Elena Gould de White - Consejos sobre la salud

Здесь есть возможность читать онлайн «Elena Gould de White - Consejos sobre la salud» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Consejos sobre la salud: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Consejos sobre la salud»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, abundante luz procedente de diversas fuentes ha iluminado el importante tema del cuidado de la salud. Pero, ya mucho antes, el Espíritu de Profecía le había dado una visión diferente: el ámbito espiritual; y fue allí donde del arte de sanar brilló con santo esplendor, luz nítida y vital que hoy está a nuestro alcance. Que los «consejos» contenidos en esta obra sirvan para bendecir, fortalecer y amoldar la vida de quienes tratan de dirigir la atención de la gente hacia nuestro bendito Dios, quien es el único que posee el don de la sanidad, al tiempo que se benefician de sus sabios y eternos principios.

Consejos sobre la salud — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Consejos sobre la salud», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Comprados por Dios9

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20).

No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor condición de salud con el fin de prestar a Dios un servi­cio perfecto. Pero cuando nos conducimos de manera que nues­tra vitalidad se gasta, nuestra fuerza disminuye y el intelecto se anubla, pecamos contra Dios. Al seguir esta conducta no le glorificamos en nuestro cuerpo ni en nuestro espíritu –que son suyos–, sino que cometemos lo que es a su vista un grave mal.

¿Se dio Jesús por nosotros? ¿Ha sido pagado un precio ele­vado para redimirnos? Y, ¿no es precisamente por esto por lo que no nos pertenecemos? ¿Es verdad que todas las facultades de nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestro espíritu, todo lo que tenemos y todo lo que somos, pertenecen a Dios? Por cierto que sí. Y cuando comprendemos esto, ¡qué obligación tene­mos para con Dios de conservarnos en la condición que nos permita honrarle aquí en la Tierra, en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, que son suyos!

La recompensa de la santidad

Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y que nos estamos acercando al juicio. Nos estamos preparando para en­contrarnos con el Ser que aparecerá en las nubes de los cielos, escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en no­sotros esta obra, se hará antes de ese tiempo.

Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmorta­lidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su obra de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora es cuando debe realizarse esta obra en nosotros...

Ahora estamos en el taller de Dios. Muchos de nosotros so­mos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de la verdad de Dios, su influencia nos afecta; nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos en el reino de gloria. Aquí es donde nuestro cuerpo y nuestro espíritu han de quedar dispuestos para la inmortalidad.

La obra de la santificación

Estamos en un mundo que se opone a la justicia, a la pu­reza de carácter y al crecimiento en la gracia. Dondequiera que miramos, vemos corrupción y contaminación, deformi­dad y pecado. Y ¿cuál es la obra que hemos de emprender aquí precisamente antes de recibir la inmortalidad? Consiste en conservar nuestro cuerpo santo y nuestro espíritu puro, para que podamos subsistir sin mancha en medio de las co­rrupciones que abundan en derredor de nosotros en estos últimos días. Y para que esta obra se realice, necesitamos dedicarnos a ella enseguida con todo el corazón y el enten­dimiento. No debe penetrar ni influir en nosotros el egoís­mo. El Espíritu de Dios debe ejercer perfecto dominio sobre nosotros e influir en todas nuestras acciones. Si nos apro­piamos debidamente del cielo y el poder de lo alto, senti­remos la influencia santificadora del Espíritu de Dios sobre nuestro corazón.

Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y les hemos hablado de la importancia del comer y el beber, y hacer para gloria de Dios todo lo que ha­cen, muchos han dicho por medio de sus acciones: “A nadie le importa si como esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las consecuencias de lo que hacemos”.

Estimados amigos, están muy equivocados. No son los únicos que sufrirán como consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad a la cual pertene­cen sufre por causa de vuestros errores tanto como ustedes mismos. Si sufren como resultado de vuestra intemperancia en el comer y el beber, los que estamos en derredor o nos relacionamos con ustedes también quedamos afectados por vuestra flaqueza. Sufriremos por causa de vuestra conduc­ta errónea. Si ella contribuye a disminuir vuestras faculta­des mentales o físicas, y lo advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si en vez de tener un espíritu animoso son presa de la lobreguez, en­sombrecen el ánimo de todos los que los rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados, ustedes, si gozaran de sa­lud, podrían tener una mente clara que nos muestre la salida y dirija una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto que no pueden darnos el consejo correc­to, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta seria­mente vuestra influencia? Tal vez tengamos un alto grado de confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo, porque “en la multitud de consejeros hay seguridad” (Prov. 11:14).

Deseamos que nuestra conducta parezca consecuente para quienes amamos, y deseamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar con mente clara. Pero ¿qué interés tenemos en vuestro juicio si vuestra energía mental ha sido recargada hasta lo sumo y la vitalidad se ha retirado del cerebro para disponer del alimento impropio que se puso en el estómago, o de una enorme cantidad de alimento aunque sea sano? ¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven todo a través de una masa de alimentos indigestos. Por tanto, vuestra manera de vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una con­ducta errónea sin hacer sufrir a otros.

La carrera cristiana

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la ver­dad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal ma­nera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene: ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero no­sotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Cor. 9:24-27). Los que participaban en la carrera con el fin de obtener el laurel que era considerado un honor especial, eran temperantes en todas las cosas, para que sus músculos, su cerebro y todos sus órganos estuviesen en la mejor condición posible para la carrera. Si no hubiesen sido temperan­tes en todas las cosas, no habrían adquirido la elasticidad que les era posible obtener de esa manera. Si eran temperantes, podían correr esa carrera con más posibilidad de éxito; estaban más se­guros de recibir la corona.

Pero, no obstante toda su temperancia –todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso con el fin de hallarse en la mejor condición–, los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embar­go no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelan­társeles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente al Modelo. Fue Varón de dolores, experimen­tado en quebrantos. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sa­biendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Consejos sobre la salud»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Consejos sobre la salud» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Consejos sobre la salud»

Обсуждение, отзывы о книге «Consejos sobre la salud» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x