La federación la componemos organizaciones del Frente Amplio: el Movimiento Político Social SOL, que es una organización feminista; Revolución Democrática, el Movimiento Autonomista y la Unión Nacional Estudiantil e Independiente. El programa que postulamos contemplaba estas problemáticas, habíamos visto la necesidad de crear secretarías de género, de cambiar el lenguaje sexista, entre otras cosas, pero claramente la movilización agilizó todo esto.
En la federación somos dos mujeres, las dos feministas, así es que tenemos una participación activa en nuestros espacios de organización. Yo participé mucho en la movilización de mi facultad, de donde era el profesor que había acosado y al que solamente habían cambiado de lugar de trabajo; por esa parte creo que nunca hubo falta de perspectiva de género para ver lo que estaba pasando.
Una de las primeras desigualdades que se sufre
como ser humano es la de género
Yo soy de SOL, que es una organización feminista de izquierda. Más que una organización política, nosotras siempre ponemos por delante el componente feminista, ya que es una de las primeras desigualdades que se sufren como ser humano, por lo que era una de las problemáticas que había que tratar. La mayoría de nuestras compañeras y compañeros que están en SOL levantaron el primer congreso por una educación no sexista el año 2014, y participan en la red chilena contra la violencia hacia la mujer, en la Red Docente Feminista, por lo que es algo que forma parte del carácter de nuestra militancia feminista.
Creo que la educación no sexista debe quitar finalmente los sesgos de género que se han perpetuado a través de la historia. No se puede desconocer que en el tiempo se han determinado ciertos roles para los hombres y para las mujeres, ciertas situaciones que, en la sala de clase, por ejemplo, diferencia el trato entre unos y otros. En mi caso, soy deportista, viví esa diferenciación cuando hacíamos educación física, en un momento nos dijeron «ustedes hagan barra a sus compañeros que juegan a la pelota». Este tipo de cosas va generando una desigualdad que no es propia. Entonces, entendemos por educación no sexista una que elimine ese sesgo que determina ciertos roles.
Este es un movimiento de gente «escuelada»
Concuerdo con la gente que dice que este fue un movimiento elitista. No hay que desconocer que quienes estamos en la universidad es porque tenemos ciertos privilegios que muchas mujeres que viven en el campo o que viven en la pobreza no los tienen, no tienen la posibilidad de llegar a estos espacios. Naturalizan, por lo tanto, muchas prácticas porque tienen que arreglárselas solas. Entonces, claramente esto es un movimiento de gente «escuelada», como diría mi abuela. Por lo tanto, que este movimiento trascienda es bueno; está por un lado la demanda de una educación no sexista y por otro las demandas que levantan las mujeres desde otros espacios. Pero la educación es una de las principales generadoras de estas desigualdades. Desde el jardín infantil se van perpetuando los estereotipos sexistas, que generan la discriminación a las mujeres.
Pienso que hay varias cosas que han vuelto a salir a la palestra y que, de hecho, no fueron consideradas por Sebastián Piñera en la agenda mujer, que son –yo creo– las más importantes: el tema de la equidad salarial, el tema de la paridad y un sinfín de otras cosas que no se consideran. Nuestra misma justicia ha sido sumamente negligente al momento de sentenciar feminicidios. Como vemos, hay muchas cosas que trascienden al ámbito de la universidad y lo que nosotras hicimos finalmente fue generar un espacio más de conciencia. Pienso que muchas decían «lo que viven las chicas en la universidad es muy similar a lo que sucede en mi casa con mi esposo».
La vida de campo tiene factores de género súper determinantes
Nuestra región tiene altos índices de catolicismo, es también una región con amplios sectores rurales, y la forma en que se llevaba la vida de campo tiene factores de género súper determinantes. También la mayoría de los colegios que hay en el sur de Chile fueron levantados por la iglesia católica, y entendemos las divergentes perspectivas que ellos tienen sobre el rol del hombre y la mujer. Por ende, eso marca una diferencia de ese sexismo en la región; o sea, ellos son quienes hasta el día de hoy tienen colegios segregados y quienes no quieren impartir educación sexual. Creo que ese es uno de los factores puntuales de cómo se ha ido perpetuando el sexismo en nuestra sociedad.
Sin embargo, en Valdivia se recibió súper bien la movilización feminista. Creo que las veces que hicimos marchas, tuvimos el apoyo de muchas compañeras de la región. Tuvimos harta visibilidad en términos mediáticos. Nunca se criticó lo que estábamos discutiendo. Se apoyó bastante el hecho de que nosotras no estábamos pidiendo algo fuera de lo normal, sino que, para empezar, pedíamos un resguardo: poder estudiar y andar tranquilas. Creo que también se tomó conciencia de cosas que para muchos eran naturales, pero hoy ya no lo son. Las tallas machistas ya no causan tanta risa como antes: creo que se han dado cuenta de que eso forma parte de la naturalización.
Respecto de mi familia, tengo una mamá que es súper chora; mi papá es evangélico. Pese a eso, él siempre me potenció y me enseñó que nunca me dejara pasar a llevar por ningún hombre. Si yo quería jugar a la pelota y no quería jugar con muñecas, él me dejaba. Mi papá ha sido un evangélico muy particular, siempre tuve mucho apoyo; de hecho, mi papá ha tenido bastantes cambios en el tiempo con respecto a lo que se predica dentro de su comunidad religiosa. Muchos temas que para ellos son tabúes, como el aborto, o las disidencias sexuales, para él ya no son algo en lo que se enfrasque a discutir ni tiene una actitud negativa. Cuando lo acompañaba a su comunidad, sabía cómo se tomaba eso, y hasta el día de hoy sigue igual. El mismo rechazo hacia el aborto; la misma jerarquía siempre pone a la mujer por detrás, o relegadas a las labores del hogar. Pero mi papá siempre fue de la idea de que yo tenía las mismas capacidades que mi hermano.
Creo que hubo una muy buena acogida a la movilización: las docentes y las funcionarias de nuestra universidad apoyaron harto. Dentro de las ganadas, en relación a los objetivos que teníamos, logramos aumentar las capacitaciones, crear un observatorio de género, diversidad y no discriminación para orientar las políticas académicas. Nos propusimos la erradicación del lenguaje sexista, el respeto al nombre social de nuestros compañeros y compañeras trans. Los profesores se tomaron bastante bien nuestra movilización.
También, como parte de las exigencias, planteamos que una vez incorporadas a clases, el primer curso de cada ramo debía abrir una conversación entre el profesor y los estudiantes sobre lo que fue la movilización, qué opinaban los profesores, qué entendían los compañeros. Y creo que eso fue bueno, se ha ido visualizando una menor naturalización de ciertas violencias. Ahora todos miran con ojo más crítico algunas conductas. En los carretes hay muchos compañeros y compañeras que están más atentos y atentas a ciertas situaciones, a la forma de referirte a una compañera, u otras cosas.
Nosotros tenemos un reglamento, no un protocolo. Y en nuestro reglamento se identifica qué es sancionable y que no lo es, y se aplica a la comunidad estudiantil como a la comunidad docente y funcionaria. Entonces, lo que finalmente se pidió es mayor profesionalismo para el acompañamiento; vamos a crear también normas para fiscalizar el cumplimiento efectivo del reglamento.
Me parece que ahora lo que sigue es que esto quede internalizado en todo nuestro sistema educativo .O sea, la educación no sexista es una demanda que venía desde hace mucho tiempo y ahora lo que necesitamos es que todo lo que hemos ganado y generado en nuestras universidades sea parte de la reorganización del sistema educativo.
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