Omraam Mikhaël Aïvanhov - Los poderes de la vida

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"Los humanos buscan los poderes, la riqueza, los conocimientos, el amor… Pues no, es la vida lo que deben buscar… Diréis : « Pero ¿ por qué buscar la vida ? La tenemos. Lo que debemos buscar es lo que no tenemos.» Estáis vivos, es verdad, pero desde el mineral hasta Dios pasando por los vegetales, los animales, los hombres, los ángeles, la vida tiene grados. No es suficiente vivir, debemos preguntarnos cuál es la vida que vivimos. Todos los temas que abordéis, todas las actividades que emprendáis sólo os aportarán algo si habéis comprendido la realidad esencial : la vida. Sea lo que sea lo que tengáisque hacer en el transcurso de una jornada, procurad que vuestra disposición de espíritu sea tal que os permita sentir circular en vosotros la vida divina, y que a través vuestro vivifique también a todas las criaturas… Cuando el hombre toma conciencia de que es el depositario de la vida divina, la Madre Naturaleza lo considera un ser inteligente, un verdadero hijo de la luz, y le abre sus puertas, le da vestidos de fiesta para que participe en sus festines y en sus misterios".

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El temperamento está relacionado esencialmente con el aspecto vital; es una síntesis de los instintos, de los deseos, de las tendencias y de todos los elementos que el hombre puede difícilmente corregir o suprimir porque tienen sus raíces en su naturaleza biológica y fisiológica. Así pues, el temperamento se asemeja más bien al lado animal. En cuanto al carácter, no se disocia del temperamento, pero representa el lado inteligente, consciente, voluntario: el hombre puede actuar sobre algunas de sus tendencias porque ve la ventaja o la necesidad de hacerlo. El carácter es pues aquello que el hombre, con su inteligencia, su conciencia y sus deseos, ha cambiado – añadido o quitado – a su temperamento, es decir, a los elementos que la naturaleza le ha dado. El carácter, es el comportamiento de un ser inteligente y consciente que sabe lo que hace y a dónde va, mientras que el temperamento representa solamente los impulsos de la naturaleza biológica, los complejos, las tendencias inconscientes y subconscientes. El carácter es como una síntesis de todas las particularidades del temperamento pero dominadas y controladas por el hombre, con su inteligencia, su voluntad, su ideal.

Es casi imposible modificar el temperamento porque venimos al mundo con tal o cual temperamento bien determinado. Pero, puesto que el carácter está constituido por las tendencias conscientes del ser que piensa, que reflexiona, que desea afirmarse, en mejor o en peor, puede, por tanto, dar nacimiento a una actitud, a un comportamiento, a una forma de manifestarse que a menudo está en contradicción con el temperamento. Eso es el carácter. El carácter es idéntico al temperamento pero matizado, coloreado, orientado y dirigido hacia una meta, un ideal; es un hábito que, tomado conscientemente, acaba por convertirse en otra naturaleza. Así pues, a pesar de la expresión corriente “características de un ser”, el carácter no existe en el origen, se forma con el tiempo. Podemos verlo en los niños: tienen un temperamento, pero todavía no un carácter.

Desde Hipócrates se distinguen cuatro clases de temperamentos: sanguíneo, bilioso, nervioso y linfático. Después hubo otras clasificaciones. Para la astrología tradicional hay siete: solar, lunar, mercurial, venusino, marciano, jupiterino, saturnino. Podemos también considerar tres, según que el hombre sea más instintivo (predominio del lado biológico), más sentimental (predominio del lado afectivo) o más intelectual (predominio del lado mental); el mundo entero, o casi, puede ser clasificado según estos tres temperamentos.

Es pues casi imposible cambiar el temperamento, pero el medio, la familia, la sociedad, la instrucción, etc., ejercen sobre él una influencia. Por eso se puede decir también que el hombre forma su carácter en función del medio y de las condiciones en las que vive y que este carácter es susceptible de mejorar o de degradarse. En el carácter intervienen la voluntad personal y consciente que juega un gran papel, pero también la voluntad de los demás; revela que el hombre ha decidido o aceptado ser tal o cual. El carácter es pues más bien la expresión del lado consciente del hombre, mientras que el temperamento es más bien una expresión del inconsciente o del subconsciente.

