—Pero correrá el riego de morir por otras manos que no sean las tuyas —su padre sostuvo su mano con fuerza.
—Sin mí a su lado estará a salvo de todo. Jamás le quitaría la vida, pero tampoco permitiré que otro lo haga, acabo de tomar una decisión que implica que me aleje de ella lo más posible a cambio de su vida —se soltó con brusquedad mostrando su lado tétrico y oscuro —Así que quítate de mi camino —al ver Tom la forma agresiva de su hijo, opto por levantar la mano tratando de darle una bofetada, pero su madre se interpuso en medio de ellos dos.
—¡No! ¡Tom, no lo hagas! ¡Es nuestro hijo! —le rogó.
—¡No lo es! ¡Este no es mi hijo! —dijo con desdén.
—Por favor... Por favor —gritó su madre desesperada —No digan cosas de las cuales se puedan arrepentir después —volvió el rostro hacia su hijo tratando de calmarlo, pero era inútil —¿Estás seguro de ello? Ambos deben calmarse, hijo debes recapacitar, no puedes irte así por así. Natle te necesita, ella te necesita más de lo que tú puedes llegar a creer.
—Madre no hay nada que recapacitar —volvió a su maleta, tomándola finalmente entre sus manos —Debo irme, por bien de todos.
—¡Hijo! ¡Hijo! ¿Dónde iras? ¿Cómo le explicaremos esto a Natle?
Su padre logró obstruir la puerta, evitando que pudiera salir —No te iras de aquí. No lo permitiré —rogó con desesperación, pero ese no era su hijo, estaba absorto de emociones, de sentimientos, no importaba nada más que su bien —¡Mírame a los ojos! Mírame a los ojos cuando de hablo.
—¡Tom! Por favor, debes dejarme ir. Tengo medios, tengo manos y puedo trabajar. Debo irme y no quiero faltarte al respeto por esto —dio un paso, pero su padre lo contuvo con la mano.
—¡No! —rugió —No dejaré que salgas de aquí y no saldrás por esa puerta —su padre estaba haciendo lo posible para poder retenerlo.
—Quiero que le regreses esto a Max —le entregó a su padre el mismo sobre que yo le había entregado la noche anterior —Él es la persona más adecuada para ella, él sabrá que hacer.
—¡No! No lo harás. Joseph Daniel Cooper Greisen ¡No lo harás! —gritó su madre.
—Tom… Anna ¡Lo siento! Son unos maravillosos e increíbles padres, pero no puedo hacerlo —tomando la iniciativa, pasó por entre sus padres, bajó las escaleras con sus cosas en mano y salió por la puerta principal rumbo a su auto. Abrió la maletera y guardó sus cosas lanzándolas con furia, mientras sus padres bajaban con rapidez para poder detenerlo, pero Joe ya había encendido el auto y salió del lugar, escuchando los gritos de sus padres detrás de sí, implorando que regresara, pero Joe hizo caso omiso a los gritos pisando el acelerador perdiéndose en medio de la calle, Tom abrazo a su esposa deseando poner alto a sus gritos, pero era imposible, habían perdido nuevamente a su hijo.
—¡Tom! ¿Por qué? ¿Por qué? —se recriminó la esposa aun en sus brazos, mientras que su llanto la vencía.
—Son las circunstancias de la vida. De nuestra vida cariño mío —ambos vieron a su hijo a la distancia perdiéndose entre la colina y el sol de esa mañana.
Joe tomó el volante con ambas manos, sus nudillos se volvieron blancos ante la presión que ejercía en él, con el corazón martillando y la boca apretada en un gesto hosco, la mirada al frente, sin dejar de parpadear, ya que las lágrimas brillaban rebosantes por salir —¡Oh Dios! ¡Oh dios! —gritó con amargura mientras conducía.
El móvil que yacía en el asiento delantero comenzó a sonar, Joe sin mirarlo, lo tomó y silenció, dejando que la imagen de sus padres resonara una y otra vez, una y otra vez.
—No contesta cariño —le dijo Tom a su esposa que con piernas y manos temblorosas, trataba de no retorcer sus manos que se encontraban en su regazo.
—Quizás el móvil este guardado, está conduciendo.
