Alberto Alexis Martínez - El enigma del código de las favas

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El enigma del código de las favas: краткое содержание, описание и аннотация

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Una decisión inusual durante un viaje por las carreteras de Brasil sumerge al lector, junto al protagonista narrador de este relato, no solo en el mundo de la arqueología, sino en los misterios ocultos de la profunda filosofía de conducta de los sapientes magiares.
De la mano del profesor Maden y de Alí, y con un tono narrativo cercano y ameno, Alberto Alexis Martínez nos va revelando un hallazgo litúrgico que había permanecido escondido por la Iglesia en las bóvedas subterráneas de un monasterio derruido por hordas turcas siglos atrás, cuya documentación saca a la luz la doctrina, rituales y oráculo de un antiguo culto magiar en Transilvania.
En la segunda parte de este libro el autor refiere cómo adquirió el conocimiento de la filosofía de conducta de los sapientes magiares a cambio de su participación en la reproducción manual de las favas gracias a sus habilidades como dibujante.
El enigma del código de las favas va más allá de la investigación y el descubrimiento del culto de los sapientes magiares; también revela un conocimiento y una filosofía de pensamiento que hoy resultan extraordinariamente vigentes en sus aspectos educativos, humanos y sociales.

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Bien, esto no nos dejaba mucha esperanza de poder obtener un apoyo oficial para efectuar una investigación, por lo tanto, habría que olvidar el asunto, lo cual no era una opción fácil de aceptar para un investigador, a no ser, que apelásemos a una segunda alternativa, que era la única que nos quedaba, y ella sería, la de efectuar nosotros mismos la investigación. Pero, un problema no menor, era que deberíamos tener tiempo y dinero para financiar por medios propios la tarea y hacerla de forma no solo individual, sino también sigilosa.

Ese era, en definitiva, el otro problema que se nos presentaba, era que no sabíamos cuál podría ser la posición del Estado, en el caso de tomar conocimiento de una iniciativa de investigación privada, efectuada a partir de documentos antiguos que ahora pertenecían al Estado, ya que el gobierno controlaba todo, sin permitir que algo se le escapara de las manos, en otras palabras, no hacía ni dejaba hacer.

La situación debería ser muy bien pensada, y en cuestión, una noche, mientras recapacitábamos sobre lo más seguro que se lograría hacer, decidimos que podríamos utilizar parte del dinero que habíamos ahorrado para nuestro posterior regreso a Londres e intentar encontrar alguna respuesta, porque de no ser así, nadie jamás lo volvería a hacer, y para ello, podríamos de disponer del tiempo suficiente, solo si solicitábamos una licencia especial para descanso ya que hasta ahora no la habíamos solicitado en casi dos años.

Bien, en primer lugar, había que determinar más fehacientemente la posición indicada en el viejo mapa, que era muy poco claro. Por lo tanto, comenzamos a trazar coordenadas y a buscar referencias en otros documentos antiguos, que nos pudieran brindar una base más sólida sobre la localización del antiguo monasterio.

Continuando con la búsqueda de mayor información, hallé otras referencias en documentos de la iglesia, que también hacían mención sobre algo que, de la forma en que estaba escrito, parecía indicar un secreto que no se debería revelar.

Estas escrituras, de alguna manera, mencionaban a los “magiares”, una antigua sociedad pagana compuesta por diversos grupos o tribus, que existían en la región de Matra, en Hungría, y que parte de ellos, se habían desplazado hacia el sur, a la región de Transilvania.

Luego, comparando otros mapas antiguos con el de referencia, donde se mencionaba el nombre Manto Negro, pude apreciar una ligera similitud con algunos puntos geográficos, los cuales, verificados con mapas actuales, bien podían ser una definición más o menos aproximada de lo que estábamos buscando.

Si bien, no teníamos ninguna certeza, aunque nos tomó algún tiempo, nos fuimos preparando para hacer la exploración, y así fue que adquirimos paulatinamente, para no despertar sospechas, algunos materiales y pertrechos adecuados que nos habrían de ser necesarios.

Entre otras cosas, habíamos adquirido para esto una vieja camioneta pesada que era del tiempo de la guerra y había pertenecido al ejército, y si bien, su carrocería no estaba en muy buenas condiciones, su parte mecánica, estaba si en perfecto estado, y eso era lo realmente importante, para que no nos fallara y dejara a pie, y a su vez, resultaba ser suficientemente fuerte como para ingresar a lugares difíciles con todos los implementos necesarios.

Entre todo esto, ya habían pasado algunos meses, cuando al fin conseguimos una licencia especial con el pretexto de tomar unas merecidas vacaciones, lo cual, no pareció nada extraño y se nos concedió sin mayores dificultades.

