¿Que había pasado allí?
Algo muy simple. Se le envió al organismo mensajes de tal magnitud, que se abrió un mecanismo de defensa para situaciones extremas.
Pero una situación extrema… es justamente eso. Extrema.
No son normales ni permanentes. Son digamos… altamente excepcionales. Y el cuerpo, no fue‚ preparado para vivir, en continuidad bajo esa ansiedad. Y tuvo que explotar.
Primero fue quizá, una acidez marcada.
Luego fue gastritis que derivó en úlcera. Por último colapsó la úlcera por generosidad del cuerpo. Podría haber elegido el corazón, o el cerebro mismo. Y entonces este amigo mío seguramente no habría podido contarme sus penurias.
T —¿Es lo que me está pasando a mí?...
AZ —Quizá sí… quizá no. Vamos a buscar el origen de su mal. Pero no es algo que podamos decidir en esta instancia.
Sí… hay algo muy importante, diría yo… de vital importancia, que no hemos dicho y no debemos pasar por alto.
Si usted coloca la mano en una braza… seguramente algún Neurotransmisor dará la orden ¡Retírela!
Pero en esta maravillosa complejidad que es el cuerpo, usted mismo, con su voluntad… y conscientemente, puede ordenar: ¡La dejo! y habrá liberado un Neurotransmisor que inhibirá la acción del primero, aun cuando la mano sufra un daño irreparable.
¿Y que nos dice esto?
Que la decisión voluntaria, tiene digamos… prioridad, sobre las acciones inconscientes del organismo.
El cuerpo puede decir: ¡Tengo hambre!,
Pero voluntariamente puedo decir: ¡No comeré!.
Un mensaje envía el aviso: -¡Necesito dormir!.
Y una acción consciente puede ordenar: ¡Todavía no!.
De hecho, lo hacemos muy asiduamente...
En el Oriente, sobre todo en la India, los faquires trabajan mucho sobre ello, y logran resultados notables de control sobre los procesos de tipo inconsciente. Disminuyen el ritmo cardíaco, bajan la respiración casi hasta detenerla, controlan el dolor...
T —Se acuestan sobre clavos…
AZ —Monjes tibetanos soportan temperaturas bajo cero casi sin ropas, en estados de meditación y prácticamente anulan su sensibilidad sin que esto produzca daños ulteriores.
T —¡Doctor! No me estará pidiendo que me convierta en Faquir o en monje...
Nunca pensé ser monje… ya tengo demasiado..
AZ —No Tomas. No pretendo eso. Tampoco yo soy Faquir…
Pero es bueno mirar en rededor y aprender de las virtudes ajenas.
Difícilmente encuentre usted un Faquir o un monje estresado. El control de la respiración requiere, básicamente, un estado de relajación física y mental muy grande. Pero por sobre todo, una voluntad… el deseo de lograr ese control sobre los mandatos inconscientes. Y esa es la parte que debemos rescatar.
Sabemos que es posible, porque hay quienes lo hacen.
Sabemos que el cuerpo lo admite, porque conocemos un poquito su funcionamiento.
Y sabemos que funciona, porque los resultados están a la vista.
Lo que nos debemos preguntar es:
¡Si verdaderamente queremos hacerlo!
T —Pero doctor… ¿no hay una pastilla… una inyección… o un caldo de pastillas que me quite esta angustia, este hormigueo que siento en el cuerpo?
Porque le juro… es espantoso…Es cierto un poco lo que usted dice… pero quiero superar esto porque… no doy más…
AZ —Lo comprendo Tomas... y tenga por seguro que entiendo lo que está pasando. Ojalá tuviera en mi poder el medio de sacarle su dolor en este instante. Pero la medicina no es milagrosa.
Solo utiliza técnicas más o menos probadas para estimular una respuesta orgánica.
¿Tantos año lleva la medicina… y no hay un miserable remedio que me alivie?...
AZ —Tomas… el hombre busca consciente o inconscientemente hechos sobrenaturales. Y es un camino errado…
Es cierto que el estudio más o menos sistematizado de las cuestiones médicas viene de hace mucho…
Ya desde Hipócrates, se viene investigando seriamente el cuerpo humano.
