Ray llamó a la puerta con sus nudillos, mientras que su sollozo inundaba el baño, estaba tan temerosa, confundida y sobre todo herida —¡Natle! Toma tus cosas y alístate para clases, haz tu rutina normal, eso es lo mejor que puedes hacer ahora, no puedes encerrarte en el baño para siempre, te necesitamos atenta —hizo una pausa significativa, pegando su frente en la puerta —Por favor, cualquier problema que hayas tenido con Joe, sé que lo arreglaran siempre sus discusiones son temporales, ambos son temperamentales. Un amor como el suyo no puede acabar así por así ¿Me escuchas?
—¡Natle! Ray tiene razón. Qué te parece si te acompaño a ver a Max después, sé que él estará contento de verte, y podemos ver cuando le darán de alta —mencionó Philip desde atrás de su amigo.
—¿Ahora? —no sabía que más decir —Pero... —trataba de no llorar.
—Nada de peros. Ve y alístate, cámbiate —esos dos amigos tercos, se giraron sobre sus talones y salieron de la habitación, dándole su espacio, ya que Natle no deseaba miradas iracundas, tensas y de compasión por un estado emocional tan frágil.
De la nada sintió la voz de Ray nuevamente —Y… puedes devolverme mi celular. Tengo llamadas pendientes.
A la distancia una furiosa Jesse logró gritarle —¡Raymond! —chillo ante el insensible comentario, tomó su camiseta en un puño y lo obligó a salir de la habitación.
—¿Qué? Necesito el móvil, sabes muy bien eso.
—El celular me importa un rábano ¡Acaso no ves a Natle! ¡Cielos! Eres o te haces el idiota.
—Seré lo que tú digas, nena —Ray sonrió con picardía a una sonrojada Jesse que fue invitada a participar en un nuevo problema. El trio salió de la habitación y la dejó sola.
Natle reaccionó abriendo la puerta y sacando la cabeza para ver si aún había alguien, pero estaba sola. Ella no tenía idea de cómo sobrevivir después de eso sin Joe, dándose cuenta que debió haberse alejado de él lo más posible, debió alejarse de todos, abrió mucho los ojos ya que las lágrimas amenazaban con rebozar, eran lágrimas de ira, decepción y sobre todo de odio.
—¿Por qué Joe? ¿Por qué lo hiciste? —se cuestionó ella misma, entre el llanto y el celular en mano, se sintió invadida por una temeridad que desconocía en esos momentos, sabía muy bien que era el miedo, pero esa sensación era una más fuerte, más que miedo, supuso que lo que sentía era solo por estar entre la confusión y el no saber nada de Joe.
Miró a su alrededor, sin saber cómo romper esa insoportable e inquietante calma, con un nudo en la garganta, pensó en tantas cosas, supuso muchas, pensó en cada palabra de Gabrielle, dándole una veracidad inquietante, una sin fundamentos.
Instintivamente deslizó su mano en su bolsillo, sacando el medallón de Joe, aquel objeto, el único que le había dejado antes de su partida, antes de alejarse de su vida sin una nota, una despedida, un abrazo o tan solo una última caricia.
En ese instante recordó el celular de Ray, aún estaba en su mano así que volvió a marcar el número, pero como siempre, mandaba la llamada directo a casilla de voz, dejándole uno de tantos mensajes —¡Joe! Sé que quizás esto es un error, quizás estas ocupado y tratas de desviar nuestras pistas —sus labios se curvaron en una sonrisa, una leve sonrisa que no llegó a brillar en sus ojos —Por favor, llámame y dime cuando podremos vernos —colgó, volviendo la mirada hacia el medallón y con ello el día se fue apagando, además de los múltiples mensajes que le dejaba por ambos celulares sin recibir respuesta alguna.
Joe, por favor regresa ¿No sé qué hice mal? ¿Acaso estuvo mal lo que paso anoche? Regresa estoy esperándote para irnos.
Joe es casi mediodía y aun espero por ti, nadie sabe que debemos irnos.
Joe es casi la una de la tarde, te espero para comer.
Joe son las dos de la tarde, espero que leas estos mensajes.
