Enrique Chaij - A pesar de todo... ¡No nos falta nada!

Здесь есть возможность читать онлайн «Enrique Chaij - A pesar de todo... ¡No nos falta nada!» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

A pesar de todo... ¡No nos falta nada!: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «A pesar de todo... ¡No nos falta nada!»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En un tiempo como el actual, cuando los valores superiores del espíritu están tan postergados, este libro rescata dichos valores, y señala el camino hacia una vida próspera y saludable.

A pesar de todo... ¡No nos falta nada! — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «A pesar de todo... ¡No nos falta nada!», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

MÁS ACERCA DE ÉL

¿Quién mejor que David para hablar del divino Pastor? Él sabía lo que decía, porque en su juventud había pasto­reado el rebaño de su padre. Había cuidado valerosamente a las ovejas (1 Samuel 17:34,35); las había llevado de una parte a otra para asegurarles el agua y el alimento; las había apacentado con bondad y paciencia... Había sido un pas­tor responsable y cumplidor...

Y al considerar la índole de su profesión, concluyó que el mejor Pastor de todos era el Señor, porque nadie como él amaba y cuidaba tanto a cada una de las ovejas humanas de este mundo. Y siglos más tarde, el mismo Señor habría de decir: “Yo soy el buen pasto r. El buen pastor da s u vida por las ovejas” (S. Juan 10:11).

En cierta comarca de Escocia, un pastor de ovejas cui­daba su rebaño junto con su hija. Mediante un silbido es­pecial, los animales eran llamados y respondían. Y cuando la muchacha creció, fue enviada a una ciudad distante para recibir una mejor educación. Al principio, las cartas iban y venían, y así la hija mantenía una buena relación con su familia.

Pero pasado cierto tiempo, las cartas de la hija se fue­ron espaciando más y más, hasta que finalmente dejó de escribir a su casa. Preocupada la familia ante tal silencio, el padre decidió viajar hasta la ciudad, para ver cómo andaba su amada hija.

Al llegar, el padre descubrió que ella ya no vivía en la dirección que él tenía. Lamentablemente, nadie supo decirle dónde podría encontrar a la muchacha. Preguntó y buscó todo lo que pudo, pero sin resultado. Y ya estaba por regresar a su casa con su alma quebrantada, cuando deci­dió recorrer las calles de la ciudad, silbando como cuando llamaba a las ovejas junto con su hija. Él pensó: “Si ella llega a escuchar el silbido desde donde esté, seguramente lo va a reconocer y va a salir a la calle”. Y ese padre, con su modesto atuendo pastoril, comenzó a recorrer ansiosa­mente calle tras calle de la ciudad.

Y antes de finalizar tan penosa tarea, el padre avanzó un poco más con su penetrante silbido, aunque creyendo que todo su esfuerzo había sido en vano. Pero ¡oh in­creíble sorpresa! El agotado y entristecido padre vio de repente que de una casa de mala vida salía corriendo hacia él la hija de su corazón. ¡Qué encuentro tan conmovedor! El llamado del pastor había dado resultado. ¡La hija extra­viada estaba de nuevo con su padre! La felicidad se había reinstalado en el hogar.

La tierna historia de este padre en busca de su hija ilus­tra la actitud amante del divino Pastor, quien busca sin desmayo al alma extraviada. Y cuando la encuentra, se goza inmensamente y comparte su alegría (S. Lucas 15:1-7). No importa cuán extraviados podamos estar, hasta allí llega el Pastor para cambiar nuestro rumbo.

Él endereza nuestros pasos y corrige nuestra conducta torcida. Nada es imposible para él. Y todo lo hace por amor... Con él, “¡no nos falta n ada!”

UNA RELACIÓN COTIDIANA

Mientras David pastoreaba a sus ovejas, permanente­mente recordaba que él mismo era pastoreado por el Señor. Se sentía unido a él. Estaba siempre consciente de la pre­sencia de Dios en su vida. De ahí que escribiera en prime­ra persona: “El Señor es mi Pastor”. Porque lo sentía como propio. Es como si hubiese dicho: “Dios es mi Pa­dre; no soy huérfano; él está conmigo y se ocupa de mí”. Y esta seguridad lo llenaba de gozo, como lo expresó en otro de sus salmos: “En tu presencia hay plenitud de gozo, de licias a tu diestra par a siempre” (Salmo 16:11).