T —¿Y quién es el fulano?
AZ —Era un estudioso de las artes médicas… del año 400 más o menos antes de Cristo. Escribió varios tratados y es llamado el Padre de la Medicina. Mucho se ha avanzado desde aquella época. Y es tanto el avance, que hoy se hace imprescindible la especialización.
Pero todavía es muy largo el camino para desentrañar los misterios del cuerpo humano.
Fíjese… que las Endorfinas, sustancias opiáceas, que sintetiza el cuerpo Se han descubierto tan solo hace unas décadas, alrededor de 1970.
Algunas cadenas de estos péptidos, son mucho más poderosas aún que la encefalina o la morfina misma.
El tan famoso ADN, trasmisor de los genes en los seres vivos, pudo identificarse hace apenas 50 años, y aun se lo continúa estudiando.
Las enfermedades llamadas Autoinmunes, como la Artritis, el Reumatismo Deformante, las Mielopatías, la Esclerosis Múltiple, tienen una etiología prácticamente desconocida, es decir... no se conoce su causa…
T —Estamos a fojas cero…
AZ —No. En realidad no. El avance de la ciencia en todos los ámbitos Tomás… es espectacular. Y hasta diría... impredecible.
Debemos sentirnos muy contentos y hasta orgullosos de lo que el ser humano ha logrado.
Pero hay mucho que meditar también sobre esto. Quizá en otro momento.
T —Bueno... pero... ¿me va a dar un medicamento?
AZ —-¡Usted ya está tomando un ansiolítico! … no lo suspenda…
Tampoco se lo voy a cambiar…
Quiero que comprenda bien lo que está sucediendo…
En este mal que usted siente… tenemos un adversario común…
Yo solo… nada puedo hacer. Y aparentemente usted tampoco...
Si queremos derrotarlo… tenemos que trabajar juntos…
Lo que usted siente… y lo que padece su cuerpo… es el resultado de un proceso. No sé cuándo comenzó…
Y revertir esta enfermedad... también es un proceso. Dese tiempo…
Lo primero que vamos a intentar eliminar, es la ansiedad de la sanación. De lo contrario, estamos agregando ansiedad… a la ansiedad.
O lo que es lo mismo, intentamos sofocar el fuego, echando alcohol…
Vamos a reemplazar la ansiedad por curarnos... ¡por la alegría de saber que nos podemos curar!
La ansiedad de lo inmediato…-¡por la satisfacción de lo que podemos lograr en el tiempo!
Y así, como el que se restablece de un estado gripal generó anticuerpos contra esa cepa de microbios, también de esta dolencia, saldrá fortalecido para los días que vendrán.
T —Tomas esbozó una sonrisa un poco forzadamente y dijo:..
dicen doctor… que lo que no mata… fortalece…
AZ —Un poco así.
Los síntomas que usted tiene Tomás... sin duda responden a un estado de stress muy marcado y diría que muestra un cuadro depresivo que no es bueno descuidar…
La transpiración de noche, la falta de sueño, dificultad en la concentración, irritabilidad, el sentido de fracaso, la angustia, acompañada de miedo, todas esas manifestaciones son sin duda el espejo del estado anímico por el que está pasando.
Desgraciadamente son millones y cada vez más, los que padecen esta sintomatología en el mundo.
Podríamos decir que es casi la enfermedad del siglo...
T —¿y todos tienen este mismo síntoma?
AZ —No precisamente. El stress cuando es muy acentuado y se descontrola, deriva indudablemente en algún cuadro de tipo depresivo, y se manifiesta de distinta manera según el individuo. Es digamos… pendular.
Puede presentarse como un estado de hiperactividad, tanto en la actividad como en la iniciativa.
O tomar el otro extremo en que disminuye la autoestima, genera sentimientos de culpa, perturba o bloquea la iniciativa… en fin, hay un espectro muy amplio entre ambos extremos y un sin número de efectos colaterales de naturaleza individual, pero la raíz es la misma, aun cuando se los clasifica para diferenciarlos como Distímicos unos, Bipolares otros, Cuadro Depresivo Mayor, etc.
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