Tienes razón: ahora me he acordado de que mi «Adolescencia» te la envié hace tiempo. Mi predilección por él y su fácil línea adolescente tienen la culpa de la repetición.
Para subsanarla te va ahora mi «Juventud».
Juventud [16]
Estancia soleada:
¿Adónde vas, mirada?
A estas paredes blancas,
clausura de esperanza.
Paredes, techo, suelo:
gajo prieto de tiempo.
Cerrado en él, mi cuerpo.
Mi cuerpo, vida, esbelto.
Se le caerán un día
límites. ¡Qué divina
desnudez! Peregrina
luz. ¡Alegría, alegría!
Pero estarán cerrados
los ojos. Derribados
paredones. Al raso,
luceros clausurados.
Adiós, Gregorio. Me alegraré de que te guste. A ver cuándo nos vemos. Un abrazo de
Vicente
[ 6 ]
Velingtonia [17], 3 / Parque Metropolitano Jueves 9 [junio de 1927]
Querido amigo Gregorio:
El sábado voy a salir e ir al centro. ¿Quieres que nos veamos? Yo me alegría de hacerlo con más calma que el otro día.
Primero tengo que hacer varias cosas y luego recaeré en algún sitio donde podamos quedar citados. ¿Te parece bien en el café Gran Vía? Es donde estuvimos en una ocasión Rafael, tú y yo. Ahora se reproducirá la escena porque también estoy citado con Alberti, que ahora sé que irá.
La hora será la de las ocho. No te olvides: las ocho. Sé puntual. ¡No faltes!
Si hay sitio estaremos sentados fuera. Si no, dentro. Tú ya sabes que el Gran Vía tiene dos partes divididas por la puerta de entrada a la casa. Nos situaremos en la más lejana de la Red de San Luis. Si no hay sitio fuera en esa parte, mira el exterior también de la otra. Y si no estamos en el exterior de ninguna de las dos, entonces es que hemos tenido que entrar y, en este caso, solo en la parte más alejada de la Red de San Luis.
Me parece que están previstos todos los casos para que sin evasión nos hallemos. Estúdiatelo.
Hasta el sábado, sábado 11.
Un abrazo
Vicente
Llévate lápiz y papel por si nos animamos al dibujo mío.
[ 7 ]
Velingtonia, 3 / Parque Metropolitano
Viernes 10 [junio de 1927]
Querido amigo Gregorio:
Recibo en este instante tu carta. Tienes razón: otro día con calma me harás el dibujo. Yo al citarte lo hacía por verte, tanto que lo del retrato se me ocurrió a lo último. Se me ocurre que, a pesar de tu clase de inglés, podríamos vernos. No tienes más que acudir a las cinco y media o seis menos cuarto al café Gran Vía, dentro y en la parte cercana a la Red de San Luis, y lo más cerca de la puerta posible. Allí estaremos Rafael y yo y Pepe Bergamín. Claro que no me harás el retrato, pero podremos pasar un par de horas juntos, hasta tu clase de inglés. Allí nos pondremos de acuerdo para reunirnos para esa obra tuya que tanto me ilusiona por ser de tu mano.
No faltes. Ya sabes, mañana sábado, a las cinco y media en Gran Vía en la parte que te he dicho.
Un abrazo.
Vicente
Lleva esos dos retratos últimos que me ofreces enseñarme.
[ 8 ]
Hoteles de Tiffón, Miraflores de la Sierra (Madrid)
10-8-27
Mi querido Gregorio:
Todo llega y mi carta también llega. ¿Estás en Madrid? ¿Cómo estás? ¿Ya del todo bien? ¡Ojalá! No te he olvidado. Cada día te quería escribir, siempre. Pero uno se distancia, pasa el día; un cielo azul, un cielo malva, unas nubes, aquel pájaro: ¡el día ha pasado! Hoy por la mañana cierro los ojos. Ni azules, ni malvas, ni fucsias; nada de color. Mis paredes blancas y a escribir. Mis paredes blancas, clausura de esperanza. El aire de mi cuarto, gajo prieto de tiempo. En él mi cuerpo y mi espíritu, para escribirte. ¿Te acuerdas?
¿Y qué decirte? Decirte que aquí hace frío muchos días; que la sierra está hosca. Que el cielo es duro, pétreo, y las cosas parecen de cristal vigoroso y helado sobre él —sobre el telón del firmamento—. ¿Tú pintas? Me gustaría verte pintar aquí. Aquí se puede pintar muy bien. Hay a veces una transparencia cruel en el espacio. Me acuerdo de algunos paisajes tuyos de Criptana.
Yo sigo escribiendo. Mi vida es escribir. Mejor dicho, es mi premio. En Verso y Prosa he publicado un soneto a don Luis de Góngora. He dicho en él cómo veo la arquitectura barroca de la poesía de don Luis, y a qué luces últimas. ¿Se comprende esto? Dímelo tú. A lo mejor se figuran que el soneto está dedicado a Góngora sin que su contenido haga referencia a él. Y no, no. La hace, vaya si la hace. Como que es mi visión de la poesía de Góngora.