Al decir “ mi Pastor”, David no hacía más que expresar una relación de intimidad y de pertenencia para con Dios.

¿Cuán personal es la relación que nosotros mantenemos con el Pastor? ¿Lo sentimos individualmente como nues­tro, o apenas como el Dios universal que rige sobre el vas­to universo? Además, ¿cuán constante es nuestra relación con él?

Cierto rey de la antigüedad tenía un hijo, al cual le había asignado una pensión anual. En una determinada fecha del año, el hijo visitaba a su padre y éste le entregaba la suma establecida. Pero al cabo de unos pocos años, el único día que el padre veía a su hijo era cuando éste iba a retirar su dinero. Entonces el rey cambió de proceder, y comenzó a darle a su hijo un poco cada día, lo que él necesitaba para el sustento diario. De esta manera, el joven príncipe debía visitar cada día a su padre.

Esto es precisamente lo que el divino Pastor quiere que hagamos con él. Que estemos cada día a su lado, porque él nos da sus bendiciones en cuotas diarias, y no en una sola entrega anual. De ahí que Jesús enseñó en el Pa­drenuestro a pedir el pan cotidiano , para inducirnos a ir a él cada día, no cada mes o cada año. ¿Con qué frecuencia vamos al Padre? ¿Alegramos su corazón y fortalecemos nuestro espíritu hablando cada día con él?

Nuestro Padre-Pastor se interesa por cada uno de no­sotros en particular. Nos conoce por nombre; sabe qué hacemos, dónde vivimos, cómo nos sentimos; y hasta conoce el número de nuestros cabellos (S. Mateo 10:30). Nada de nuestra vida pasa inadvertido para él. Si esta­mos contentos, él se alegra con nosotros. Si estamos tristes, él mitiga nuestras penas. Si nos sentimos ago­biados, él aligera nuestras cargas. Si el desaliento nos abruma, él fortalece nuestro ánimo.

Cuando el amante Pastor nos encuentra hundidos en el pesimismo o el rencor, nos toma en sus brazos y nos colma de salud espiritual. Su amor no conoce límite, y tampoco su eterno poder para librarnos de cualquier cosa mala. ¡Qué Dios maravilloso! No hay nadie como él. Él mismo declara: “No hay más Dios que yo, Dios justo y s alvador. Ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21). ¿Cómo entonces podría­mos sentirnos tú y yo desprotegidos o desvalidos en la lucha de la vida?

UN BUEN COMIENZO

David comienza sus célebres versos mencionando al Pastor, a Dios. Así también comienza la Biblia: “En el p rincipio Dios”. ¿No debería comenzar así también todo en nuestra vida?

Cuando le damos a Dios el primer lugar, todo comienza y termina mucho mejor. Si frente a cada nueva jornada de trabajo, o frente a cada plan de acción, o frente a cada problema humano pusiéramos primero a Dios –buscando su ayuda y dirección–, ¿no tendríamos mucho más éxito en todas nuestras actividades?

Decir de veras “el Señor es mi Pastor” es declarar que le pertenecemos a él. Es reconocer nuestra propia limi­tación humana, y nuestra necesidad del Pastor omnipotente para vivir en plenitud. Y cuando él nos regala tal riqueza espiritual, nuestra fe se agiganta, y podemos decir con Amado Nervo:

Señor, tú antes, tú después, t ú en la inmensa

hondura de l vacío y en la hondura interior.

Tú en la auro ra que canta y en la n oche que piensa.

Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin fl or.

Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; t ú en todas

las transfigurac iones y en todo el pad ecer;

tú en la capilla fúneb re, tú en la noche d e bodas;

tú en el bes o primero, tú en el be so postrer.

Tú en los oj os azules y en los ojos os curos,

tú en la frivolida d quinceañera y también

en l as grandes ternezas de los años maduros.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «A pesar de todo... ¡No nos falta nada!»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «A pesar de todo... ¡No nos falta nada!» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «A pesar de todo... ¡No nos falta nada!»

Обсуждение, отзывы о книге «A pesar de todo... ¡No nos falta nada!» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x