cafés más, se levantaron de la mesa. Mientras Kyle fue a la barra a pagar las consumiciones, ella lo esperó cerca de la salida. Unos minutos después, él se acercó de nuevo a ella y salieron juntos del restaurante. Kyle la acompañó al aparcamiento donde ella tenía su coche. Ya dentro, Isabella arrancó el coche y salió del aparcamiento. Kyle le hizo un saludo de despedida que ella respondió agitando la mano.
—¡Cuídate mucho, Isabella! —exclamó angustiado, mientras se dirigía a la zona del aparcamiento donde tenía aparcado el coche. Unos minutos después, él también abandonaba el estacionamiento de las oficinas donde ambos trabajaban.
Su instinto estaba más alerta que nunca. Sabía que Isabella estaba en graves apuros si dejaba que ese maldito volviera a entrar de nuevo en su vida. Intuía que el desgraciado no estaba tramando nada bueno contra Isabella. Pero estaba muy equivocado si creía que Isabella no tenía a nadie quien la protegiera. Cristopher pensaba que ella estaba sola y desvalida. Pero él le demostraría todo lo contrario. Él estaría muy pendiente de Isabella. La amaba con sinceridad y tenía las esperanzas de que algún día ella le correspondiera. Era lo que más deseaba en el mundo. Ser feliz al lado de Isabella y que ella también lo fuera a su lado. Con él no tendría ningún problema, estaría siempre protegida y mimada. Era lo que se merecía después de tanto sufrimiento que le había infligido ese hombre. Finalmente, se concentró en la circulación que a esa hora era escasa, y siguió conduciendo hasta su apartamento.
Isabella aparcó el coche y se fue directa al apartamento. De camino, sacó del bolso las llaves y cuando llegó a la entrada, abrió y entró en el interior del apartamento. Cerró la puerta con llave, dejó caer el bolso y las llaves en el suelo y se dejó caer pesadamente en el sofá. Su cabeza era un torbellino de pensamientos. Si Kyle le había dicho la verdad, Cristopher no tenía buenas intenciones con ella, su mente así se lo decía. Pero su corazón se negaba a creer lo mismo y estaba muy confundida por ello.
A Kyle le había dicho la verdad. Solamente aceptaría esa invitación y después se olvidaría de Cristopher para siempre. Tenía muy claro que no lo quería de nuevo en su vida. Quería seguir despreciándolo y odiándolo como hasta ahora. No le importaba lo amable que fuera con ella. Esa era la única salida que tenía para salir bien parada de esa mala jugada que le había puesto nuevamente el destino. Tenía que verlo como un obstáculo que se presentaba de vez en cuando en la vida. Algunos tenían que enfrentarse a enfermedades terribles, a la muerte de un ser querido. Esa era la batalla que tenía que combatir en esos instantes. Quería pensar que sería capaz de salir victoriosa y seguir con su vida y su rutina de nuevo.
Minutos después, se levantó del sofá y fue a la cocina a prepararse un té. Todavía era temprano, pero tampoco tenía sueño. Dudaba también que, aunque se acostara y se pusiera a leer, le sería imposible concentrarse en la lectura.
Ya en la cocina, cogió la tetera y puso el agua a hervir, después abrió el armario, cogió una taza y un sobre de té. En otro estante cogió unos terrones de azúcar y en un cajón cogió una cucharilla. Mientras el agua hervía se apoyó sobre la encimera. Su cabeza volvía a Cristopher y maldijo el día en que lo había vuelto a ver. Desde ese día su alma no tenía paz ninguna. Se encontraba encerrada entre un campo de minas que, en cualquier momento, y sin quererlo, pisaría una y todo acabaría estallando en mil pedazos. Sacudió la cabeza para quitar esos pensamientos de su mente. En ese instante, la tetera silbó anunciando que el agua ya estaba hervida. Se sirvió el té y con la taza en la mano, volvió al salón y se sentó de nuevo en el sofá. Cogió el mando de la tele y sintonizó un canal de la tele en la que en ese momento emitían un capítulo de su serie favorita. Durante más de media hora pudo distraerse, mientras se acababa la taza de té. Al finalizar la serie apagó la tele y dejó la taza en el fregadero de la cocina y se fue al dormitorio. Se acostó, pero tardó en quedarse dormida. Durante dos horas, no hizo otra cosa que dar vueltas y más vueltas en la cama. Hasta que finalmente el sueño la invadió y cayó irremediablemente en los brazos de Morfeo. El resto de la noche durmió profundamente y no se enteró de nada más. Estaba tan agotada que podría pasarse semanas e incluso meses, dormida, para evadirse de la realidad. Mientras dormía pudo dejar de pensar en Cristopher y de las advertencias de Kyle. Sin querer proponérselo, su vida ya estaba empezando otra vez a estar patas arriba.
Читать дальше