Por un sendero de sueños
Primera edición: marzo 2020
ISBN: 978-607-8773-17-6
© Gabriela Santana
© Gilda Consuelo Salinas Quiñones
(Trópico de Escorpio)
Empresa 34 B-203, Col. San Juan
CDMX, 03730
www.gildasalinasescritora.com FB: Trópico de Escorpio
Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento de los autores.
Distribución: Trópico de Escorpio
www.tropicodeescorpio.com.mx FB: Trópico de Escorpio
Diseño gráfico: Karina Flores
Fotografía de portada: Joy Zhang
HECHO EN MÉXICO
Para Luz Elena
Tu mirada me cambió la vida.
Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles . Federico García Lorca
Capítulo i Por un sendero de sueños Primera edición: marzo 2020 ISBN: 978-607-8773-17-6 © Gabriela Santana © Gilda Consuelo Salinas Quiñones (Trópico de Escorpio) Empresa 34 B-203, Col. San Juan CDMX, 03730 www.gildasalinasescritora.com FB: Trópico de Escorpio Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento de los autores. Distribución: Trópico de Escorpio www.tropicodeescorpio.com.mx FB: Trópico de Escorpio Diseño gráfico: Karina Flores Fotografía de portada: Joy Zhang HECHO EN MÉXICO
Olivia estaba sentada frente a la ventana, tejido en mano, mientras la nieve caía lenta y constante. Separó los ojos de su labor y miró a su hija adolescente con atención: Carina era llamativa, parlanchina. La hacía sentir orgullosa y permanentemente preocupada. Se dio cuenta de que tenía que asir ese momento de placidez, recordar la serenidad de ese día de invierno.
—¿Sabes? Todavía me sorprendo cuando recuerdo que tenemos varios años de haber migrado a este país. Supongo que hay muchas historias como la nuestra, pero en ocasiones siento como si una tormenta nos hubiera lanzado aquí de golpe.
Afuera, y a pesar de la nieve, las ardillas y los pájaros se alimentaban con las semillas de girasol que caían del comedero.
—Supongo que muchos seres humanos somos así —continuó tejiendo— no podemos estarnos quietos y probamos suerte en distintos lugares, hasta que encontramos por fin un espacio en el que podemos sentirnos en paz. Y es tan importante hallarlo, que nuestras historias siempre tienen que ver con eso.
Carina asintió de manera distraída y volvió los ojos a su computadora. De pronto, un golpe seco en la puerta hizo brincar a las dos mujeres. Enigma, la gata, corrió a meterse debajo del sillón.
Olivia detuvo su corazón con la mano y se levantó para abrir la puerta. Un cartero con nieve en las pestañas se mostraba impaciente por entregarle un sobre que debía firmar. El viento frío, o tal vez la emoción, puso color en las mejillas de la mujer.
El remitente decía Amán… y el sobre provenía de la librería Newport Rare Books, en Nueva York. Agradeció al empleado del servicio postal y regresó a la estancia.
—¿Qué es, ma? ¿Un cupón?
—No.
Los ojos de la mujer tardaron un par de minutos en recorrer la carta varias veces. Por fin agregó:
—Hay un señor Amán… que necesita hablar conmigo. Se trata de don Carlos, parece que dejó instrucciones para que me entregaran unos libros.
—¿Don Carlos? ¿Tu antiguo jefe? ¿Hasta acá? Qué chistoso, ¿no acabas de soñar con él?
—Sí —Olivia se mordió los labios— en el sueño me hablaba por teléfono, como solía hacerlo todos los días desde que emigramos a Nueva Jersey. Yo le decía algo muy estúpido. La mujer dudó en contar la anécdota.
—¿Qué, pues?
—Bueno, yo le decía: “Carlos, pensé que estabas muerto”. Y él, como si se estuviera enterando por mí, respondió algo así como: “Oh, no”, y colgó.
Carina soltó una carcajada.
—Perdón, mamá. Sé que lo querías. Pero fue chistoso soñar eso, admítelo.
