Los músicos, claro, os hablarán de la armonía, y os quedaréis asombrados ante la riqueza y la poesía de su lenguaje; pero no os revelarán su aspecto iniciático, porque ni ellos mismos lo conocen. Desde el punto de vista musical se expresarán maravillosamente, pero yo voy más lejos que el punto de vista musical. Ningún músico os hablará de la armonía en el sentido que os acabo de revelar: la armonía conectada con todas las virtudes, con la perfección, e incluso con la salud. Sí, sobre todo con la salud, porque cada desarmonía mina y carcome vuestra salud. Si los hombres supiesen esto, en vez de perder el tiempo en tratar de curarse, se pondrían inmediatamente a trabajar con todas las entidades y las inteligencias divinas; y solamente después tomarían algunos medicamentos para curarse…
Cuando comprendáis la importancia de la armonía, día y noche buscaréis cómo crearla, cómo introducirla en todas vuestras células y propagarla por todas partes. Únicamente la armonía puede abriros todas las riquezas, todas las bendiciones, todos los tesoros del Cielo. El Cielo sólo cede al lenguaje de la armonía. Si queréis hablarle, pedirle algo, convencerle de que se ocupe de vosotros, debéis saber que el Cielo no conoce otro lenguaje. Hagáis lo que hagáis, aunque le amenacéis, aunque os neguéis a ir a la iglesia para castigarle, digamos, el Cielo permanece insensible. Pero habladle del lenguaje de la música, es decir, de la armonía que es la música absoluta, la música perfecta, la música por excelencia, entonces el Cielo os escucha y derrama sobre vosotros todas sus bendiciones. En el Cielo no se hablan varias lenguas, sino una sola, la de la armonía, y si sabéis hablarle con esta lengua, el Cielo os responde enviándoos todo en plenitud.
He ahí aún una cosa que no ha sido bien comprendida, bien asimilada, bien profundizada, lo veo. Los hombres trabajan en muchos otros dominios creyendo que son más importantes, que estarán mucho mejor, a resguardo, protegidos, felices, y dejan de lado la armonía. Conocen, claro, su aspecto teórico, pero lo teórico no actúa sobre nosotros, no es suficientemente poderoso para procurarnos todo lo demás. Quizá hoy me comprendáis mucho mejor porque despierto vuestro interés, porque os muestro las ventajas que obtendréis trabajando con la armonía, noche y día, sin cesar, infatigablemente, sabiendo que únicamente la armonía os aportará todo lo demás: la luz, el amor y, sobre todo, la presencia divina.
Cuando cantamos juntos, cuando nos acercamos a esta armonía perfecta, habéis podido sentir. en varias ocasiones, la presencia de entidades celestiales… Es la armonía la que las atrae. Se pasean entre vosotros distribuyendo flores y otros regalos… Sentís algo, pero no sabéis que son las entidades celestiales las que han venido. Seguid empleando todos vuestros esfuerzos y toda vuestra voluntad hasta que el Cielo venga, y os aseguro que vendrá.7 Está con nosotros, detrás de nosotros, y seréis testigos de manifestaciones extraordinarias; experimentaréis una felicidad tan inmensa que ni siquiera podréis contenerla, porque pasarán a través vuestro unas corrientes tan poderosas que os harán estremecer con el más puro éxtasis.
Os lo he dicho, incluso las enfermedades sólo pueden ser curadas con la armonía. Si estáis enfermos, es que mantenéis un desorden dentro de vosotros; habéis alimentado ciertos pensamientos, ciertos sentimientos, ciertas actitudes, y eso se ha reflejado en vuestra salud. ¿Y por qué en tal órgano y no en tal otro? Porque todo está matemáticamente calculado en función de las leyes que hayáis transgredido. Si queréis curaros, sólo debéis pensar en la armonía: día y noche debéis conformaros, armonizaros, sincronizaros, estar acordes, en consonancia con la vida entera, la vida ilimitada, la vida cósmica. Porque, cuando hablo de la armonía, no quiero decir que sea preciso sintonizarse solamente con una o dos personas, con vuestra mujer, con vuestros padres, con vuestros vecinos… No, no, debemos sintonizarnos con la vida universal. Desgraciadamente, estamos siempre en sintonía con algunos mequetrefes, con algunos tontainas, pero estamos en disonancia con la vida universal, y poco a poco esta desarmonía se infiltra, se instala, hasta el día en que la enfermedad se declara.
