Fuente: Elaboración propia con datos de las actas capitulares del Archivo General de la Nación, Arzobispal de Popayán, cartas de los primeros obispos de Popayán del Archivo General de Indias y de Juan Friede, Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada desde la instalación de la Real Audiencia en Santafé , 10 tomos, Biblioteca Banco Popular 89 (Bogotá: Editorial Andes, 1975).
Los periodos que se muestran fueron definidos a partir de los cambios de las actas capitulares con respecto a la asistencia de capitulares, o su ausencia o la renovación de la planta por promoción eclesiástica. Esto permitió diferenciar la recurrencia de las cinco dignidades en el tiempo de estudio, lo cual demuestra, primero, que fue solo una vez, entre 1621 y 1634, cuando fue posible encontrar a las cinco dignidades de la catedral en las reuniones capitulares; segundo, que las ausencias que más se evidencian en esta planta en ejercicio son las del deanazgo y la tesorería, y que, por el contrario, el arcedianato es el de mayor presencia y sobre el que recae el mayor peso de la administración del cabildo eclesiástico. También se identificó que, por cerca de siete años en una sola persona, el capitular Miguel de Ressa Montoya, recayeron los deberes de la catedral y de su cabildo, quien ascendió de maestrescuela a chantre y deán. Al revisar los nombramientos de prebendados, se denota también la ausencia de designaciones de otros candidatos, posiblemente, por la ausencia de clérigos idóneos, argumento que ya habían señalado tiempo atrás los obispos Vasco Jacinto de Contreras (1659-1666) y Pedro Díaz de Cienfuegos (1685-1690).
Incluso, a partir de la recurrencia en el ejercicio de la prebenda que se expuso en la tabla 5, es posible proponer una periodización en que se exponen los momentos de fortaleza y debilidad de esta corporación; estos periodos están definidos a partir tanto de los cortes generacionales de los capitulares como por algunas sedes vacantes o administraciones episcopales específicas, o por la presencia de un número específico de capitulares en el ejercicio de su prebenda. Estas etapas son:
• De 1548 a 1591, años en que se dan los inicios del cabildo y se denota el tipo de prebendas que necesita la corporación, así como se reconoce que la pobreza de la recaudación decimal impide el sustento de una planta capitular mayor de las cinco dignidades.
• De 1591 a 1621, periodo caracterizado por la presencia de dos fuertes autoridades que trazan el rumbo de los proyectos eclesiásticos de los que carecía el obispado: el deán Juan Montaño y el obispo fray Juan González de Mendoza, enfrentados entre sí, pero figuras que perfilaron las necesidades del obispado. En este periodo se denota la presencia continua de, al menos, tres prebendas en ejercicio.
• De 1621 a 1650, es posible identificar una incipiente estabilización de la planta catedralicia, que fluctúa entre las tres a cuatro prebendas en labores.
• De 1651 a 1660, es la etapa que corresponde a la sede vacante episcopal, de modo que es este cabildo eclesiástico el encargado del gobierno y la administración del obispado. En este corte de años, se mantienen en el cabildo los mismos capitulares (Antonio de Landaeche, Agustín de Olea Salazar, Gregorio Belín de Baños y Pedro de Herrera Gaitán), como muestra de un corte generacional que por veinte años se encargó de los asuntos eclesiásticos payaneses permaneciendo o ascendiendo en las prebendas del cabildo catedral.
• De 1660 a 1688, etapa en que se mantienen de manera oscilatoria cuatro prebendas, es justo la época de mayor estabilidad episcopal por el protagonismo de los obispos de este periodo.
• De 1689 a 1695, momento de crisis del cabildo catedral, el cual en un tiempo prolongado solo tiene un prebendado.
• De 1695 a 1714, etapa de estabilización del cabildo catedral que logra mantener a cuatro prebendados presentes de manera continua en las reuniones del cabildo.
