Jesús Zamora Bonilla - Argumentación y pragma-dialéctica

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El líder indiscutido del programa pragma-dialéctico de investigación es el doctor Frans H. van Eemeren, quien es reconocido como la figura señera de los estudios sobre argumentación en el mundo. No existía hasta ahora una colección de artículos suyos que dieran una idea más cabal de la extraordinaria amplitud y profundidad de todo su trabajo de investigación. Este libro se propone cumplir así con tres objetivos: honrar la persona y obra de Frans van Eemeren, editar una antología representativa de sus artículos y convocar a todos los especialistas de habla hispana a que expongan sus posiciones acerca de la pragma-dialéctica en el contexto de los estudios sobre argumentación.

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(3) Los argumentadores ordinarios prefieren —y asumen que sus interlocutores también prefieren— que las contribuciones a la discusión que no cumplen los criterios de razonabilidad supuestamente compartidos sean considerados como no razonables y que quienes lesionan esos criterios sean llamados a cuentas por no ser razonables. Si no quisiesen que los criterios vigentes fueran respetados, sus afanes argumentativos no tendrían sentido. El que los argumentadores resulten otorgar un significado prescriptivo al ser razonables cuando se participa en prácticas argumentativas, y el que esperen que sus interlocutores hagan otro tanto, permite que interpretemos el vínculo entre ser razonable y ser efectivo de forma que podamos esperar que el ser razonables en principio conduza a ser efectivos, incluso si en una particular práctica comunicativa (o en ciertos tipos de prácticas comunicativas) ser razonable no puede ser el único factor (o siquiera el de mayor influencia) para lograr efectividad. Correlativamente, si no somos razonables o no lo suficiente, entonces hay que esperar que no seremos tampoco tan efectivos.

Con estas consideraciones como telón de fondo, concluimos que tiene sentido para nosotros, como teóricos de la argumentación, el ponernos a examinar empíricamente cuál es la relación entre ser razonable y ser efectivo, cubriendo todas las etapas del proceso resolutorio y tomando en cuenta todos los aspectos del maniobrar estratégico. En esta investigación empírica, definimos una jugada argumentativa como “efectiva” si y sólo si realiza el efecto (perlocutivo) “inherente” a la interacción que convencionalmente se busca cuando se lleva a cabo el acto verbal por el que hacemos tal jugada argumentativa (van Eemeren & Grootendorst, 1984: 24-29). Para servir óptimamente a sus propósitos, la investigación pragma-dialéctica sobre efectividad se concentra en la búsqueda de efectos deseados y externalizables que el maniobrar estratégico tiene sobre el estado de los compromisos dialécticos del destinatario.18 Se enfoca ante todo en los efectos logrados por medios razonables que, comenzando con la comprensión adecuada de la razón de ser funcional de las jugadas argumentativas, dependen de consideraciones racionales por parte del destinatario.19 El que dirijamos la investigación por este camino va de la mano con nuestra idea de que ser razonables es condición necesaria de ser convincentes, lo cual es la versión racional de ser persuasivos (van Eemeren & Grootendorst, 1984: 48).

A la luz de este hallazgo —a saber, que las jugadas argumentativas que son falaces desde la perspectiva de la teoría de la argumentación son también vistas como no razonables por los usuarios del lenguaje ordinario— podría llamar la atención que, cuando tales jugadas ocurren en el discurso argumentativo, las falacias en muchas ocasiones escapen a la atención de los participantes. Un ejemplo notable de falacia que fácilmente pasa desapercibida es la “variante abusiva” del argumentum ad hominem. Cuando a argumentadores ordinarios los ponemos a calificar si casos claros de esta falacia en una situación experimental son o no razonables, ellos juzgan, por abrumadora mayoría, que el uso de esta falacia es una jugada muy poco razonable en una discusión (van Eemeren, Garssen & Meuffels, 2009: 206). Sin embargo, en el discurso argumentativo de la vida real, esta falacia no es detectada en muchísimos casos. Es menester explicar una discrepancia tan llamativa.

