Es una idea bonita la que me propones de escribir un libro sobre mí y mi poesía. Estoy seguro de que será una obra hecha con gran cariño y a mi satisfacción, y además de tu escritura misma llevará el sello de tu arte. Cuando tengas trazado el proyecto me gustará que nos veamos y me hables de él. Como considero importante disfrutar la obra cuando esté compuesta y terminada antes de entregarla al editor, por si hay que hacer alguna puntualización o tocar cualquier posible error. Por supuesto que cualquier texto mío de la índole que sea (poemas, cartas y cualquier clase de escritos) será, en cada caso concreto, de acuerdo conmigo para su publicación.
El libro resultará sugestivo y rico y estoy seguro de que yo seré el primero en felicitarte por él y en alegrarme de su éxito.
Vicente y Gregorio fueron amigos toda la vida, aunque sabemos que hubo un distanciamiento tras la Guerra Civil, muy probablemente a consecuencia de un malentendido provocado por el pintor. La amistad volvió a retomarse, aunque sin la intensidad de los años veinte. Pese a todo, Prieto no dudó en felicitar al poeta cuando se alzó con el Premio Nobel de Literatura de 1977. En 1964, el artista trataba de arreglar aquella situación con una extensa misiva de la que hay copia en su archivo:
Ayer recibí una carta emocionadísima de Rafael Alberti, que ahora vive en Roma, y no sé si es esta carta de Alberti, por sugestión, lo que me haga escribir a Aleixandre, perdona si esta no te llega en agrado. De toda aquella generación de poetas, solo quedan Aleixandre y Alberti, y no quisiera que el punto final fuera aquella desdichada y tonta tarde, que yo tengo olvidada, pero que si la recuerdo es solo para disculparla, puesto que para una telefonata mal avenida, fue lo que hizo obrar de esa manera, sin culpa por tu parte, me alegró mucho saber todo lo que se habló en aquella conversación telefónica, para dejarte libre de culpas, y esta liberación es la que me hace escribirte esta carta.
Todo volvía a su sitio, todo volvía a resurgir ya como final de una etapa. Muy atrás quedaban esas cartas en las que un ilusionado Aleixandre le reconocía la importancia del amor a Prieto, a ese Gregorito, como él lo llamaba, al que le pedía que fuera feliz, como cuando le confiesa el 7 de septiembre de 1931:
Amo a montones, esto es una catarata, me voy quedando en todos los ojos y a todo le hallo su núcleo, su yema esencial o meritoria que me lo hace deseable. Carnal o solo espiritualmente voy deseando a casi todo y a todo le encuentro hermosura o gracia o simplemente juventud, que me basta.
En el archivo de Prieto existe una cuartilla cuyos extremos superiores han desaparecido al ser rasgados con poco cuidado. Muy probablemente esto sea porque el pintor la tuvo enganchada en algún rincón de su estudio. No es difícil imaginar que leyó esa hoja muchas veces y que fue el alimento que necesitaba para algunos de sus cuadros. Es un breve poema que Vicente Aleixandre incluiría después en su libro Ámbito, de 1928, pero cuyo primer destinatario, junto a la carta del 9 de octubre de 1924 —la primera de este epistolario—, fue el artista, al que está dedicado: «A Gregorio Prieto, nuevo amigo». Prieto lo guardó con orgullo toda su vida, al igual que las cartas que siguieron llegando, preservadas como un tesoro, como una manera de mantener viva la llama de una de las amistades más importantes de su vida. En ese poema llega el eco de cuando fueron jóvenes ambiciosos, hambrientos de arte y acuciados por ese deseo de «salir a la vida»:
ADOLESCENCIA
Vinieras y te fueras dulcemente
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
El presente libro reúne una gran selección de cartas de Vicente Aleixandre a Gregorio Prieto, hoy guardadas —excepto una, la carta 24, identificada con su nota correspondiente— en el archivo madrileño de la fundación que lleva el nombre del pintor. Se han excluido breves notas sin interés literario y otras que el propio poeta pidió que fueran destruidas. El mismo Prieto acarició la idea de hacer una publicación bajo el título de «Cartas griegas de Vicente Aleixandre», un proyecto parecido a los que había realizado en torno a Federico García Lorca y Luis Cernuda, y del que habló con el propio poeta en 1981. No prosperó la idea, aunque algunas de las misivas aparecieron en Federico García Lorca y la Generación del 27 (Biblioteca Nueva, 1977). Como queda dicho en el prólogo, no se dispone del conjunto de cartas de Prieto a Aleixandre.
