Y ahora, para saber si habéis logrado o no poneros en armonía, es fácil, todo vuestro ser os dirá si cada célula vibra al unísono o si queda en alguna parte alguna nota falsa, alguna disonancia. No es necesario que alguien venga a decíroslo. Es exactamente como cuando tenéis hambre o sed… Después de haber comido y bebido, no tenéis necesidad de que nadie os diga si estáis saciados o si ya no tenéis sed. Y cuando un día logréis obtener este estado de armonía, sentiréis que llegan de todas partes fuerzas formidables que se introducen en vosotros; sentís que irradiáis, que proyectáis partículas, que vuestra aura vibra… Vivís maravillados. Y en cambio, cuando estáis en el desorden, en el estrépito, en el caos, pueden decir que sois magníficos, extraordinarios, lo que quieran, pero vosotros os sentís, en el fondo de vosotros mismos, tan confusos, tan inquietos, tan débiles, que no sabéis dónde meteros, y hasta tenéis vergüenza de presentaros ante los demás. ¿Acaso tenéis necesidad de que os digan, entonces, en qué lamentable estado os encontráis? No, ya lo sabéis.
El mundo invisible quiere instruirnos a través de nuestra propia experiencia, y de esto nadie se escapa. Pero los humanos no comprenden este lenguaje y no sacan ninguna conclusión. Sin embargo, el verdadero trabajo está, precisamente, en estas experiencias, en las que deberíamos detenernos para sacar conclusiones, con el fin de poder ir mucho más lejos en la vida espiritual. Pero no, toda la vida harán estas experiencias y seguirán tan idiotas como antes, sin reaccionar para poder mejorar la situación. Sufren, claro… no están contentos de sí mismos, claro… pero están acostumbrados a estos desórdenes y no hacen nada… van tirando. Mis queridos hermanos y hermanas, hay que comprender inmediatamente que debemos salir de esta situación. Y para salir de ella, hay que meditar en la armonía, desearla, amar la armonía, introducirla en todas partes, en cada movimiento, en cada palabra, en cada mirada, ¡Tampoco es tan difícil!
Después de los años que habéis estado aquí, deberíais saber trabajar sólo sobre la armonía. Mientras que ahora, cada uno trabaja sobre una pequeña cualidad, sobre una pequeña virtud: la paciencia, la indulgencia, la generosidad, etc… ¡Pero eso son sólo migajas al lado de esta inmensidad que es la armonía colectiva! Evidentemente, está muy bien ser generosos, indulgentes, buenos, dulces, humildes, pero muchos que poseen ya estas cualidades viven aún en la desarmonía, y no se vuelven perfectos con estas cualidades. Hay pues que dejarlas de lado, ni siquiera hay que ocuparse de ellas. Diréis: “¡Pero es horroroso lo que nos aconseja! La religión no nos ha enseñado nunca cosas semejantes…” ¡Dejad también la religión tranquila!… Ocupaos solamente de la armonía porque ella contiene todas las otras cualidades y virtudes…”
Cuando tocáis el corazón, el alma de un hombre, tocáis todo su ser. Tocad su corazón, y todo su ser empieza a sentir que ha sido alcanzado, captado. Para expresar que hemos sido profundamente conmovidos, decimos a menudo: “¡Me ha tocado el corazón!” Hay pues que tocar el corazón, el corazón de las cosas, el corazón del universo. Y el corazón del universo sólo podréis alcanzarlo con la armonía. Gracias a esta armonía, obtendréis todas las cualidades, todas las virtudes. Sin trabajar sobre tal o cual virtud, éstas vendrán hacia vosotros porque habréis tocado el corazón y no sólo la periferia, en alguna parte, allá abajo… Si queréis tocar el corazón del universo, no lo conseguiréis con vuestras pequeñas virtudes de nada. Que seáis avaros o generosos, que estéis nerviosos o tranquilos, que seáis tiernos o duros, todo eso no tiene gran importancia. Existen seres que, con todas las virtudes, no han logrado tocar el corazón del Eterno. Sólo se puede tocar el corazón del Eterno entrando en armonía con Él, vibrando al unísono con Él, es decir, haciendo su voluntad, sometiéndose a Él.3 Aquí es donde la palabra sumisión toma una importancia formidable. Si no sois sumisos con los humanos ignorantes y malvados, no pecáis contra el Eterno, porque no estáis obligados a estar al unísono con todos los idiotas y los criminales de la tierra. Obedeced solamente al Creador, y después la razón os dirá si debéis obedecer a los humanos o no.