En el artículo “The disguised abusive ad hominem empirically investigated” [cap. 9 de este libro], Garssen, Meuffels y yo argüimos que en ciertos casos el ad hominem abusivo puede analizarse como un modo de maniobrar estratégico en que esta falacia adopta una apariencia razonable porque imita las reacciones críticas legítimas ante la argumentación de autoridad (van Eemeren, Garssen & Meuffels, 2012b). Cuando co-argumentadores se presentan incorrectamente como expertos en un cierto campo, o pretender ser dignos de crédito cuando de hecho no lo son, atacarlos personalmente en ese punto es una jugada perfectamente legítima y razonable. Como consecuencia de ocurrir casos especiales como este, puede no ser inmediatamente claro si un ataque personal deba verse como una crítica razonable o más bien como una jugada ad hominem falaz. En dos experimentos hemos puesto sistemáticamente a prueba la hipótesis de que los ataques ad hominem abusivos son vistos como substancialmente no tan poco razonables cuando se los presenta como si fuesen reacciones críticas a una argumentación de autoridad en que la persona atacada se exhibe incorrectamente como experta. La hipótesis se confirmó en ambos experimentos.20

6. Tomar en cuenta el contexto institucional del discurso argumentativo

El maniobrar estratégico no forma parte de una discusión crítica idealizada, sino de prácticas comunicativas multiforme que se han desarrollado en la realidad argumentativa. Por ello es que en la pragma-dialéctica extendida es necesario dar cuenta cabal del macro-contexto constituido por el ambiente institucional de las prácticas comunicativas en que tiene lugar el discurso argumentativo de que se trate.21 Para ello pusimos nuestro tratamiento del maniobrar estratégico en el discurso argumentativo en relación inmediata con los “tipos de actividad comunicativa” que se han establecido en los diversos dominios comunicativos en respuesta a las exigencias institucionales de cada dominio. Estos tipos de actividad comunicativa han sido convencionalizados de acuerdo con las necesidades del macro-contexto institucional en cuestión (van Eemeren, 2010: 129-162).22

Es mediante el uso de “géneros” apropiados de actividad comunicativa,23 los cuales van desde la adjudicación y la deliberación hasta la disputa, que los tipos de actividad comunicativa son diseñados con el fin de realizar su razón de ser: el “propósito [point] institucional” que refleja aquella exigencia para responder a la cual ha surgido el tipo de actividad, por ejemplo, en el caso del debate parlamentario, el que se logre un buen apoyo para una decisión acerca de una propuesta de política. Para complicar las cosas, en ciertos tipos de actividad comunicativa la realización de su propósito institucional puede requerir que se activen juntos varios géneros de actividad comunicativa convencionalizada. Así, en una entrevista política, por ejemplo, encontramos que la deliberación se combina prototípicamente con la diseminación de información, todo ello para poder realizar el propósito institucional de ilustrar al auditorio o a los lectores (van Eemeren, 2015).

La manera en que los tipos de actividad comunicativa se convencionalizan a fin de realizar su propósito institucional puede ser explícita y estar altamente formalizada mediante reglas constitutivas y regulativas, como es, por ejemplo, usual en la adjudicación dentro del dominio legal. Por otro lado, la convencionalización puede permanecer en parte implícita y formalizarse en menor grado mediante algo así como reglas vagas, como suele ser el caso de la deliberación dentro del dominio político. Finalmente, la convencionalización puede llegar a ser completemente informal y reflejarse simplemente en ciertas prácticas establecidas, como es costumbre en el dominio interpersonal cuando dos seres humanos tratan de unirse compartiendo cosas personales.

El siguiente paso que tuvimos que tomar fue el de explorar las consecuencias que para la conducción del discurso argumentativo tiene el participar en un tipo comunicativo particular.24 El modelo ideal de una discusión crítica puede ser un instrumento para caracterizar las maneras particulares en que, dependiendo de los requerimientos institucionales específicos que deben cumplirse para realizar sus propósitos institucionales, se llena de contenido la dimensión argumentativa dentro de cada tipo de actividad comunicativa. Si tomamos las cuatro etapas de una discusión crítica como punto de partida, podemos identificar cuatro punto focales que necesitan tomarse en cuenta al caracterizar argumentativamente un tipo de actividad comunicativa. Se trata de contrapartes empíricas para cada una de las cuatro etapas en el marco de un discurso argumentativo contextualizado: la situación inicial, que corresponde a la etapa de confrontación, los puntos de partida, que corresponden a la etapa de apertura, los medios argumentativos y las críticas, que corresponden a la etapa de argumentación, y el resultado, que corresponde a la etapa de conclusión.25 Partir de tal división nos ayuda a determinar de qué manera exacta es que las etapas constitutivas del proceso de resolver una diferencia de opinion con base en los méritos argumentales se ven representadas en un tipo de actividad comunicativa.

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