—Cariño... —dejó el teléfono sobre la mesa, acuclillándose tomó sus manos entre las suyas, besándolas y sintiéndolas frías —No nos engañemos. Joe no quiere hablar, se fue cariño, se fue. Por segunda vez —Anna tan solo rompió en llanto, abrazando a su esposo con todas sus fuerzas, sin decir más, sin mencionar o tratar de considerar las cosas.
Las cosas no son siempre como se suele creer, vi que ese camino era muy largo, cosas que a simple vista estaban incompletas, Joe había elegido excavar en lo profundo para obtener una respuesta, una sola respuesta a la que concluyo como única. No intentó ver desde otra perspectiva, se cerró en una sola dirección, dejando a muchos con el corazón roto y a mí con las ganas de romperle la cara y patear su trasero hasta matarlo. Pero que más decir, muchos tomamos las decisiones correctas e incorrectas, acertadas o no, siempre supimos que tomarlas cambiaría nuestro destino de una u otra manera.
Entre nuestro camino, cruzamos muchos mundos, entre ellos, vimos a la muerte y pudimos ver que era vivir nuevamente, no conocí a mi madre, pero sé que ella me dejó algo aún muy valioso, el poder amar sin recibir nada a cambio, sin embargo, Joe le dio a Natle mucho más que simple amor, le dio la oportunidad de vivir nuevamente, una nueva oportunidad de poder ver la luz del día. Ambos teníamos la misma misión, cuidarla sin importar el costo, sin saber que ambos nos enamoraríamos de ella, algo que nos obligó a tener una odisea sin fin.
Piora tan solo precipitó las cosas, le mostró un pasado, presente y un dolorosos futuro, haciéndonos entender a todos que éramos vulnerables, éramos débiles, pero aun así teníamos las ganas de vivir, aunque el mundo que nos dejaron estaba lleno de decadencia y peligro, de odio y rencor, éramos parte de algo, éramos parte también de su mundo y debíamos defender lo que también nos pertenecía por derecho, debíamos proteger la tierra que nos cobijó cuando nuestro mundo fue cruelmente destruido y devastado por la guerra.
No deseábamos ser simples títeres de Miaka, él solo seguía las reglas de alguien que ya había muerto, de alguien que no entendía muy bien el valor del sacrificio, del amor, la verdad, lealtad y de la libertad. Sin embargo, jamás se nos mencionaron cosas que podrían darnos señales, la manera adecuada de seguir, forzándonos a enterarnos y seguir caminos que creíamos incorrectos, direcciones que parecían lejanas, pero nada era así, todos, todos nosotros no habíamos elegido ser parte de ello, pero aun así decidimos lo mejor.
Natle se había ido del hospital hacer ya mucho, podía sentir su distancia, y de la nada su presencia comenzó a desvanecerse con lentitud, ya no podía sentir sus emociones, sus alegrías, era solo yo y ese vacío me dolió más que las heridas que tenía, por un momento me sentí celoso de Joe, lo odié en su momento ya que yo ansiaba poder tener un pedazo de su corazón, pero luego me di cuenta que sí yo la amaba de verdad debía alegrarme de que ella fuese feliz.
El sonido del reloj podía sentirlo a la distancia, además de goteo del suero caer, los sonidos eran aún más fuertes de lo común, mis sentidos estaban demasiado alerta, demasiado sensibles, lo atribuí ante la ausencia de Natle en mí, fruncí el ceño ante la extraña sensación, pero aun así mis ojos no obedecían mis órdenes, quería despertar, pero no podía. El vacío que inundó mis sentidos, el hueco que sentía en mi cuerpo por su ausencia desapareció de un momento a otro, mientras que mi corazón se hinchó ante su presencia aún conmigo, me pareció raro, ya que sabía que Joe la sacaría de la ciudad para huir lejos, pero sentir su vibra en mi interior me dio la certeza de que Natle estaba aún conmigo.
Un calor inundó mi cuerpo, había quedado por un momento profundamente dormido con el sabor de su beso sobre mis labios, hasta que la incesante temperatura había inundado mi cuerpo, el sudor no era frío, cubría mi frente como perlas saladas, pero quemaba, quemaba por dentro, la sensación se expandía hasta quemar aún muy dentro de mí.
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