No es necesario que os explique, una vez más, que si nacemos con tal o cual temperamento no es sin razón. Éste proviene, ya lo sabéis, de las vidas anteriores, de las reencarnaciones: en el pasado, el hombre, con sus actos, se conectó con ciertas fuerzas que determinan ahora su subconsciente, es decir, su temperamento; y sobre esto no puede hacer gran cosa. Es como el sistema óseo, o el sistema muscular, tampoco el hombre puede cambiar nada en ellos: no puede ni ensanchar su cráneo, ni alargar su nariz, ni enderezar su mentón si éste está retraído. Estos elementos constituyen también el temperamento, y aunque en la naturaleza todo se transforma o puede modificarse con la omnipotencia del pensamiento y de la voluntad, estos cambios son, sin embargo, tan lentos y tan imperceptibles que podemos considerarlos como inexistentes. Pero el carácter podemos modificarlo, mejorarlo, modelarlo, y éste es precisamente el trabajo de todos nosotros en la Enseñanza.

Suponed un hombre dinámico, fogoso, incluso violento: es tan brusco y tan categórico que no puede pronunciar una frase sin herir a los demás o lesionar sus intereses. Es su temperamento impulsivo el que le impulsa a producir de esta manera erupciones y explosiones. Pero un día este hombre se da cuenta de que su actitud le acarrea grandes perjuicios, y gracias a su voluntad consigue, después de un cierto tiempo, dulcificar su carácter, poner, como se dice, un poco de agua en su vino. En realidad, sigue siendo igual de capaz de responder, de dar bofetadas o puñetazos – y así será hasta el final de su existencia – pero gracias a su voluntad, consigue dominarse. Desgraciadamente, muy pocos están decididos a hacer este esfuerzo, pero los hay, de todas formas, y sobre todo los Iniciados. Los Iniciados son fuego, sí, pero llegan a controlarse, a dominarse, a encontrar el gesto, la palabra, la mirada que no produzcan daños. Esto es el carácter.

El carácter es pues una forma de comportamiento que está injertado, basado, si queréis, en el temperamento: comportamiento para consigo mismo, pero también hacia los demás; es una actitud, una forma de actuar que resulta de la unificación de diversos elementos, de cualidades o de defectos determinados. Es a esta unidad a lo que se le llama el carácter.

El trabajo del discípulo de la Fraternidad Blanca Universal está pues basado en el conocimiento del temperamento y del carácter para que – aunque su temperamento no le predisponga demasiado – llegue a modelarse un carácter extraordinario de bondad, de belleza, de grandeza y de generosidad. Esto no es fácil, claro, porque si no, todo el mundo habría ya llegado a tener un carácter divino.

Tomemos el ejemplo del árbol. ¿Dónde está su temperamento? En las raíces. Son las raíces las que determinan toda la estructura, las cualidades y las fuerzas del árbol. En cuanto a su carácter… Un árbol, claro, no puede tener carácter, pero de todas formas sus flores y sus frutos tienen unas cualidades, unas propiedades características (astringentes, laxantes, calmantes, excitantes, nutritivas, etc.) de las que podemos decir constituyen el “carácter” del árbol. Sin embargo, el árbol no podría producir sus manifestaciones características si no tuviese raíces. Evidentemente, la imagen del árbol no conviene totalmente al hombre, porque la dependencia que tienen las ramas de las raíces es casi absoluta, salvo cuando la intervención de los hombres que se ocupan de él modifica, con el injerto por ejemplo, las características del árbol, es decir sus flores y sus frutos. Pero exactamente como el árbol, que podría no producir flores y frutos si no tuviese raíces, el hombre tampoco podría tener un carácter si no tuviese un temperamento.14 El temperamento le sirve pues de depósito del que extrae los elementos de su personalidad. Es como una fábrica o un laboratorio: tal laboratorio, tal actividad; tal fábrica, tal manifestación. Está limitado.

En los animales no podemos hablar de carácter. El carácter de los gatos, de los perros o de los ratones es su forma particular de morder, de arañar, de ladrar, de comer, de correr. Es pues muy poca cosa. Los animales sólo tienen temperamento, porque como acabo de deciros, el carácter es una particularidad que el hombre mismo forma; mientras que los animales no pueden hacer nada para transformarse, son lo que la naturaleza ha hecho de ellos. Así pues, la diferencia entre los animales y los hombres es que los animales están limitados por su temperamento, están condenados a no salirse de los límites que la naturaleza les ha impuesto. Por eso permanecen fieles a su instinto, mientras que el hombre dispone de muchas más posibilidades y de condiciones favorables para transformarse en bien o en mal, o incluso para transgredir las leyes naturales y no obedecer. Los animales son inocentes hasta cuando se destrozan entre sí, no transgreden las leyes de la naturaleza, porque actúan de acuerdo con estas leyes, es la naturaleza la que les ha dado este instinto de agresividad.

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