Atrás dejaba Nellie la ciudad y una historia que la enorgullecía. Por delante tenía un futuro con Johannes y Titte, luego llegarían tres hijos: Alberto, Inger y Juan.
FIN
Foto: Nellie y Johannes
2En danés, mi pequeña Titte.
3En danés original:
Kære Hans,
du ville ikke have forventet at høre fra mig. Min sidste kontakt med dig har bestemt været skilsmissedokumenterne. Vi kan ikke benægte, at vi har en datter til fælles, jeg har ikke mange illusioner om, at du vil modtage os tilbage, fordi denne situation med at forlade var min idé. Men tænk på Cheere, vær ikke bange, jeg har mine besparelser, og vi bliver hos Rasmuss i et par måneder. Han er så venlig mod os som nogensinde.
Hvis du tror, at folk ikke hader os så meget, tænker jeg nogle gange på at gå tilbage til Danmark, blev Fanny og Andreas gale, fordi jeg forlader Fitz Roy.
Jeg har lidt, og jeg er træt af at kæmpe. Cheere er så stor nu og kan forstå, hun insisterer på at rejse til dig. Hvis du fortalte os, at du elskede os, hvorfor kommer du ikke og finder os.
Jeg venter på dit svar. Undskyld mig. Petrea
4En francés: Mi querida amiga, ¡te ves… fascinante, elegante, única!
5En francés: ¡Mi querida Nellie, esta es una gran oportunidad!
6Relato de Lisbet Larsen, nieta de Nellie. La pronunciación en danés de «luz» es «louup».
7Relato de Alberto, hijo mayor de Johannes y Nellie.
8Construido por Harland & Wolff en Belfast, tenía una capacidad de cuatrocientas personas en primera clase, doscientas treinta en segunda y setecientas sesenta en tercera. Fue un buque de la Armada Británica, que desde el final de la Primera Guerra Mundial, continuó al servicio del Gobierno como barco de transporte de emigrantes hasta 1947, año en que fue a desguace.
9Hvis det er nødvendigt, begynder vi tusind gange igen, min kærlighed.
Epílogo:
Aparicio, primavera de 2010
El frondoso monte de eucaliptus sembrado por Johannes flanquea el camino hasta la casa. El sol brilla prometiendo una buena jornada, y Christian Larsen maneja el auto que me lleva a conversar con su abuelo Alberto, el primogénito de Nellie y Johannes. El bullicio de primos nos recibe y así, sentados al sol, entre pastafrola y mates, Alberto me ayuda a recuperar los puntos perdidos de ese tejido íntimo que es la historia familiar.
Mi mamá Nellie usaba letras redondas y nos pedía que usáramos las mismas. Ella nos enseñó a todos a escribir antes de ir a la escuela.
Era una mujer con muchas ideas, pienso que es por todo lo que ella vivió. Siempre nos dijo que era importante estudiar, que ella había logrado todo por el estudio, y mi papá nos decía que vayamos a jugar afuera al campo.
Y ella lo retaba. Es que mi papá era bravo, pero ella le discutía y terminaban sin hablarse por un día. Los recuerdo siempre… Él prendiendo el hogar, ella sentada leyendo.
Después te voy a mostrar las fotos de esa época. Yo me preparé porque vos ibas a venir, pero ¡no me dijeron que era algo tan importante como un libro!, concluyó sonriendo cómplice con esos ojos color cielo que heredó de sus padres.
Alberto me mostró con orgullo su casa, sus máquinas del galpón y sus inventos, y al caer la tarde, vimos juntos las fotos que atestiguan cada palabra escrita en esta historia.
II
Quiero mares de añil, y no estos ríos hechos como de lodo y de miseria. Cansada de llevar el duelo de todas las penumbras, y las nieblas; quiero un cielo con nubes en retazos y una noche de estrellas.
Julia Prilutzky Farny1
1Julia Prilutzky Farny nació en Kiev, Ucrania, en 1912 y adoptó la ciudadanía argentina desde temprana edad.
La cercanía temporal de los hechos que relato en esta historia me interpela y sacude el corazón. Los invito a ustedes, queridos lectores, a sumergirse en los testimonios de mis entrevistados: Roberto, María, Catalina y Ana. Cuatro hermanos con los que compartí reuniones, entrañables charlas y hasta un grupo de WhatsApp, que incluyó audios con lágrimas y con risas; fotos y cartas; dudas y certezas.
Esta es la historia de sus padres, Vladimiro y Eleonora. Cuarenta y seis páginas que espero lean con paciencia y supla mi esfuerzo lo que en ellas falte2.
Diana Arias
2Frase inspirada en el coro de Romeo y Julieta, de William Shakespeare.
Mapa de Europa
Crédito: Ezequiel Díaz Ortiz
Vladimiro Markon
Ciudad de Roma, 22 de septiembre de 1943
Corrió Vladimiro como si a su alma la llevara el diablo. La noche cerrada y gélida le quitaba el aire y, aun así, corrió perdiendo la noción del tiempo y del espacio. Escuchó los pasos desaforados de sus dos amigos, que de a poco se silenciaron hasta desaparecer.
Las luces de la ciudad se divisaban borrosas.
«Estaré soñando», pensó entre olores nuevos y un paisaje ajeno que se le metía en las retinas. Al perder un botín acordonado, el tobillo huesudo asomó sin reparos, y los guijarros que se le clavaban en la planta del pie le recordaron que seguía vivo. Anduvo sin descanso dieciséis kilómetros, desde las afueras de Roma hasta la entrada del convento salesiano de Villa Sora, donde un portón, abriendo con chirridos uno de sus arcaicos batientes de madera y hierro, lo liberó.
Abrió los ojos apenas. Una cama y una almohada, que le parecían imposibles, le hicieron pensar que estaba en el cielo. Lo despertó el hambre que le agujereaba el estómago, y unos movimientos a su alrededor terminaron de espabilarlo.
— Fratello … —Aquel hombre con barba y sotana marrón no terminó la frase.
—Vladimiro. Vladimiro Markon —dijo automáticamente y se incorporó a la defensiva, mientras el sacerdote le acercaba una bandeja con varias rodajas de pan y un tazón de té con leche y azúcar. Se sentía embrutecido por el hambre, por un instinto de supervivencia que lo obligaba a pensar rápido sin dejar de alimentarse. Devoró esa comida y recién entonces miró a su alrededor.
La habitación era de techos altos y paredes desnudas, con su cama y una silla como único mobiliario. En la pared sobre la que apoyaba la cabeza, colgaba una cruz con un cristo doliente.
—¿Dónde estoy? —preguntó en ucraniano y lo repitió en alemán, pero la cara inexpresiva del hombre le dio a entender que no comprendía sus palabras.
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