Mientras que, actualmente, los humanos han decidido ser libres, independientes, rebelarse, estar en desacuerdo con los proyectos de Dios, con la voluntad, con el pensamiento de Dios, y de ahí vienen todas las desgracias. Porque es, precisamente, el pecado de Lucifer y el de los primeros hombres el que se repite indefinidamente en la humanidad entera. Este deseo de liberarse, de ser anárquicos, de levantarse contra las órdenes del Eterno, es la causa de todas las enfermedades, de todas las desgracias y de todas las guerras. Hay que comprenderlo. Yo lo he comprendido en toda su amplitud. He observado, he analizado, he estudiado, he ido hasta el corazón de las cosas, y he comprendido que la causa, el principio de todos los males, es esta ruptura con la voluntad divina, y puedo deciros en detalle de qué forma se refleja y se manifiesta en todos los dominios. Lo he analizado todo, todo, y es muy sencillo, muy claro, muy fácil de comprender; incluso podemos resumirlo con una sola frase. Ésta: desde que los hombres cortaron la conexión con la armonía celestial, todas las desgracias empezaron a desencadenarse sobre ellos. Y todavía será peor porque se alejan cada vez más, se vuelven cada vez más anárquicos, ya no respetan nada. Sí, todo esto toma unas proporciones espantosas. Por todas partes, incluso en la religión, incluso en las enseñanzas espiritualistas, todos están contaminados por los gérmenes de la anarquía, y esto producirá acontecimientos catastróficos.
E incluso con una Enseñanza como la nuestra que puede acercar cada ser, cada alma, cada corazón, a esta luminosa comprensión, los hombres no están muy dispuestos a comprender. Prefieren abrirse a todas las corrientes de la anarquía que se propaga, en vez de trabajar para la armonía universal. Por eso no puedo ser feliz. No se trata de mí, desde luego, porque para mí ya he realizado esta armonía. Pero mi felicidad no es completa, porque mi verdadera felicidad apunta a vuestra felicidad y a la de todos los hombres. Mientras sólo se trate de hacer mi trabajo, de ponerme en armonía con la Divinidad, tengo todo lo que necesito, soy absolutamente feliz, vivo en la plenitud. Pero mi tarea no se termina ahí. Mi trabajo, no es el de ser como muchos religiosos cuya única meta es salvar su alma. Debo hacer todos los esfuerzos para que lo que he logrado realizar en mí los demás puedan también realizarlo. Pero no lo consigo. Trato de tirar de ellos, de arrastrarles, pero no lo comprenden, no me siguen. Por eso no puedo ser feliz. No me han dado la tarea de ser feliz sólo yo, sino la de hacer participar a todos los humanos de esta felicidad.
Si los hermanos y hermanas se esforzaran en comprender y profundizar, llegarían a las mismas concepciones, a la misma luz, a la misma plenitud, y entonces estaría sostenido, ayudado, y todos juntos podríamos conmover la tierra entera, hacer el bien al mundo entero. Pero no llegan a seguirme, no quieren comprenderme, eso es lo que siento; tienen otros proyectos en su cabeza totalmente opuestos a lo que yo explico. Éstas son mis penas y mis tristezas, ¿lo comprendéis? No se trata de mí. Para mí ya he resuelto muchos problemas. Pero mi trabajo no es quedarme solo, feliz, cumpliendo la voluntad del Cielo… A veces me pregunto si, aunque me oyesen hablar durante varios siglos, los hombres llegarían a comprenderme. ¿Es que necesitan las desgracias, los sufrimientos, las enfermedades y las privaciones para que empiecen a comprender? Sí, el único medio de hacer comprender algo a los humanos, es quitándoles todo. Entonces, es curioso, pero incluso los niños comprenden.
Читать дальше