El orden cronológico en el que se presentan las misivas es resultado bien de la datación que consta en ellas de puño y letra de Aleixandre, bien de la que se ha logrado establecer como fruto de la investigación. Queda al final un pequeño grupo de cartas que no se han podido fechar y que mantienen aquí la secuencia en que aparecen en el archivo del pintor. Cierra este volumen un anexo al corpus epistolar que recoge el conjunto de poemas de Aleixandre conservados en dicho archivo, dedicados, según consta en los documentos originales, a Prieto y algunos de los cuales integran las propias cartas que le envió. Estos poemas se transcriben, tanto en el epistolario como en el anexo, de acuerdo a las versiones manuscritas o mecanografiadas por el poeta, al margen de que, en las ediciones de sus libros, los textos sufrieran alguna variación —que, en todo caso, como hemos podido comprobar, fueron leves.
He tenido en cuenta para esta edición las obras completas de Vicente Aleixandre preparadas por Alejandro Duque Amusco para Visor (Poesías completas, 2001, 2.ª ed. 2005; Prosas completas, 2002), así como la biografía de Emilio Calderón Vicente Aleixandre. La memoria de un hombre está en sus besos (Stella Maris, 2016) y la Poesía completa de Vicente Aleixandre al cuidado de Alejandro Sanz (Lumen, 2017).
La presente edición está en deuda con Amaya Aleixandre, sobrina y heredera del Premio Nobel, la cual ha autorizado la publicación de estas misivas. Igualmente, mi agradecimiento por su apoyo a Carina Pons, de la Agencia Literaria Carmen Balcells. En la Fundación Gregorio Prieto debo destacar la generosidad y ayuda de Raúl Luis García y Jesús Rubio.
Mi más sincero agradecimiento a Javier Expósito por su paciencia, confianza y ánimos en el proyecto desde el primer momento. Publicar con él en la Fundación Banco Santander era un sueño perseguido desde hacía tiempo. Tampoco puedo dejar de darle las gracias a Antonia Castaño por la paciencia en pulir y dar luz a este epistolario con su ojo clínico.
Por último, pero no menos importante, mi enorme gratitud a Anna Maria Iglesia, quien me ha ayudado revisando las cartas y su ordenación a pocos días del nacimiento de nuestra hija Nora. Nunca le podré agradecer lo suficiente que por unas semanas nuestra casa fuera una suerte de improvisada Velintonia.
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[ 1 ]
(Serrano 98)
9 octubre 1924
Amigo Gregorio Prieto:
Ahí va mi poema que te gustó y que ya es para ti. Alegre estoy porque te lo mando y porque te he conocido; alegre con la alegría de tu pintura, que yo no llamaría nunca alegre. Es por esta fiesta del otro día que a ti te debo y a tu arte. En eso nuevo que cada día quisiera uno ir descubriendo, tú eres para mí, aunque antiguo, nuevo, con la novedad cobrada por tus cuadros ante mis ojos, ya reposados, fuera de una visión primera —un abril último— de Exposición, en que las imágenes se superponen en un simultaneísmo de recuerdos que perturba la claridad. ¡Maravillosa claridad la de tu pincel! Yo tengo aún en mí la comezón de ese agridulce de la cabeza femenina, de sonrisa redonda, que fue tu última pintura vista la tarde aquella. Aún me parece contemplar la otra cabeza, la del joven pintor, que emana, dentro de su neta pintura, en su adolescencia, un aire saturado de lirismo. Y la ternura de ese paisaje raso, materno y puro. Y la blancura —sin ser tristeza exactamente— de tus paisajes de Criptana, donde todo el pueblo se va hacia el campo, y donde las paredes clarísimas, la calle sola, el viento (aunque no se mueva), el patio enjalbegado, envueltos en la luz cernida de tu paleta, me llenan —no sé por qué— de una pura melancolía. Conseguida estructura, fino matiz, fino ritmo de tales paisajes.
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