Así es la amargura, es algo que guardamos dentro de nosotros y no sabemos que nos está enfermando. Antes de poder dañar o vengarnos de quienes nos lastimaron en el pasado, nos dañaremos a nosotros mismos primero.
El secreto contra la amargura es perdonar… ¡70 veces siete!
Los cristianos que han aprendido a recibir insultos y traiciones y no guardan rencor ni se amargan, ¡son los que han entrado a la Tierra de Canaán! La prueba más grande para el cristiano, es vencer la amargura. Si usted lo logra, no se imagina lo que le espera al llegar a la tierra de Canaán y todas las bendiciones que Dios le dará. Ya usted no será vulnerable a la crítica, al chisme, a la persecución, ni a la traición. Cristo puso su rostro como pedernal, sabiendo el gozo que tenía delante de Él.
La Necesaria Dependencia Diaria de Dios
“¡Ay de aquellos que dicen, mañana voy a hacer esto o aquello!” En lugar de lo cual deberían decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto y aquello.” Santiago 4:15
¿Quién es un cristiano?
No es el que tiene cierta religión o que de vez en cuando hace buenas obras, sino aquel en quien habita el Espíritu de Dios: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9). Es el que sabe que depende entera y totalmente de Dios. “El hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23).
Los seres humanos solemos hacer planes: “Voy a ir a Miami”, “voy a comprar esta casa”, “me voy a casar con esta persona”, etc. Pero de pronto sucede algo e inesperadamente, nos cambia la vida. Si usted se amarga, se enojará y se frustrará. Pero si usted acepta la voluntad de Dios para su vida, podrá decir: “Padre Santo, no entiendo qué está pasando, yo iba a... pero ¡acepto tu voluntad!“
Si usted no entiende cuando camina con Dios, que las cosas que le suceden son porque Él le quiere decir: “¡No es por ahí, te voy a mostrar otro camino!” Si usted no es sensible a su dirección espiritual, Él ya no se meterá en su vida. Para que Dios le pueda dirigir, es necesario ser dócil de carácter; de lo contrario, habrá más sufrimiento.
Acerca de la persecución que sufren los cristianos, la Biblia dice: “Dichosos son los que por mi causa sean perseguidos y calumniados” (Mateo 5:11). ¿Cómo es esto posible? Cuando oímos que alguien dice algo en contra nuestra y no es verdad, no tenemos de qué preocupamos. Claro que como seres humanos nos da enojo, pues es horrible y una gran injusticia que alguien hiera nuestra reputación.
Relájese, pues “ninguna arma forjada contra ti prosperará” (Isaías 54:17). Si han dicho algo que no es verdad y Dios lo sabe, no se preocupe que Dios le va a vindicar. En lugar de enojarse, amargarse y desilusionarse, ¡alégrese! Dios dice que usted es alguien dichoso. La forma de ver las cosas desde el punto de vista de Dios, cambia nuestra vida y nuestro carácter, pues aprendemos a vivir conforme a lo que Él dice y no conforme a lo que la gente habla de nosotros.
Debemos vivir por fe, y no por lo que vemos, que es lo contrario. ¡Cuidado con quienes son guiados sólo por sus sentimientos y emociones! “Siento que con esa mujer voy ser más feliz”, dicen algunos, pero la Biblia dice: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14). Otros piensan: “Siento que este trabajo va a ser mejor remunerado y ese dinero me va a sacar de apuros”. Pero si esa “plata” usted la obtiene a través del robo, del fraude o del engaño, la verdad es muy diferente a lo que usted siente. Usted debe ser guiado por la verdad y no por lo que siente. Ríjase por lo que está escrito en la Biblia y así nunca perderá el camino. Muchas mujeres dicen también: “Me quiero casar con ese hombre, pues siento que se va a convertir.” Este es el engaño más grande en el que una persona puede caer, pues la Biblia dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14). La vista y los sentimientos son engañosos y no son guía. Debemos ser guiados por la fe. Pero, ¿qué es la fe? Es creer lo que Dios dice en su Palabra.
La Soberanía de Dios y el Libre Albedrio
Finalmente, analicemos la crucifixión de Jesús. El apóstol Pedro dice: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad [de Jerusalén] contra tu Santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hechos 4:27-28).
Pilato, Herodes y todos los que se juntaron para matar a Cristo hicieron lo que Dios les permitió hacer. Nadie le puso una mano encima a Cristo sin que Dios lo permitiera. Pero al mismo tiempo, sus verdugos fueron condenados en el infierno. Esta aparente incongruencia entre lo que Dios permite y la responsabilidad humana, es lo que va a ser el centro de nuestra reflexión.
Comencemos a despejar incógnitas para limpiar nuestro camino y verlo más claramente:
¿Significa esto que Dios es el creador del mal?
La Biblia nos dice: “La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa” (Deuteronomio 32:5). Y Salomón escribió: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7:29). Estas Escrituras nos revelan que Dios ha permitido el mal dentro de sus propósitos eternos, pues si Él no tuviera el control de todo lo que sucede, el universo sería un caos. Pero que Dios haya permitido la maldad que entró al universo, no significa que Él es el Creador y autor del mal.
Cuando Dios creó a Lucifer, creó a un ser que no tenía igual en el universo. No había serafín, querubín, ángel o ser viviente más perfecto, sabio, bello, hermoso y dotado de conocimiento e inteligencia que Lucifer (significa: “El que porta la luz”). Al mismo tiempo, Dios le dio a Lucifer la libertad de escoger entre el bien y el mal, y con esto, la posibilidad de rebelarse contra Él; de otra manera, ¡habría sido un robot!
De la misma manera, Dios creó a Adán y Eva como seres perfectos. Dios creó al hombre recto, pero le dio la posibilidad de escoger entre el bien y el mal y de elegir entre un camino u otro; de otra manera, ¡Dios habría creado una raza de robots!
Dios le dio al ser humano el libre albedrío. Este fue un riesgo que Él tomó porque sabía que al darle a sus criaturas la capacidad de escoger, posiblemente se rebelarían. Sin embargo, Dios anticipó que todo esto iba a suceder y si Él no lo hubiera permitido, habría sido un universo donde todos hubiéramos amado a Dios mecánicamente, diciéndole “Te amo, te amo”, como quien le da cuerda a un juguete, sin la posibilidad de amarlo libremente, y por lo tanto, sin la capacidad de amar. Nadie puede forzar a alguien a amar, pues no sería amor verdadero. Si no pudiéramos escoger y determinar entre el bien y el mal libremente, no seríamos agentes morales libres y responsables de nuestras acciones, y esto es algo muy importante que tenemos que entender.
¿Por qué sufren los justos?
No debemos asumir tampoco que siempre que ocurre una tragedia o un desastre significa que estamos bajo maldición o que nos cayó el juicio de Dios. Cuando nos adelantamos y comenzamos a decir que lo que le sucedió a tal o cual persona fue porque se lo merecía, en ese momento nos estamos erigiendo como jueces. Debemos tener mucho cuidado de no caer en la trampa en que cayeron los amigos filósofos de Job. La serie de tragedias que le sucedieron a Job reflejan la hostilidad, el odio y la animosidad de Satanás contra el pueblo de Dios. Este libro comienza diciendo que “era este [Job] hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Estas características no quieren decir que Job fuera como Jesús (sin pecado), o que él no fuera un ser humano, pues la palabra perfección, en el hebreo “tamim”, y en el griego “teletastai”, significa “maduro, completo humanamente”.
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