Hace unos días he mandado por fin mi Ámbito a los amigos de Málaga, y les ha gustado mucho. Tú ya conoces muchas poesías de él.
¡Qué mal reproducido estaba tu dibujo en Verso y Prosa ! Me dio una lástima enorme. Una cosa tan bonita, estropeada completamente. Ha sido al reducirla de tamaño. Perdía aquella gracia y morbidez, tan finas, tan acordes y terminadas. Es una cosa terrible que entregue uno una cosa y salga solo su triste caricatura. ¿A ti te gustó cómo estaba reproducido?
Dentro de unos días hay aquí toros. Corrida casi zuloaguesca. Con torerillos de Turégano o poco menos; con nombres absurdos: Vaquerín de Tetuán, Cocherín de Baracaldo. Con oros, rojos, platas terrosos, salvo el carmín nuevo, brotante de la sangre fresca. ¡Pobre corrida! Yo iré, y no me gusta. Pero aquí no se puede faltar.
¿Qué haces? ¿Das inglés? Dime a quién ves. ¿Pintas? ¿Organizas alguna exposición, o es pronto para París y Londres?
¿Me has olvidado? ¿Y mi retrato, mi querido retrato? Tengo unas ganas enormes de volver y que me lo termines, tan fino, con aquella elegancia.
Me gustaría copiarte alguna poesía nueva mía, pero son largas. Te prometo hacerlo en mi próxima carta. Hoy quiero que esta coja el correo para que veas que no te olvido desde mi sierra alta.
¿Te acuerdas de nuestras tardes en casa? Qué gratas y alegres. Desde la terraza, la lejanía y el azul de estos montes. Tú y yo en el aire, nacidos en él, vigentes por él. Y las palabras atadas en las manos, de cristal, no impidiendo el espacio pero reforzándolo. Casi alzándonos en la quietud, con mil brillos, fríos sin descanso, horóscopo de juventud, clarín de la risa, mar llano de la mirada —una espuma imprevista.
Estoy contento. Déjame que con esta impresión te abrace y te diga adiós. Adiós, Gregorio. Desde mi mar, adiós. Adiós en ondas grandes, seguidas... Adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós. Tu playa las extienda.
Vicente
¡Escríbeme!
[ 9 ]
Velingtonia 3 (Parque Metropolitano)
Sábado 15 [octubre de 1927]
Querido Gregorio:
Tengo muchas ganas de verte y charlar contigo tan a gusto como otras tardes de la primavera pasada. El otro día del teatro con aquel barullo nos perdimos de vista en seguida.
¿Te gustaría pasar una tarde conmigo? A mí me encantaría.
Yo no sé qué días tienes libres o si son todos. ¿Das clase? El martes próximo (día 18) es muy buen día para mí. Si a ti te viene bien, ven, que te espero contentísimo. Si no pudieras, dime cuándo podrás; pero ven el martes, ven, sí, Gregorio. ¡Qué gusto me dio encontrarte el otro día! ¿Cómo nos perdimos?
El miércoles y el jueves no estaré en casa.
Si no me avisas, te espero el martes. Acuérdate de que tu enfermedad y operación nos impidieron vernos cuando yo me iba a marchar.
Adiós, pintor. Adiós. ¿Hasta el martes? Un abrazo
Vicente
¿Te es buena hora las seis y media o las siete? No te retrases, que me impacientaré.
Addio
[ 10 ]
Velingtonia, 3 (Parque Metropolitano)
11-11-27
Mi simpático Gregorio:
Hace dos días que he recibido tu carta y ya ves qué pronto me siento a tu lado para que nos pongamos a hablar sin cuidado, como tantas tardes hemos hecho y volveremos a hacer (y yo lo estoy deseando). Tu carta es eso: una impresión del París que esta vez te has encontrado, y que tú me cuentas con tu gesto expresivo, para que yo lo vea bien y me entere de todo. (Me parece estarte viendo sentado frente a mí, cruzados los dos de risas o sonrisas inesperadas, saludables, buen viento entre que llevar la conversación.) Me explico este gesto: tu asco a esas materias repelentes del superrealismo pictórico. Chico, qué cosa más fea eso de los algodones manchados de pus, esas lombrices y esos sexos arrugados y podridos. ¡Corramos, huyamos! Deja que nos dé el sol en la cara, y respiremos el nítido aire tan agudo de la sierra. Me lo estás contando y nos hemos asomado los dos a la baranda frente al horizonte largo, para contrarrestar la fea materia y no percibir su olor de sentina. Me gusta mucho que tú, pintor de claridades y de sombras hermosas, de bellos cuerpos y de pincel limpísimo, huyas de enfangarte en ese limo transitorio del superrealismo que me cuentas. ¿Pero es eso lo que hacen los jóvenes? ¿Todos los jóvenes? Esto último sería lo peor. No lo puedo creer. Dime, dímelo, dime si en París toda la pintura joven y «bien vista» va por ahí. Si es así, ¡abajo lo «bien visto»! Oponles tu torso y no te dejes engañar por sus voces de sirenas caducas de senos lacios y maculados de manchas vergonzosas. ¡Cuidado con el contagio! Cuida tu pura sangre pictórica.
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