La ausencia de ciertas dignidades en específico muestra a la vez el problema en el cumplimiento de ciertas responsabilidades y labores vinculadas a estos cargos. Por ejemplo, la falta del chantre lesionaba las labores del coro y de la presencia musical en la catedral, y la ausencia de un tesorero incrementaba los inconvenientes en la administración de los dineros que correspondían a la fábrica de la catedral. Esto llevó a que el resto de los prebendados asistentes a las reuniones capitulares asumieran, por ende, compromisos que no estaban adscritos a su cargo. No está de más presentar una conclusión preliminar: la falta de consolidación de la planta del cabildo eclesiástico entendida a partir de las ausencias en el ejercicio del cargo sea por la no designación del rey, por las ausencias justificadas e injustificadas, por las muertes y licencias de los prebendados debió de ser un factor determinante para que proyectos de envergadura e importancia para esta corporación y el obispado, como la construcción de un proyecto catedralicio fuerte o el fortalecimiento de un colegio seminario, no se realizaran con vigor. Ahora bien, frente a una corporación que tiene escasamente lo necesario para funcionar, habría que revisar el rol cumplido por los obispos para mantener la majestad eclesiástica en un obispado y gobernación en que de manera temprana se ve el afianzamiento de las élites conquistadoras en las corporaciones de poder.
Finalmente, se identificó en estos ciclos colegiales que, justo en el periodo que va de 1694 a 1714, se presenta un último grupo de prebendados que muere o es promocionado entre 1714 y 1720, pues se dan las muertes sucesivas del chantre, Bernardo de Hinestrosa Príncipe, en 1715; del arcediano Francisco Antonio de Salazar Betancur, en 1717, y del deán Miguel de Ressa Montoya en 1717, lo cual dio paso a un periodo de renovación de la planta capitular que se fortalece con la llegada de un nuevo obispo, en este caso, Juan Gómez Navas y Frías (1716-1726).
Promoción eclesiástica y cursus honorum: entendiendo la movilidad capitular payanesa
Hablar de promoción obliga a pensar en la circulación de personas, redes, mobiliarios e ideas, y a considerar que esta era una posibilidad de ascenso social tanto para los eclesiásticos como para oficiales reales y militares, presente, incluso, en diversas monarquías, como la española y la portuguesa. 100La Recopilación de las leyes de Indias establecía que la presentación de candidatos para dignidades, prebendas y canonjías era realizada por los obispos y arzobispos de las iglesias indianas, quienes, además, estaban obligados a informar sobre las vacantes de las catedrales y recomendar a los sacerdotes beneméritos de sus episcopados. 101El proceso de elección de un candidato eclesiástico pasaba por el reconocimiento de las vacancias en las corporaciones de poder eclesiástico, la revisión de Relaciones de méritos y servicios y de Informaciones de oficio y parte que contenían la indagación y verificación por medio de testigos de la información brindada por estos documentos, y las recomendaciones de autoridades como prelados, gobernadores, oidores, presidentes de audiencia o virreyes; la elección por parte del Consejo de Indias de una terna de candidatos que se correspondía con el perfil del cargo vacante. Esta terna era presentada al rey en forma de consulta, y era el monarca quien, en definitiva, ejerciendo su responsabilidad como vicario y patrono de la Iglesia católica en sus reinos, tomaba la decisión final y procedía al nombramiento del candidato mediante cédula real.
La consulta del Consejo de Indias termina sintetizando los datos más relevantes del candidato, el documento elaborado sirve como mecanismo de enlace entre el cursus honorum , los méritos y servicios de un candidato, el perfil del cargo vacante, una breve caracterización de quienes tenían derecho al ascenso y la presentación de los candidatos que, a juicio de los consejeros, cumplían con los requisitos para el nombramiento. Estos requisitos que, además, definían un perfil en general estaban referidos a la preferencia de clérigos letrados de las universidades de Lima y México, o de los colegios seminarios, o que hubieran servido ya en las iglesias catedrales de los reinos, o hubieran sido doctrineros de indios y extirpado idolatrías. 102He aquí el porqué de la importancia de las consultas que son la mejor evidencia histórica del ejercicio de poder relacional entre el rey, el Consejo de Indias y las corporaciones eclesiásticas. Hay que mencionar que este documento tiene algunas variaciones en su contenido a lo largo del siglo XVII, pues hay periodos en que solo se presenta la terna de candidatos con los cargos que poseían, mientras en otras se sintetizaban los méritos, los servicios y las recomendaciones de mayor importancia. En este último tipo de consultas, es posible, incluso, saber cuál fue la elección de candidatos para la terna hecha por cada consejero de Indias. 103También fue posible estudiar otro tipo de consultas, que, según Lucrecia Enríquez, 104surgían de las recomendaciones hechas por los obispos, caracterizadas por ser una lista de candidatos, en el caso payanés, del clero secular que podía aspirar al nombramiento en una prebenda vacante en el capítulo catedral.
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