Doyle, Arthur Conan, 1859-1930
Sherlock Holmes : novelas / Arthur Conan Doyle ; traducción
Juan Fernando Hincapié ; prólogo Diego Antonio Pineda R. -- Edición Miguel Ángel Nova. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2020.
816 páginas : ilustraciones ; 23 cm.
ISBN 978-958-30-6081-6
1. Novela inglesa 2. Novela policíaca inglesa 3. Detectives - Novela I. Hincapié, Juan Fernando, 1978- , traductor II. Pineda, Diego Antonio, prologuista III. Nova, Miguel Ángel, editor. IV. Tít.
823.91 cd 21 ed.
A1660529
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango
Primera edición en Panamericana Editorial Ltda.,
julio de 2020
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Bogotá D. C., Colombia
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
Edición
Miguel Ángel Nova
Traducción del inglés
Juan Fernando Hincapié
Corrección de estilo
Gustavo Patiño Díaz
Ilustración de carátula
Andrés Rodríguez
Diagramación
Martha Cadena
ISBN 978-958-30-6081-6 (impreso)
ISBN 978-958-30-6287-2 (epub)
Prohibida su reproducción total o parcial
por cualquier medio sin permiso del Editor.
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Quien solo actúa como impresor.
Impreso en Colombia - Printed in Colombia
Contenido
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El detective y su cronista: antecedentes históricos de las novelas sherlockianas
Estudio en escarlata
El signo de los cuatro
El sabueso de los Baskerville
El valle del terror
EL DETECTIVE Y SU CRONISTA:
antecedentes históricos de las novelas sherlockianas
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Un personaje bien concebido y construido es siempre más grande que su autor, pues toma vida propia y empieza a desplegarse en múltiples direcciones. Don Quijote será siempre más grande que Cervantes; Robinson Crusoe, más conocido que Daniel Defoe… y Sherlock Holmes, más fundamental que su gran creador: Sir Arthur Conan Doyle.
De Holmes se han hecho muchas películas y series de televisión; existe, además, una muy amplia literatura sherlockiana, es decir, múltiples relatos que lo toman como su personaje principal, escritos a lo largo de los últimos cien años por diversos autores y en distintos contextos. No debería sorprendernos: el personaje es tan versátil que continuamente se reinventa a sí mismo, al tiempo que rediseña sus métodos e instrumentos. De los folletos callejeros en que empezaron a contarse las historias sherlockianas hace un poco más de ciento treinta años, a las obras de teatro y películas protagonizadas por William Gillette o Basil Rathbone, a las múltiples series policiacas que inspira aquí y allá, e incluso al reciente Sherlock, de la bbc, maravillosamente representado por Benedict Cumberbatch, Sherlock Holmes se recompone y transfigura una y otra vez. El personaje está vivo y goza de buena salud. No solo se siguen imprimiendo sus aventuras, sino que él mismo crece con el tiempo. Ya no es solo el fantástico detective de violín y pipa que, con una lupa y un lazo, resuelve los misterios más impresionantes, sino que ahora es el excéntrico personaje de una serie de televisión que envía mensajes de texto, hace una consulta en internet o revisa unas pruebas de adn.
El mérito, por supuesto, es también del creador. Conan Doyle creó un personaje tan inmortal que cada generación tiene que crear su propio Sherlock Holmes. Es como si, a través de él, realizáramos uno de nuestros deseos más íntimos: el de ahondar en esas profundidades del alma humana que se nos revelan de forma peculiar en el misterio del crimen. Todos nos sentimos Sherlock Holmes… y la fascinación que nos procuran las series de detectives obedece a que participamos de sus descubrimientos.
Pero ¿quién fue el creador de este singular personaje? Arthur Conan Doyle, que nació en Edimburgo (Escocia) en 1859 y murió en 1930, era médico de profesión. Sin embargo, en una época en que resultaba tan difícil ejercer la medicina a un recién graduado, para mejorar sus ingresos y por puro gusto, empezó a escribir historias de todo tipo. Un día descubrió que podría inventar un personaje semejante a uno de sus favoritos, el detective A. Dupin, protagonista de algunos cuentos de Edgar Allan Poe. Pronto se dio cuenta, además, de que podría crear incluso un mejor detective que Dupin si, para ello, se inspiraba en alguien cercano, el doctor Joseph Bell, su profesor en la Universidad de Edimburgo.
El doctor Bell se caracterizaba por sus grandes poderes de observación y deducción. Se cuenta que, mirando pequeños detalles, diagnosticaba a sus pacientes con suma certeza. Su detective debía tener esos mismos poderes y, además, una serie de conocimientos particulares sobre asuntos esenciales para la resolución de los crímenes: una capacidad para leer las huellas, para seguir rastros y ciertos conocimientos de antropología forense que le permitieran hacer perfiles muy definidos de un criminal, y muchas cosas más. De esa manera, Doyle fue prefigurando un personaje que se caracterizaba por su maestría en tres asuntos básicos: la observación detallada, la deducción rigurosa y el conocimiento preciso de un campo de investigación, que en este caso particular era el mundo del crimen.
Bosquejada la idea del personaje, era preciso darle materialidad, infundirle vida. Ello implicaba, entre otras cosas, darle una identidad definida, un nombre propio. No fue tarea fácil, pues debía ser a la vez sonoro y original; y, sobre todo, debía reflejar una personalidad particular y, en cierto sentido, dual: se trataba de un individuo que, por una parte, fuese inquisitivo, sagaz, ingenioso, inteligente y metódico, pero, por la otra, soñador, bohemio, intuitivo y reflexivo. Seguramente hubo intentos previos, pero la prueba definitiva llegó en 1886 cuando escribió el primero de sus relatos: Estudio en escarlata. Allí aparece por primera vez Sherlock Holmes, acompañado del doctor Watson, un joven médico del ejército británico que había llegado a Londres tras la guerra de Afganistán. Con él compartirá sus habitaciones y poco a poco se formará entre ellos una profunda amistad. Watson lo acompañará en sus aventuras como una especie de coinvestigador que, a la vez que le ayuda a elaborar sus hipótesis y a ponerlas a prueba, le sirve de biógrafo y cronista.
Conan Doyle escribió cuatro novelas —precisamente las que están en el libro que ahora tiene en sus manos—, además de 56 cuentos, con Holmes como protagonista y Watson como narrador en casi todos. Estas historias primero se contaron por episodios en los periódicos de la época y solo más adelante tomaron la forma de libro, a raíz de su inmenso éxito entre los lectores. Puesto que aquí solo se publican las novelas (los 56 cuentos puede leerlos por su cuenta en excelentes versiones en inglés y español de fácil consecución), me referiré a continuación solamente a ellas.
Tal vez lo más necesario sea advertir al lector que se trata de novelas que tienen un trasfondo histórico que no debemos perder de vista. Conan Doyle fue un gran escritor de novelas históricas, entre las que se destacan La compañía blanca y Sir Nigel. Se cuenta incluso que desarrolló un cierto desapego hacia su personaje, pues Holmes tuvo tanto éxito que lo desvió de su interés literario fundamental, la novela histórica, convirtiéndose en un impedimento para su desarrollo literario, dado el tiempo que le tomaba escribir las historias sherlockianas, que el público pedía una y otra vez.
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