NO NOS FALTARÁ SU PROTECCIÓN
En los momentos de mayor peligro, cuando nos parece que ha cesado toda esperanza, la protección divina puede jugar en nuestro favor. Él puede protegernos contra una bancarrota comercial, una enfermedad peligrosa, o un accidente que podría resultar fatal. Notemos el siguiente ejemplo.
Un grupo de cuarenta estudiantes estaba de gira artística por el interior del país. Era de noche, y el conductor del ómnibus no conocía muy bien los caminos de esa región. Y cuando llegó a una bifurcación de la carretera, estaba por doblar a la izquierda. Pero en ese preciso instante uno de los jóvenes pasajeros se acercó al chofer, y le indicó que doblara a la derecha.
De inmediato se produjo una violenta frenada, y el conductor pudo doblar a la derecha. Y antes de terminar de dar la curva completa, escuchó que un tren expreso atravesaba la ruta que ellos habrían tomado. Inexplicablemente, aquel estudiante se despertó a esa hora exacta de la noche, y se adelantó hacia el conductor para decirle en el momento preciso que doblara hacia la correcta dirección. De no haber sido así, se habría producido un accidente fatal con la pérdida de numerosas vidas.
¿Quién despertó al joven para que instruyera al conductor, justamente en ese punto del camino? Sólo Dios pudo hacerlo. ¡Cuántas veces él nos protege a nosotros de modo parecido! Y aunque digamos que fue una “casualidad” o una “buena suerte”, en realidad fue la mano del Omnipotente la que nos libró de la muerte o de alguna desgracia de gran proporción.
Haciendo memoria, seguramente tú mismo podrías recordar algún momento de tu vida, cuando el divino Pastor te sacó del abismo, ¿verdad? Sí, él tiene sobrada capacidad para protegernos contra toda especie de mal y peligro.
El salmista expresa este mismo concepto, cuando asegura:
“No te vendr á mal, ni plaga tocará t u morada. Pues a sus ángeles mandará por ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no t ropiece en piedra” (Salmo 9 1:10-12).
¿Notamos de qué manera admirable y sobrenatural nos protege el Señor? Y aunque a veces nos parezca que no recibimos de él todo lo que quisiéramos, igualmente podemos decir con David: “Na da me faltará”. Por alguna carencia que padezcamos, el Pastor nos colma con innumerables bendiciones. Si no fuese así, ¿qué sería de nuestra vida? ¿Qué clase de bienestar podríamos poseer?
VALORANDO LO QUE TENE MOS
Con frecuencia, concentramos más nuestro pensamiento en lo que quisiéramos tener que en lo que ya poseemos. Y así nos excedemos en nuestras ambiciones, nos sentimos insatisfechos, y perdemos la alegría de la vida. Pero sobre todo, perdemos el sentido de la gratitud hacia lo que recibimos cada día del Padre. Como le pasó a cierto empleado bancario, quien un día regresó muy desanimado a su casa.
El hombre tenía la ilusión de que lo ascenderían en su trabajo. Pero no logró el ascenso anhelado. Y al llegar a su casa, le dijo a su esposa: “Soy un fracasado. Otros han conseguido el ascenso, y yo no”. Entonces su esposa le habló comprensivamente: “Tú has logrado que una mujer te ame. Con ella has formado un buen hogar, y ambos somos felices. ¿Cómo puedes pensar que eres un fracasado?” Y tras estas palabras y el beso de su mujer, el hombre se sintió reanimado y agradecido.
¿Solemos valorar lo que tenemos, aunque no sea una gran abundancia material? La salud, el trabajo, la familia, el alimento y el amor que recibimos cada día de Dios, ¿despiertan gratitud en nuestro corazón? ¡Cuán importante es la virtud del contentamiento y del espíritu agradecido! Por eso David, a pesar de sus muchas luchas, valoraba lo que tenía, y llegó a decirse a sí mismo:
“¡Alaba, alma mía, al Señor; y alabe todo mi ser su santo nombre! ¡Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus benef icios!” (Salmo 103:1, 2).
Muchos suelen decir con la canción popular de Violeta Parra, “gracias a la vida, que me ha dado tanto”. Pero en realidad, ¿quién es el que nos da “tanto”? ¿Es la vida en sí misma, o es más bien el Creador y Sustentador de ella?
¿Por qué será que no siempre brota de nuestros labios la palabra de valoración y gratitud a Dios, por todo lo que él nos da? Pensemos en todo lo que tenemos. No importa que nos parezca poco. Igualmente, es bastante, ¿verdad? Y todo proviene del Padre. Parece que Violeta Parra se olvidó de reconocerlo. Porque de lo contrario no se habría quitado la vida, esa misma vida que, según ella, le había dado “tanto”.
En este preciso momento, ¿te está faltando algo en particular? Pídeselo al Pastor con la humildad de la oveja, y con la confianza que él te inspira. Y luego espera; que si es para tu bien, él te lo dará. De todo lo que realmente necesites, podrás decir: “Nada me faltará”.
Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.
–Santa Teresa de Jesús
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