Franz Vanderschueren - Prevención del delito y la violencia

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Si bien existen experiencias y políticas puntuales que emergieron desde los años 90 en algunas ciudades, ningún gobierno ha construido en forma sustentable y sistemática una política al respecto. Solo existen algunas medidas de prevención situacional y una agenda marcada por el populismo punitivo que asumen que la represión policial, a menudo en contradicción con los derechos humanos, es la mejor receta contra el crimen o por lo menos la que debería responder a la demanda prioritaria de una opinión pública que pide mayor seguridad en todos los países de la región desde 2005.

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Wandersman, A. et al. (2008). Bridging the gap between prevention research and practice: The interactive systems framework for dissemination and implementation. American Journal of Community Psychology, 41, 171-181.

Capítulo III

Neurociencias y delito:

implicancias para la prevención y predicción de la conducta criminal

Teresa Parrao Díaz

Introducción

La neurociencia es la disciplina científica que se focaliza en el estudio de las bases biológicas de la cognición y la conducta, que comenzó su desarrollo hace más de cien años con científicos tratando de entender cómo el cerebro permite que los seres humanos seamos capaces de percibir, pensar, comportarnos y hacer todo aquello que nos hace humanos. El desarrollo de la tecnología llevada a cabo durante los últimos 30 años ha revolucionado la forma en que entendemos y explicamos la conducta. Con la aparición de métodos de neuroimagen, que van desde el scanner cerebral a la resonancia nuclear magnética, el cerebro humano en sí mismo puede ser estudiado. Así, el cerebro humano pasó a ser el centro de estudio, y temas que se habían mantenido “ocultos” de ser estudiados, comenzaron a ser analizados. Hoy conocemos las bases neurobiológicas de temas tan complejos como las intenciones, la moral, las preferencias, e incluso la conciencia. En este capítulo abordaré la evidencia que ha permitido conocer las bases neurobiológicas de la conducta y el impacto que ha tenido en la comprensión de conducta transgresora y delictiva, y en las implicancias que significan para la sociedad.

Conceptos centrales

El cerebro humano es el órgano que nos permite relacionarnos con el mundo que nos rodea, en tanto nos permite “sensar” los estímulos que vienen de nuestros medios externos e internos, y así construir una percepción de la realidad. Para entender su organización actual tenemos que remontarnos a millones de años atrás, ya que la evolución filogenética (el desarrollo evolutivo de la especie), permitió la aparición y desarrollo de sistemas de mayor complejidad para interactuar eficientemente con nuestro entorno. Así entonces, según propuso Paul MacLean en los años de la década de 1950 (MacLean 1990), es posible distinguir tres niveles básicos del funcionamiento del cerebro humano (Fig. 1).

Figura 1 Esquema presentado por Paul Mac Lean para representar las tres - фото 4

Figura 1:

Esquema presentado por Paul Mac Lean para representar las tres estructuras cerebrales. En MacLean, P. The Triune Brain in Evolution: Role in Paleo cerebral function. Plenum, New York, 1990.

El primer nivel y más primitivo corresponde al cerebro reptiliano, que está compuesto por estructuras cerebrales que intervienen en el control de funciones de autorregulación automáticas, como, por ejemplo, la respiración. El segundo nivel es el cerebro límbico o paleomamífero, que contiene estructuras fundamentales para la regulación de las emociones y el aprendizaje. Finalmente, el tercer nivel es el denominado neomamífero o neocorteza, que sería el hito evolutivo más reciente, y justamente una de las estructuras cerebrales centrales para comprender la conducta humana y sus manifestaciones, ya que en ella se encuentran centros críticos para el pensamiento, para los procesos cognitivos complejos y para la regulación de la conducta.

