1 ...8 9 10 12 13 14 ...19 Mientras, en su despacho, Cristopher lanzó el teléfono sobre el escritorio soltando una sarta de improperios. Isabella había desconectado el teléfono para no hablar con él. No se había esperado esa jugada por parte de ella, pero no le importaba, con paciencia y todo bien planeado la tendría de nuevo doblegada ante él. No importaba que ese Kyle la estuviera aconsejando. Se imaginaba que ella estaba actuando de esa forma ayudada por ese hombre, que la debía estar advirtiendo sobre los motivos que tenía él para acercarse de nuevo a ella. Pero tenía muy claro que él iba a pasar por encima de esos consejos y de la protección que Kyle le estaba proporcionando. Cuando se proponía algo iba con las consecuencias hasta el final, eso lo tenía muy claro, no había llegado en la vida hasta lo más alto, si dejaba aplastarse como un ratoncito asustadizo. Giró el asiento hacia el ventanal y se puso a pensar en la próxima estrategia que iba a seguir. El primer intento de introducirse de nuevo en la vida de ella había fallado, pero el próximo no fallaría, eso lo tenía muy claro. La vería destruida, aunque fuera lo último que hiciera en la vida, pero Isabella no iba a salvarse de su venganza.
Noches después, Isabella se movía inquieta entre sueños y envuelta en sudor. En ese sueño, ella estaba vestida de blanco mientras intentaba escapar de las garras de Cristopher. Él se reía a carcajadas desde el altar de la iglesia. Mientras ella corría incansablemente para alejarse cuanto antes de esa cruel risa. Y que por momentos le parecía escuchar que le decía que podía correr lo que quisiera, que él la encontraría. Y después volvían a resonar una y otra vez en su cabeza esa risa que le erizaba el vello de la piel. Mientras seguía corriendo sin llegar a ningún sitio en concreto. Lo único que veía era un camino interminable que parecía que no tenía fin, y no tenía ni idea de a dónde la llevaba. Lo único que quería ella, era alejarse lo más lejos posible de la crueldad de Cristopher. Pero estaba tan cansada de correr que empezaba a hiperventilar por el agotamiento, le daba la impresión de que llevaba siglos corriendo. Después de largo tiempo, llegó al final del camino por el que avanzaba y se encontró con una puerta. Se paró un rato al lado de la puerta y respiró profundo para que sus pulmones recibieran el oxígeno que necesitaban. Después de unos minutos, indecisa, se decidió por abrir la puerta. Para encontrarse con la imagen de Cristopher, frente a ella. Isabella ahogó un grito de pánico. Estaba elegante con un traje negro y camisa blanca. Tenía una postura indolente con las piernas separadas y los brazos en jarras. La cabeza ladeada y en sus labios una sonrisa de satisfacción. Entonces, él habló:
—Por mucho que corras no escaparás de mí, serás mía cueste lo que cueste, por mucho que corras.
—¡Nooooo!, ¡déjame en paz!
—¡Nunca!, ¿me oyes, Isabella?, ¡nunca! —exclamó él con triunfo mientras veía cómo a ella se le desencajaba la cara de miedo.
