Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por la humanidad caída y sufriente [Mat. 14:14]. Y si seremos seguidores de Cristo, también debemos cultivar la compasión y la simpatía. Un interés vivo por el sufrimiento de otros debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo siempre necesitarán ayuda. Entre ellos existe una oportunidad para proclamar el evangelio: levantar a Jesús, esperanza y consolación de todos los seres humanos. Cuando el cuerpo sufriente obtiene sanidad, y se ha mostrado un interés viviente por el afligido, entonces el corazón se abre y podemos derramar el bálsamo celestial dentro de él. Si acudimos a Jesús, y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros.
Habrá que vérselas con una gran cantidad de prejuicios, celo falso y piedad fingida, pero tanto en el propio país como en el extranjero hay más almas que Dios ha estado preparando para recibir la semilla de la verdad de lo que nos podemos imaginar. Estas recibirán gozosamente el mensaje que se les presente.
No debe existir duplicidad ni doblez en la vida del obrero. Aunque el error es peligroso para cualquiera, aunque se cometa por equivocación, la no sinceridad en la verdad es fatal.
Trabájese con fervor y entusiasmo
No debemos ser espectadores ociosos de las escenas impresionantes que prepararán el camino de la segunda venida del Señor. Debemos desplegar el valor y el entusiasmo del soldado cristiano. El que no está con Cristo es su enemigo. “El que conmigo no recoge, desparrama” (Mat. 12:30). En los libros del cielo la inactividad se considera como una obra contraria al trabajo de Cristo, porque produce el mismo fruto de hostilidad abierta. Dios llama a obreros activos.
Cuanto más claramente observen nuestros ojos las maravillas del mundo futuro, más profunda será nuestra solicitud por los habitantes de este mundo. No podemos ser egoístas. Vivimos en una época especial de conflicto entre los poderes de la luz y las tinieblas. Sigamos adelante; dejemos que brille nuestra luz; difundamos sus rayos a todo el mundo. Cristo y sus mensajeros celestiales, cooperando con los agentes humanos, unirán en un todo perfecto las partes fragmentadas. Dejamos de brillar cuando abandonamos nuestro puesto y no demostramos interés por los demás, porque nos gusta la comodidad y preferimos no incomodarnos. Si nos portamos de esta manera, ¡qué tremenda será la culpa y cuán terribles las consecuencias!
Algunas personas deben prepararse para llegar a ser médicos y enfermeras misioneros cristianos. Las puertas se abrirán y estos fieles hijos de Dios podrán trabajar entre las clases altas y las bajas. Toda influencia que podamos tener debe consagrarse a esta tarea. De la obra misionera que se realice aquí debe surgir una cadena de luces ardientes y vivientes que circunden la Tierra; toda voz e influencia debe hacerse eco de: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apoc. 22:17).
Efectos de hábitos equivocados
Entre los profesos cristianos del mundo existe muy poca fuerza moral. Muchos han acariciado hábitos equivocados, y las leyes físicas y morales se han descuidado hasta el punto en que la norma general de virtud y piedad es extremadamente baja. Los hábitos equivocados rebajan las normas de la salud física y entorpecen las fuerzas mentales y espirituales. La complacencia de los apetitos y pasiones desnaturalizados ejerce una influencia poderosa sobre el sistema nervioso del cerebro. Los órganos animales se fortalecen, mientras que los órganos morales se debilitan. Es imposible que una persona intemperante sea cristiana, porque sus facultades superiores llegan a ser esclavas de las pasiones.– Testimonios para la iglesia , t. 3, pág. 60 (1871).
Hay una enorme tarea delante de nosotros: el trabajo final de dar el último mensaje de advertencia de Dios a un mundo pecador. ¿Pero qué hemos hecho para dar este mensaje? Les ruego que consideren los muchísimos lugares donde ni siquiera hemos entrado. Miren a nuestros obreros que recorren el mismo camino una y otra vez mientras a su alrededor se halla un mundo descuidado, sumido en la corrupción y la impiedad: un mundo que aún no ha sido amonestado. Para mí este es un cuadro terrible. ¡Qué indiferencia más asombrosa manifestamos hacia las necesidades de un mundo que perece!– Testimonios para la iglesia , t. 7, págs. 102, 103 (1902).
1 Testimonios para la iglesia , t. 6, págs. 257-261 (1900). Las fechas entre paréntesis, junto a las páginas de las obras (traducidas o no traducidas aún), corresponden al año de su publicación en inglés.
2 Christian Temperance , págs. 7-12 (1890).
3 Testimonios para la iglesia , t. 7, págs. 257-259 (1902).
4 Christian Temperance , págs. 13, 14 (1890).
5 El Deseado de todas las gentes , págs. 763-765 (1898).
6 Medical Missionary , Enero de 1891 (t. 1, Nº 1, págs. 1, 2).
Sección II: Elementos esenciales de la salud
Conocimiento de los principios básicos7
Muchos me han preguntado: “¿Qué debo hacer para conservar mejor mi salud?” Mi respuesta es: Deje de transgredir las leyes de su ser; deje de complacer el apetito depravado; consuma alimentos sencillos; vístase en forma saludable, lo cual requerirá sencillez y modestia; trabaje saludablemente; y no se enfermará.
Es un pecado estar enfermo, porque todas las enfermedades son el resultado de la transgresión. Muchos sufren como consecuencia de las transgresiones de sus padres. No se los puede censurar por el pecado de sus padres; sin embargo tienen el deber de investigar en qué puntos sus padres violaron las leyes de su ser, con lo que impusieron sobre su descendencia una herencia muy miserable; y al descubrir los errores de aquéllos, deben apartarse de ese curso de acción y practicar hábitos correctos con el fin de promover una salud mejor.
Los hombres y las mujeres debieran informarse acerca de la filosofía de la salud. La mente de los seres racionales parecerían estar en tinieblas con respecto a sus propias estructuras físicas y cómo conservarlas en una condición saludable. La generación actual le ha confiado su cuerpo a los médicos y su alma a los ministros. ¿Acaso no se le paga bien al ministro para que estudie la Biblia en lugar de sus feligreses, de modo que éstos no tengan que molestarse en hacerlo? ¿No es obligación suya decirles lo que deben creer, y dilucidar todas las cuestiones teológicas dudosas sin que ellos tengan que realizar alguna investigación especial? Si se enferman, consultan al médico: creen todo lo que les dice y se tragan cualquier receta que les prescribe; ¿acaso no se le paga bien para que considere deber suyo entender todas sus enfermedades físicas y los remedios que les debe dar para que se mejoren, sin que ellos tengan que preocuparse por el asunto?...
Nuestra felicidad está tan íntimamente relacionada con la salud, que no podemos gozar de aquélla sin que esta última sea buena. Para poder glorificar a Dios en nuestro cuerpo necesitamos tener un conocimiento práctico de la ciencia de la vida humana. Por eso es de importancia primordial que la fisiología ocupe el primer lugar entre los estudios que se eligen para los niños. ¡Cuán pocas personas poseen un conocimiento adecuado acerca de las estructuras y las funciones de su propio cuerpo y de las leyes naturales! Muchos andan a la deriva sin ningún conocimiento, como un barco en alta mar sin brújula ni ancla; y lo que es peor, ni siquiera demuestran el menor interés en aprender cómo prevenir las enfermedades y conservar su cuerpo en una condición saludable.
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