C. ORIGEN DE LA ÉTICA DIGITAL YSUAPLICACIÓN EN LA DIGITALIZACIÓN
La noción de ética digital no surgió en el siglo XXI, sino que su origen se remonta a 1940 con la aparición de máquinas informáticas utilizadas en la solución de ecuaciones diferenciales. De acuerdo con Wiener(1961: 4), en ese entonces se logró que
… toda la secuencia de operaciones se [estableciera] en la propia máquina, de modo que no hubiera intervención humana desde el momento en que se [introdujeran] los datos hasta que se sacaran los resultados finales, y que todas las decisiones lógicas necesarias para ello se incorporaran en la propia máquina.
Lo cual significa que los desarrolladores lograron crear una máquina capaz de almacenar datos, procesar información, tomar decisiones lógicas y borrar todo el asunto sin requerir de la intervención humana.
Lo anterior implicó la automatización de procesos, pero el avance en el programa de máquinas de computación a cargo del Vannevar Bush incluyó recomendaciones para su posible uso en una guerra, las cuales no fueron acogidas en su momento. Sin embargo, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, y ante la experticia de la aviación alemana, se hizo necesario mejorar la artillería antiaérea, lo cual se logró mediante la incorporación de aparatos de control con cálculos necesarios para establecer la trayectoria de tiempo y espacio en los misiles destinados a un objetivo en movimiento (Wiener, 1961: 3).
El agregado de la informática a la guerra suscitó los primeros dilemas de la ética digital derivados del procesamiento automatizado de datos, habida cuenta de que se buscó que la toma de decisiones de guerra no estuviera a cargo completamente de agentes humanos. Así lo relató Wiener:
Desde hace mucho tiempo he tenido claro que la moderna máquina de computación ultrarrápida era en principio un sistema nervioso central ideal para un aparato de control automático; y que su entrada y su salida no tienen por qué ser en forma de números o diagramas, sino que podrían ser, respectivamente, las lecturas de órganos sensoriales artificiales […] ya estamos en condiciones de construir máquinas artificiales de casi cualquier grado de elaboración de rendimiento. Mucho antes de Nagasaki y de que el público conociera la bomba atómica, se me ocurrió que estábamos aquí en presencia de otra potencialidad social de importancia inaudita para el bien y para el mal. La fábrica automática y la línea de montaje sin agentes humanos están sólo tan lejos de nosotros como está limitado por nuestra voluntad de poner tal grado de esfuerzo en su ingeniería como se gastó, por ejemplo, en el desarrollo de la técnica de radar en la Segunda Guerra Mundial.
He dicho que este nuevo desarrollo tiene posibilidades ilimitadas para el bien y para el mal. Por un lado, hace de la metafórica de las máquinas, como imaginó Samuel Butler, un problema muy inmediato y no metafórico. Le da a la raza humana una nueva y más efectiva colección de esclavos mecánicos para realizar su trabajo. Tal trabajo mecánico tiene la mayoría de las propiedades económicas del trabajo esclavo, aunque, a diferencia del trabajo esclavo, no implica los efectos desmoralizantes directos de la crueldad humana (Wiener, 1961: 27).
En efecto, en 1945 se construyó el ENIAC, un integrador numérico electrónico y computacional capaz de calcular balística compleja para el ejército estadounidense. Luego hubo avances en materia de programación y en 1950 se puso en funcionamiento el UNIVAC 1, una computadora automática universal que alcanzó una arquitectura más eficiente respecto del modelo anterior (Floridi, 1999: 5).
Desde entonces se planteó la importancia de resaltar los valores humanos y de usar correctamente la tecnología al servicio del hombre para facilitar la vida misma. Aun desde antes de la guerra se venían dando innovaciones en torno al sistema de navegación naval, los termostatos, los sistemas de incendio, los relojes e, incluso, las máquinas de cálculo rápido, pero la Segunda Guerra Mundial introdujo el concepto de automatismo cibernético para hacer referencia a la mecanización de ciertas actividades digitales con implicaciones en el mundo exterior (Wiener, 1961: 47).
Los cambios suscitados en la ética digital por la aparición de nuevas ramificaciones de la ingeniería eléctrica, la trasmisión de mensajes, el control de maquinaria y el automatismo cibernético se debieron en parte al estudio del lenguaje y de una nueva teoría del método científico promovida por Willard Gibbs, de la cual Norbert Wiener (1965)fue uno de los primeros grandes exponentes. A pesar de su enfoque matemático, Weiner vio la tecnología como una ciencia de aplicación social y filosófica, en lugar de centrarse en ella desde la ciencia aplicada.
Con base en su experiencia relacionada con los desarrollos científicos de la guerra, Weiner (1965: 16) creó un nuevo campo de estudio al que denominó “cibernética”, y dentro del cual se tratan los avances de ciencia y la tecnología, junto con las nociones de comunicaciones y de control del entorno del ser humano. De acuerdo con esta teoría, y después de lo ocurrido con el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, la comunidad científica entendió que
… proporcionar información científica no es un acto necesariamente inocente, y puede implicar consecuencias graves […] El intercambio de ideas, que es una de las grandes tradiciones de la ciencia, debe por supuesto, recibir ciertas limitaciones cuando el científico se convierte en un árbitro de la vida y la muerte (Wiener, 1965: xxvii).
En tal sentido, Weiner (1965) explicó que el diseño de misiles guiados tiene un componente ético importante, puesto que atenta contra la vida de civiles inocentes, cuya integridad y protección no puede ser garantizada por los científicos que trabajan en ese tipo de proyectos. Para Wiener (1965: 17) no había diferencia entre impartir una orden a una máquina o a un ser humano, por ello
[e]l propósito de la Cibernética es desarrollar un lenguaje y unas técnicas que nos permitan atacar el problema del control y la comunicación en general, pero también encontrar el repertorio adecuado de ideas y técnicas para clasificar sus manifestaciones particulares bajo ciertos conceptos.
De manera que no se trata únicamente de dar órdenes a una máquina, sino de que el hombre tenga la oportunidad de percibir las circunstancias con sus órganos sensoriales para actuar y reaccionar frente al mundo exterior. Gracias al automatismo moderno es posible que las máquinas cuenten con órganos sensoriales que reciban mensajes del exterior, tales como células fotoeléctricas, tensiones por conductibilidad, termómetros o metales de contacto de corriente que facilitan la lectura remota ( Powers, 2017; Wiener, 1961).
Un ejemplo que se distancia de la guerra, pero que no es ajeno del todo, se puede encontrar en las salas de control de las esclusas del Canal de Panamá. En 1989 el sistema funcionaba con centros de mensajes bidireccionales que controlaban el movimiento de las locomotoras, y la apertura y cierre de las puertas, de tal suerte que se presentaban los indicadores de cumplimiento de las ordenes, pero de no ocurrir, la persona encargada podía apresurar las locomotoras y evitar una catástrofe (Wiener, 1965: 49).
De acuerdo con Wiener (1965), los albores de la ética informática se enmarcaron en la importancia del lenguaje y la asimilación de la comunicación por los “autómatas”, pero se estaba lejos de entender las complejidades que vendrían tiempo después. Las historias de fantasía de ese entonces relataban que el “ultrafax”, como una tecnología futura de trasmisión de mensajes, sería capaz de reemplazar los documentos de forma tan auténtica como el original; para los filósofos de la época dicha capacidad implicaría “transmitir una extensión de los sentidos del hombre y sus capacidades de acción de un extremo a otro del mundo” (Wiener, 1965: 98).
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