Y mientras abundan estos males en el mundo, es demasiado frecuente que el evangelio se predique con tanta indiferencia que sólo hace una débil impresión en la conciencia o la conducta de los hombres. En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por un poder que les dé dominio sobre el pecado, un poder que los libre de la esclavitud del mal, un poder que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.
El mundo necesita hoy lo que necesitaba 1.900 años atrás: una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma, y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.– El ministerio de curación , págs. 101, 102.
El mundo está desquiciado. Al observar el cuadro, el panorama nos parece desalentador. Pero con una seguridad llena de esperanza el Señor les da la bienvenida a los mismos hombres y mujeres que nos causan desalientos. Descubre en ellos cualidades que los capacitarán para ocupar un lugar en su viña. Si se disponen a aprender constantemente, los transformará mediante su providencia en hombres y mujeres capaces de realizar un trabajo que no está más allá del alcance de sus posibilidades; les concederá poder de expresión mediante el impartimiento del Espíritu Santo.
Hay muchos campos áridos y no trabajados que deben ser penetrados por aspirantes. El resplandor del panorama que el Salvador observa en el mundo inspirará confianza en muchos obreros, quienes, si comienzan el trabajo humildemente y se entregan a él de corazón, serán idóneos para el tiempo y el lugar. Cristo observa toda la miseria y desesperación que hay en el mundo, cuya contemplación haría que algunos de nuestros obreros de gran capacidad se inclinaran agobiados por un peso tan grande de desánimo, que ni siquiera sabrían cómo empezar a conducir a las personas al primer peldaño de la escalera. Sus meticulosos métodos tendrían poco valor. Sería como si se pararan sobre peldaños altos de la escalera diciendo: “Suban aquí donde estamos nosotros”. Pero las pobres almas no saben dónde colocar sus pies.
El corazón de Cristo se alegra al ver a los que son pobres en todo el sentido de la palabra; Se alegra al ver a los que son mansos, a pesar de las vejaciones; se alegra por el hambre de justicia, al parecer insatisfecha, que algunos experimentan por no saber cómo cambiar. Él recibe con agrado, por decirlo así, el mismísimo estado de cosas que desanimaría a muchos pastores. Reprende nuestra piedad equivocada dando la responsabilidad del trabajo, en favor de los pobres y necesitados de los lugares difíciles de la Tierra, a hombres y a mujeres dotados de un corazón capaz de compadecerse de los ignorantes y los que andan descarriados. El Señor enseña a esos obreros cómo relacionarse con aquellos a quienes desea ayudar. Se sentirán estimulados al ver que delante de ellos se abren puertas para entrar en lugares donde puedan realizar trabajo médico-misionero. Puesto que poseen muy poca confianza en sí mismos, le rinden toda la gloria a Dios. Puede ser que sus manos sean ásperas e inexpertas, pero poseen un corazón susceptible a la piedad; los embarga el ferviente deseo de hacer algo para aliviar la miseria tan abundante; y Cristo se halla presente para ayudarlos. Él obra a través de quienes disciernen misericordia en la miseria, y ganancia en la pérdida de todas las cosas. Cuando la luz del mundo pasa por algún lugar se descubren privilegios en todas las privaciones y aparece orden en la confusión; el éxito y la sabiduría de Dios se revelan en quienes parecían ser un fracaso.
Mis hermanos y hermanas, acérquense a la gente al practicar su ministerio. Levanten a los abatidos. Consideren a las calamidades como si fueran bendiciones disfrazadas, y a las aflicciones como misericordias. Trabajen de tal manera que en el lugar de la desesperación brote la esperanza...
Dios, la fuente de sabiduría y poder
Quiero decir a cada obrero: Avance con fe humilde, y el Señor lo acompañará. Pero vele en oración. Esta es la ciencia de su trabajo. El poder es de Dios. Trabaje dependiendo de él, y recuerde que es un colaborador suyo. Él es su Ayudador. Su fuerza depende de él. Él constituirá su sabiduría, su justicia, su santificación y su redención.
Algunos sostienen el punto de vista de que la espiritualidad es perjudicial para la salud. Esto es un engaño de Satanás. La religión de la Biblia no es perjudicial para la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es el mejor remedio para la enfermedad. El cielo es todo salud; y mientras más profundamente se experimenten las influencias celestiales, más segura será la recuperación del inválido creyente. Los verdaderos principios del cristianismo se abren delante de todos como una fuente de felicidad inestimable. La religión es un manantial inagotable, en el cual el cristiano puede beber cuanto desee sin que jamás agote la fuente.
Existe una relación muy íntima entre la mente y el cuerpo. Cuando uno se ve afectado, el otro simpatiza con él. La condición de la mente afecta la salud del sistema tísico. Si la mente es libre y feliz, como resultado de una conciencia del obrar correctamente y de un sentido de satisfacción por hacer felices a otros, eso genera una alegría que producirá un efecto positivo sobre todo el sistema, hará que la sangre circule más libremente y tonificará todo el cuerpo. La bendición de Dios es un poder sanador, y los que son amplios en beneficiar a otros experimentarán esa bendición maravillosa tanto en el corazón como en la vida entera.
Cuando las personas que han gratificado sus malos hábitos y prácticas pecaminosas se someten al poder de la verdad divina, la aplicación de esas verdades al corazón aviva las facultades morales, que parecían haberse paralizado. El receptor posee un entendimiento más enérgico y claro que antes de fijar su alma a la Roca eterna. Aun su salud física mejora al establecer su seguridad en Cristo. La bendición especial de Dios que descansa sobre el receptor es, en sí misma, salud y vigor.
Los que caminan por el sendero de la sabiduría y la santidad encuentran que “la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Tim. 4:8). Pueden gozar de los verdaderos placeres de la vida y no se sienten perturbados por remordimientos inútiles acerca de las horas malgastadas, ni por presentimientos tenebrosos, como sucede muy a menudo con el mundano cuando no es distraído por diversiones estimulantes. La piedad no se halla en conflicto con las leyes de la salud; más bien está en armonía con ella. El temor del Señor es el fundamento de toda prosperidad real.
El amor de Cristo como poder sanador
Cuando se recibe el evangelio en su pureza y poder, es un remedio para las enfermedades originadas por el pecado. Sale el Sol de Justicia, “y en sus alas traerá salvación” (Mal. 4:2). Todo lo que el mundo proporciona no puede sanar al corazón quebrantado, ni impartir paz de mente, ni disipar las inquietudes, ni desterrar la enfermedad. La fama, el genio y el talento son impotentes para alegrar el corazón entristecido o restaurar la vida malgastada. La vida de Dios en el alma es la única esperanza del hombre.
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vitalizador. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser se despiertan y activan. Libra al alma de culpa y tristeza, de ansiedad y congoja, que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la compostura. Implanta en el alma un gozo que nada en la Tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.– El ministerio de curación , pág. 78.
Читать дальше