Cuando os digo esto, me lo digo también a mí mismo; no penséis que quiera excluirme de este asunto. Si me sucede algo, si tengo un dolor en alguna parte, me digo: “¿Ves?, tú tampoco has llegado aún a obtener esta armonía de la que hablas a los hermanos y hermanas… ¡Venga!, ¡Ponte a trabajar!” Así pues, lo que os cuento, me concierne a mí también. Diréis: “Entonces, es que usted tampoco está tan avanzado, tan evolucionado...” No tanto, no tanto, es verdad, pero la diferencia entre yo y muchos otros, es que yo me he dado cuenta de la importancia de la armonía y que los otros no se dan cuenta. Pero que haya todavía muchas cosas que limpiar, que purificar, que transformar, que sublimar, que vivificar, que resucitar en mí, por descontado… ¡Si creéis que cuando vine a la tierra era perfecto! Incluso los Iniciados vienen con taras y defectos.
Cuando los Iniciados vienen a reencarnarse, sólo pueden encontrar familias que inevitablemente van a transmitirles una herencia de defectos y de enfermedades. Sí, pero entonces trabajan a marchas forzadas para acelerar todos los procesos de limpieza, de purificación, etc… Por eso realizan esta armonía mucho más rápidamente que los demás. Esto es todo. No creáis que cuando los Iniciados llegan a la tierra todo en ellos es absolutamente puro, armonioso y divino. ¡Ni hablar!… Conozco la realidad. Pero la cuestión no es ésta. No debemos justificarnos nunca con todos los defectos que hemos heredado. Decid solamente: “Si hubiese merecido algo mejor, me habría reencarnado en una mejor familia.8 No son mis padres los culpables, sino yo. Ahora tengo que arreglarlo todo, limpiarlo todo, purificarlo todo...” Y pasado algún tiempo, estáis rejuvenecidos, sois luminosos, estáis resplandecientes… Sólo que hay que ser decidido, consciente, hay que tomarse las cosas en serio.
De ahora en adelante, dejad todo de lado y ocupaos de la armonía; os aportará todo lo que necesitáis: la salud, la bondad, la luz, el gozo, una beatitud extraordinaria, y os sentiréis tan fuertes y resistentes que ya ni siquiera tendréis miedo a la muerte. Habréis vencido a la muerte. Sólo que, claro, para atraer la armonía, para construirla, hay que amarla. Mientras no la améis, no creáis que vais a atraerla. Pero siento que ya empezáis a amarla… Desde hace algún tiempo estáis haciendo esfuerzos loables y sinceros para crear la armonía en la Fraternidad. Lo hacéis conscientemente, poderosamente, y constatáis unos resultados en vosotros mismos indeciblemente bellos. Continuad creando esta armonía y, un día, os revelaré todas las transformaciones que se producen en el mundo entero a causa de nuestro trabajo: en cuántos hogares, en cuántos países estamos, gracias a nuestra existencia aquí, en la Fraternidad Blanca Universal, inspirando a muchas personas que quieren salir del desorden en el que está sumergido el mundo actual. Todo esto se os escapa aún, no veis las razones por las cuales debemos vivir en esta armonía.
Y es porque, no sólo empezaremos a saborear el Reino de Dios, sino también porque enviaremos al mundo entero, y hasta las estrellas, unas corrientes, unas ondas, unas fuerzas de un poder y de un esplendor tal, que tarde o temprano, toda la humanidad se verá obligada a mejorarse, a transformarse, y a vivir en la armonía, en la felicidad y en la paz.
Bonfin, 10 de agosto de 1971
1Los poderes de la vida, Obras completas, t. 5, cap. I: “La vida”.
2Las leyes de la moral cósmica, Obras completas, t. 12, cap. VII: “Leyes de la naturaleza y leyes morales”.
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