Llegado el día esperado, teniendo todo pronto, partimos hacia el norte, hasta llegar a un poblado cerca de la zona predeterminada, desde donde comenzaríamos nuestra búsqueda.

Allí, nos detuvimos en una posada, donde recopilamos mayores informaciones locales, presentándonos como botánicos que estudiábamos la flora silvestre autóctona del lugar. Los pobladores, no sospecharon nada y nos mencionaron lugares que aparentemente eran de bastante difícil acceso para ingresar con vehículo, por lo cual, decidimos dejar la camioneta en la posada en la cual arrendamos un cuarto, y luego conseguimos un par de caballos junto con dos mulas para cargar los implementos e iniciar así la búsqueda del lugar.

Así fue que seguimos a caballo, y nos fuimos introduciendo por lugares donde no había caminos, hasta llegar a un sitio ideal para acampar.

Levantamos el campamento, y preparamos algo para comer, ya que la noche se aproximaba y nada más podríamos hacer.

Al otro día, salimos a explorar el territorio buscando algún indicio que nos condujera a alguna ruina, pero, nada nos revelaba estar en la posición correcta. Entonces, después de dos días, levantamos el campamento y seguimos adelante buscando otro punto que coincidiera con una localización más precisa.

Habíamos hecho una copia del mapa original y de los otros mapas, pero había algo que no me convencía, porque entre el mapa y las escrituras, existía una diferencia que no encajaba con relación a lo que parecían ser dos elevaciones y una montaña.

Llegado un momento, ya en la noche, habían transcurrido unos cinco días desde el inicio de la exploración en los bosques, estábamos sentados frente al fuego, en cuanto preparábamos algo para cenar, Alí había tomado la copia del mapa y lo observaba atentamente en cuanto yo permanecía ligeramente recostado sobre una roca, con mi mente buscando explicaciones, al tiempo que observaba el fuego que nos iluminaba.

Sabía que alguna cosa no coincidía… pero no sabía lo qué. En ese ínterin, detengo la mirada sobre el mapa que estaba en manos de Ali, y con el resplandor generado por el fuego, el papel de calco donde se había hecho la copia se transluce, y se me viene a la cabeza una idea increíble, la de que el mapa estaba diseñado en sentido inverso, es decir, que era como si fuese visto en un espejo, y ahí, todo se modificaba.

Déjame ver, le dije a Ali, y comenzamos a analizar el mapa desde el otro lado, en cuanto lo comparábamos con mapas actuales, y ahora, todo parecía adquirir sentido, por lo cual, estaríamos en realidad a kilómetros de distancia de lo que podría ser el lugar indicado.

Llegado el amanecer, emprendimos rumbo de regreso a la ciudad, donde devolvimos los caballos, y pasamos a recoger nuestra vieja camioneta y algunas cosas que habíamos dejado en la posada, y entonces, nos dirigimos de inmediato hacia el nuevo destino.

Determinamos la posición, que sería a más de trescientos kilómetros, y viajamos entonces hacia el lugar que podría ser el punto cierto.

Arribando al lugar, que era totalmente desolado, aquí no teníamos otro centro de apoyo, ya que el más cercano estaba a algo más de cien kilómetros, por lo que tuvimos que entrar hasta una parte con la camioneta, y luego dejarla en un lugar deshabitado, donde la cubrimos con ramas, para continuar inspeccionando la región a pie.

Avanzamos por lugares que eran de vegetación muy cerrada, y dimos varias vueltas, hasta hallar un claro donde se podía instalar el campamento.

Inspeccionamos inicialmente el perímetro sin ninguna señal de nada que nos indicara la presencia humana por ninguna parte. Decidimos entonces instalarnos allí hasta reconocer la región, por lo tanto, esa noche descansamos, y al otro día, hicimos una verificación en otra dirección sin hallar tampoco absolutamente nada.

Habiendo llegado a pie, los víveres que llevamos fueron pocos, ya que habíamos dejado más cosas en la camioneta, por lo que entonces, Alí, que siempre portaba su “daga”, un afilado puñal que poseía desde que le conocí, cortó con su machado una rama, e improvisó una lanza amarrando su daga en la punta. Luego me dijo – “Enciende el fuego que yo vuelvo en media hora con la comida…” – Sabiendo que él era un excelente cazador, no dudé de que traería alguna buena presa para asar, por lo tanto, acomodé las cosas, recogí leña y fui encendiendo el fuego para preparar nuestra cena, en cuanto escuchaba el ruido de algún grillo, y el movimiento de las ramas de los árboles por la brisa primaveral.

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