Olivia también sonrió.
—Tienes razón, no fue un sueño triste, solo extraño. Creo que soñé así porque no pude ir al sepelio ni despedirme de él. Ni siquiera lo visité la Navidad pasada en que presentí que ese año sería el último para él.
—Pues ya estaba viejito, y además no oía. Aunque ahora que lo pienso, algo ocurría cuando tú le hablabas, entonces sí que escuchaba. ¡Y mira que hablas como un pajarito!
Olivia sonrió de nuevo. Mucha gente en la oficina le pedía que intercediera en la comunicación con don Carlos porque parecía sordo para todos los demás.
—Tienes razón. Algo pasaba. Cada palabra mía le parecía importante. La verdad es que escuchaba mejor con el oído derecho. Yo procuraba ponerme de ese lado. Y si le hablaba, su atención me hacía sentir admirable, profesional, inteligente. Creo que con eso me dio el mejor regalo que un hombre puede hacerle a una mujer.
—Justo estoy haciendo una tarea sobre género. ¡Voy a poner eso! —Carina parecía haber descubierto algo importante— Escucha, esto dice Virginia Woolf: “para ambos sexos la vida es ardua, difícil, una lucha perpetua. Requiere un coraje y una fuerza gigantes. Más que nada, viviendo como vivimos de la ilusión, quizá lo más importante para nosotros sea la confianza en nosotros mismos”. Queda perfecto agregar ahora lo que dijiste de sentirse admirable y profesional.
—Bien dicho.
Puso a un lado la carta. No estaba lista para hablarle al señor Amán.
Capítulo ii Por un sendero de sueños Primera edición: marzo 2020 ISBN: 978-607-8773-17-6 © Gabriela Santana © Gilda Consuelo Salinas Quiñones (Trópico de Escorpio) Empresa 34 B-203, Col. San Juan CDMX, 03730 www.gildasalinasescritora.com FB: Trópico de Escorpio Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento de los autores. Distribución: Trópico de Escorpio www.tropicodeescorpio.com.mx FB: Trópico de Escorpio Diseño gráfico: Karina Flores Fotografía de portada: Joy Zhang HECHO EN MÉXICO
Siguió tejiendo como para ordenar sus pensamientos. Cuando tejía, la trama resultaba lo de menos, lo importante era tener la mente entretenida en algo concreto. Tejía para visualizar proyectos. Se decía a sí misma cosas como: “cuando acabe esta bufanda habrá ocurrido tal o cual cosa”. Entonces, el estambre la conectaba con su proyecto y, a veces, milagrosamente, se resolvía algún dilema.
Le tocaba una vuelta de reveses que la llevó a pensar en ella misma; en lo que hacía que estuviese frente a esa ventana, en ese preciso instante, con una carta que le traía noticias del pasado. De pronto, un mal recuerdo la asaltó como un insecto necio. En esta empresa en donde ahora trabajaba no habían faltado los comentarios desagradables sobre su personalidad.
—Yo soy como la Diana cazadora, pero tú eres como Perséfone —le había dicho Celia, una mujer de su oficina—. Al verte pienso en la típica doncella sin metas claras. Una Blanca Nieves vulnerable, sumisa y complaciente, en espera de que llegue un hombre que la rescate.
Olivia había respondido con un insulto que nadie escuchó porque no alcanzó a salir de su cabeza. Lástima. Odiaba esos ataques de timidez.
La verdad es que su compañera de trabajo no se equivocaba del todo. De joven había procurado conseguir la aprobación materna y delegar decisiones importantes en figuras de autoridad. Después de todo, ser la menor de los hermanos, y portarse lo mejor posible para complacerlos, sí parecía algo como del personaje bondadoso de cualquier cuento. Sin embargo, la otra parte del arquetipo de la diosa griega, también se había cumplido en ella. Secuestrada por Hades, no le había quedado otra alternativa que crecer en el propio infierno. Bah, si fui Perséfone, me las arreglé para escapar .
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