—¡Nooooo, nooooo! —siguió diciendo ella mientras deba más vueltas y vueltas en la cama y luchaba desenfrenadamente con las mantas de la cama. Al poco rato abrió los ojos y se sentó en la cama, mientras se llevaba una mano al pecho y respiraba entrecortadamente, intentando que sus pulmones cogieran aire. Encendió la lámpara de la mesita de noche y tras echar una mirada alrededor, se dio cuenta de que estaba en su dormitorio y que todo lo que había vivido, era una pesadilla. Separó las mantas y se levantó de la cama tras consultar el despertador y ver que todavía eran las cuatro de la mañana. Se puso una bata y salió en dirección a la cocina para prepararse un té, para que la ayudara a calmarse. Había sido un sueño tan real, se decía para sí, mientras avanzaba por el pasillo. Sintió verdadero pánico y su cuerpo se estremeció como si en ese momento la sorprendiera una corriente de aire gélido. Se sujetó con firmeza el lazo de la bata y sacudió la cabeza. No podía dejar que Cristopher se convirtiera de nuevo en el centro de su Universo. Sabía perfectamente que él no tenía buenas intenciones con ella y que tramaba algo. Tenía que seguir con su vida y olvidarse de él. Con esa intención había rechazado su invitación una semana atrás. Pero él parecía haber regresado de los infiernos para destruirla, sabía que estaba sola y desprotegida, que era una presa fácil. Pero iba a demostrarle a Cristopher que no estaba tan sola como él creía, tenía a Kyle, él la ayudaría. En cuanto lo viera tenía que hablar urgentemente con él, iba a ayudarla, no podía dejar que Cristopher avanzara en su juego de destrucción contra ella. Ya en la cocina, llenó la tetera con agua y encendió el fuego. Mientras el agua hervía, cogió una taza de las alacenas y en otra cogió un sobre de té. En cuanto la tetera silbó, llenó la taza y dejó que se enfriara un poco, después cogió la taza y dando un sorbo se fue a la sala de estar y encendió la tele. Sintonizó su canal favorito de series y así estuvo durante una larga hora, hasta que vació el contenido de la taza, la dejó sobre la mesita y volvió al dormitorio. Se quitó la bata y se deslizó de nuevo sobre las sábanas y se tapó. No tardó mucho en volver a quedarse dormida. Esta vez, el sueño fue más placentero.
A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol se colaban por la ventana del dormitorio. A Isabella le hubiera gustado quedarse mucho más tiempo en la cama, pero minutos más tarde, sonó el despertador. De mala gana se levantó y se fue a la cocina a prepararse una buena taza de café, necesitaba una buena dosis de cafeína para despejarse. Cuando la cafetera acabó se sirvió el café y cogió unos pastelillos de la alacena. De la nevera cogió un cartón de leche y añadió un chorro al café. Cogió la taza y apoyada sobre la encimera y sumida en sus pensamientos, se bebió la deliciosa mezcla. A su mente regresó la pesadilla que había tenido con Cristopher durante la noche. Pero enseguida sacudió la cabeza para despejar su mente de ese hombre. Minutos después enjuagó las dos tazas en el fregadero y las dejó secando en el escurridor. Se duchó y se vistió con un traje compuesto de chaqueta y pantalón turquesa, una blusa blanca y zapatos de tacón en un tono muy parecido al traje. Se aplicó un discreto maquillaje y recogió el pelo en un moño bajo la nuca. Media hora más tarde, salió de su apartamento y se fue hacia su plaza de aparcamiento. El día era espléndido y tenía muy claro que no iba a dejar que nada enturbiara tan maravilloso día. Ese día no tenía mucho trabajo pendiente, ya que lo había adelantado los últimos días quedándose un rato más de lo normal en su despacho. Le apasionaba lo que hacía, era una revista muy importante de actualidad, Kyle y ella ocupaban uno de los cargos más importantes, después de los fundadores de la firma. Le había costado mucho esfuerzo llegar hasta donde había llegado. Tuvo que pasar por una difícil formación después de que aceptaran su solicitud de empleo. En la que se presentaron cientos de candidatas para ocupar el puesto de becaria, que es por donde había empezado. Gracias a su esfuerzo y tenacidad, fue ascendiendo rápido hasta llegar a alcanzar el puesto que tenía ahora. Ella hacía balances, presupuestos y dirigía a parte del personal con el apoyo de Kyle. Ya en el aparcamiento se subió al coche, arrancó y lentamente se fue incorporando al escaso tráfico que había, ya que era todavía muy temprano y se dirigió a la calle donde estaban las oficinas. Aparcó en su plaza y vio que Kyle estaba bajando del coche. Él la vio y alzó la mano para saludarla, ella lo imitó y lo saludó también. Bajó del coche y se acercó a Kyle que la esperaba pacientemente para entrar juntos en el edificio. Después de un alegre «buenos días» caminaron hasta el edificio charlando de ningún tema importante. Kyle, de vez en cuando, miraba de reojo a Isabella, aunque ella quería disimular, él intuía que algo le estaba pasando. La conocía desde hace años y había aprendido a conocerla y preocuparse por su bienestar. Muchas veces se lamentaba de que Isabella no pudiera enamorarse de él y se enamorara del desgraciado que le había hecho tanto daño. Si él hubiera llegado mucho antes a su vida, Isabella en esos momentos sería una mujer muy diferente y enamorada. Llegaron a recepción y subieron como siempre a la sexta planta.
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