¿Estás allí?
¿Estás enojado conmigo?
Perdóname si hice algo indebido.
Joe… regresa.
Joe por favor
Son casi las ocho de la noche… no he asistido a clases y te sigo esperando.
Joe siempre nos iremos a una isla.
Espero que sea una casa pequeña.
¿regresarás?
Joe es medianoche y aun espero tus llamadas.
Es la una de la mañana, fui a tu casa y tus padres no saben nada de ti.
Joe hoy Gabrielle me dio una bofetada.
Joe son las tres de la mañana y aún sigo esperando.
Joe con las cuatro… duermo solo instantes pero despierto para enviarte un mensaje… responde.
Joe son las cinco… ¿Dónde diablos estas?
Joe Cooper contesta el maldito teléfono.
Lo lamento… por favor perdóname, sé que estoy enojada y no debí mandarte ese mensaje…
La enfermera había venido a revisar el suero y darme más medicación para el dolor, cuando vio que todo era correcto, giró sobre sus talones dejándome solo y cerrando la puerta detrás de sí, en ese momento vi la figura de Ray entre la sombras de la puerta, me hizo una visita fugaz, yo estaba descansando, adolorido e incómodo así que mi humor no era de los buenos, era un muy mal enfermo, cuando lo vi supe que no era una visita de cortesía, era una buena señal, una de las mejores noticias, quizás venía solo a decirme si sabía dónde Natle y Joe se habían ido, si sabía de algún paradero o lugar donde ellos pudiesen estar, quizás el verle de pie frente a mi cama solo hizo mella a mi ego magullado y mi corazón que comenzaba a sentirse marchito, ellos dos se habían ido , vacilé un momento, pero entonces me fije en el rostro de Ray, se paró en seco en la puerta al mismo tiempo que sus labios pronunciaban miles de maldiciones y eso no estaba para nada bien.
Cerré los ojos y supe que no se trataba de ello, algo mucho más grande había pasado —¡Max! —pronunció mi nombre en un tono mucho más que preocupante.
Fruncí el ceño y traté de erguirme pero Ray me lo impidió con la mano —¡No! Nooo —me detuvo —No trates de levantarte.
Mi rostro sonrojado por el dolor y mi sudor que apelmazaban mis cabellos en mi frente, lo único que me permití pensar fue en ella —¡Natle! ¿Dónde está? —dije preocupado.
—Ella —no supo cómo decirlo, pero encontró la palabra indicada —No está del todo bien.
—¿¡QUÉ!? —me sorprendió, ya que se suponía que debía irse, no debía estar allí para esa mañana ya pasada. Supuse que quizás después del proceso vivido hace unas noches en el infierno la había consumido o algo por el estilo.
—Está en Ben Cork, cosa que me sorprende, ya que se supone que tú le diste a Joe todo lo necesario para sacarla de Estados Unidos, si es preciso de América del norte, pero ella se encuentra en el internado, sola y devastada —dijo sin rodeos —Joe ha desaparecido.
—Hijo de per... —me abstuve de decir más —Infeliz —Grité ronco por la ira —¿Quién diablos te dijo que iban a irse?
—¡Max! No entiendo que salió mal, se supone que ese consejo se lo di miles de veces, al igual que tú, pero no acato ninguno de los dos consejos que eran los más próximos a ser ciertos —se aferró a sus palabras —Pero Natle está destrozada. Debemos localizarlo y sé que el único que puede juntar sus pedazos eres tú, así que tienes dos días más para poder recuperarte y salir de aquí. Natle te necesita, en verdad te necesita.
—¿Cómo mierda piensas que lo haga? —lance retahílas por todo lo alto, sin importarme que me escucharan.
—No te alteres. Hablé con tu doctor esta mañana y me dice que la herida está cicatrizando, al ser un Axiul`s eres más fuerte y tus poderes te ayudan a sanar a comparación nuestra, la herida aún está fresca pero en poco podrás dejar el hospital, la cama y seguir con tu rutina, aunque después de diez a quince días podrán sacarte los puntos de la cirugía y de la espalda.
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