La corteza cerebral, a su vez, se subdivide en dos hemisferios y cuatro lóbulos cerebrales (lóbulos frontales, temporales, parietales y occipitales). Si bien el cerebro funciona como un sistema global, se ha descrito que los lóbulos cerebrales participan de manera definida en distintas funciones. En particular, los lóbulos frontales tienen un lugar de relevancia a la hora de comprender la conducta humana, ya que esta zona del cerebro sería la responsable de nuestra capacidad de razonar, tomar decisiones, medir las consecuencias de nuestros actos, tolerar la frustración y en particular, de la regulación de la conducta en el contexto de violencia, agresión, competencia o colaboración.

Una de las características más distintivas del lóbulo frontal es el modo en el que evoluciona, ya que su formación continua después del nacimiento, por lo que es la última parte de nuestro cerebro en desarrollarse, proceso que culmina alrededor de los 25 años de edad. Interesantemente, eso significa que al ser la última zona del cerebro que se desarrolla, se convierte en el área cerebral menos determinada por los genes y la más esculpida por el medio ambiente y la experiencia (Stuss, D. y Knight, D., 2013).

El sistema límbico por otro lado, es un sistema más antiguo que la neocorteza y está vinculado a estructuras más primitivas del sistema nervioso, como el bulbo olfatorio, por lo que antiguamente este sistema era llamado rinoencéfalo. Hoy sabemos que es un sistema que está compuesto de diferentes subestructuras, que están directamente relacionadas con las emociones, la motivación, el aprendizaje y con la formación de memorias. Este sistema está conectado con otras estructuras de importancia para la conducta, como el circuito de recompensa (circuito cerebral compuesto de estructuras cerebrales que se activan cuando sentimos placer), o con el mismo lóbulo frontal (Kandel, 2001).

Dentro de las subestructuras que componen el sistema límbico, la amígdala cobra relevancia en los estudios que buscan conocer la neurobiología de la conducta delictiva. Esta estructura con forma de guinda, que se encuentran al interior de los lóbulos temporales. Variados estudios han mostrado que tienen un rol central en la integración de un amplio rango de estímulos sensoriales y motivacionales, además de participar en el procesamiento de la memoria, en la toma de decisiones y en la transmisión de información desde y hacia la corteza frontal.

Entendiendo la conducta delictiva: una mirada desde las neurociencias

Un caso emblemático en el campo de las neurociencias y su relación con la conducta estuvo dado por el fortuito caso de Phineas Gage, en Estados Unidos. Fue un caso ícono, ya que por primera vez se estableció la relación entre la conducta criminal o sociopática, y la integridad estructural y funcional del cerebro.

Durante la primavera de 1848, en la localidad de Cavendish, Vermont, un joven trabajador llamado Phineas Gage (Fleischman, 2004) sufrió un grave accidente que lo hizo ser parte de la historia de las neurociencias y entregar una notable contribución a la comprensión de la conducta y su relación con el cerebro. Phineas era un joven operario de líneas de trenes, quién sufrió un accidente mientras trabajaba dinamitando unas rocas para construir la vía férrea, producto del cual una barra de fierro ingresó por su mejilla izquierda y salió expelido por la zona frontal de su cráneo, atravesando su cerebro. Sorprendentemente, Phineas resultó ileso de este grave accidente, evidenciando con asombro sus compañeros de labores que luego del accidente no solo no había fallecido, como hubiera sido esperable por la magnitud del accidente, sino que además era capaz de caminar y comunicarse casi con normalidad. El médico del pueblo fue llamado para su asistencia, quién también asombrado, da cuenta que Phineas no presentaba secuelas de importancia, al menos en un primer momento. Veinte años después el mismo médico, John M. Harlow, presentó el reporte del caso a la Sociedad Médica de Massachusetts, donde describe con detalle la asombrosa recuperación de un paciente luego de severo daño cerebral (Harlow 1848). Phineas era descrito antes del accidente como un joven sano, tranquilo y estable de temperamento, sin embargo, sus familiares y amigos cercanos reportaron que Phineas, si bien en un inicio no presentó secuelas evidentes, con el tiempo cambió, tornándose arrogante, agresivo e intolerante, incapaz de mantener un trabajo estable, por lo que sus cercanos concluyeron que Phineas “nunca más fue Phineas”.

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