María Rosa es esposa de Ricardo Loguzzo,
Director de Cruzadas de la Asociación Evangelística Luis Palau.
Cada mujer se sentirá
identificada
Por Liliana Radi
Pocas veces puedo dedicar mucho tiempo a leer un libro. Sin embargo, cuando comencé a leer “Collar de Perlas”, me atrapó de tal manera que en algo más de 2 horas lo había leído todo!!
Es que Hilda tiene una manera tan simple y práctica para expresarse, no solamente por su habilidad en comunicarse sino también porque todo lo que está volcado en este pequeño manual de vida es nada más ni nada menos que sus vivencias diarias, sus éxitos, sus tropezones, sus experiencias. No tengo ninguna duda, que cada mujer soltera o casada, con hijos o sin ellos, empleada o ama de casa, en alguna de estas lecturas tan ricas, se podrá sentir identificada.
Porque finalmente Hilda comparte con total transparencia las mismas cosas que cada una de nosotras enfrentamos en el día a día.
Conozco a Hilda hace uno 25 años y todo lo que vuelca en estas páginas ha sido su estilo de vida “sin vueltas”, sin apariencias, sin pretender demostrar o enseñar algo que ella misma no haya experimentado ni probado.
No es tan fácil abordar temas como la fe, la sujeción, el amor matrimonial, la injusticia, el honrar a los ancianos, el desánimo, el mal humor... etc, etc. Sin caer en la rutina y la repetición de bosquejos estudiados y elaborados. Sin embargo, cuando se transmiten reflexiones que salen de una vida deseosa de honrar al Señor y ser mejor cada día, como es el caso de Hilda Laffitte, no deja de animarnos y sorprendernos, al darnos cuenta de que nos pasan exactamente las mismas cosas. Por eso este libro me atrapó. Cada mujer, esposa, mamá, suegra, abuela... es una buena candidata para conocer estas “perlas prciosas que te harán pensar...”
Liliana es esposa del Dr Bruno Radi, llamado a la presencia del Señor en junio 2005. El fue Director Regional para Sudamérica de la Iglesia del Nazareno.
“Admiro la calidad de su vida espiritual”
María José Laffitte de Himitián
Más de una vez escuche esa frase que dice: “Las hijas siempre terminan siendo iguales a sus madres”. Para mí ese es el mejor elogio que pueden llegar a decirme. Mamá es un ejemplo inagotable.
Aprendí a admirar de una manera especial como se maneja en los distintos aspectos de la vida, y es hermoso poder tener un referente, un modelo a seguir.
Admiro su fortaleza, su iniciativa para emprender nuevos proyectos, su capacidad de dar, su creativada. Admiro su matrimonio, aun después de 31 años de casados puede verse en los ojos de ambos el amor profundo que se tienen.
Admiro como se dedicó incondicionalmente siempre a nosotras sus hijas. Si bien hoy ya somos las tres adultas y estamos casadas, sabemos que mamá está siempre ahí al pie del cañón para cualquier cosa que necesitemos.
Admiro la cantidad de amigas que tiene, siempre rodeada de gente que la quiere. Y por sobre todas las cosas admito la calidad de su vida espiritual: mamá siempre supo predicar con su ejemplo, su vida es una constante demostración de lo que Dios ha hecho en su vida. Por todo esto quiero terminar de aprovechar este pedacito de papel para expresar mi profundo agradecimiento al Señor por haberme dado una madre como la que tengo.
María José es la hija “del medio” de Hilda.
“Yo podría escribir un libro sobre ella”
Juliana Laffitte de Mendanha
Escribir sobre mi mamá para su libro, puede suponer de antemano que serán todos elogios. Así será, pero debo comentar antes, que todo, absolutamente todo lo que acá escribiré es de una realidad absoluta, sin nada de exageraciones.
Lo primero que le agradezco, es el haberme enseñado con su ejemplo, el contentarse con lo que uno tiene. Tan claramente lo pude ver en ella, desde que era muy chiquita.
Siempre agradecida con lo que le tocó en la vida, con lo que se ganó con su esfuerzo. Mejorando con todas sus energías, lo que tenía –sigue haciéndolo-, para hacerlo más bello, y lo realiza con tal destreza, que aunque estuviésemos pasando momentos duros, de cambios dolorosos, de no abundancia económica, yo podía verla inventando, recreando, y transformando ambientes –tanto físicos, como espirituales- como una artista impresionante.
La respeto y le agradeceré siempre el haberme mostrado con su ejemplo lo que es amar a un hombre. Me hizo creer que el amor en el matrimonio es lo máximo. Que la rutina puede ser abolida. Que el respeto es lo primero. Que la diversión matrimonial es posible.
Podría escribir yo misma un libro sobre ella. Estoy realmente agradecida a Dios y a la vida por la madre que me ha tocado en suerte.
Cuando yo era muy pequeña, -calculo que tendría 4 o 5 años-, la veía arreglarse, pintarse frente al espejo, y yo creía estar viendo una aparición de tal belleza que no me parecía real.
Es un recuerdo muy vívido. Estaba muy orgullosa de tener una mamá tan linda. Cuando fui creciendo, pude comprobar que esa belleza era un conjunto armónico entre el afuera y el adentro.
Siempre trató con tanto amor, respeto y dedicación dándoles de comer con una gran sonrisa a todos mis amigotes que llevaba a casa en mi adolescencia.
Mi mamá es la mejor.
Juliana es la hija mayor de Hilda.
Estos escritos tienen el respaldo de una vida
Mariví Laffitte
Mamá estuvo y está siempre, en todo lo que necesitamos, ella te responde con el triple de lo que uno necesita, siempre tiene la palabra justa, el consejo que te hace ver las cosas más claras, o el abrazo en el momento que más lo necesitás.
Tengo de mamá una maestra que no solamente enseña con sus palabras sino con sus acciones y su vida cotidiana... En su enseñanza abarca varias categorías, y la más importante de esas es el amor por Dios y por toda la gente.
Desde muy chica advertía en ella su compromiso con el Señor, con la iglesia, con nosotros, su familia.
Siempre me llamó la atención –y me agradó mucho- su gran generosidad. El verbo “dar” sin esperar nada a cambio, figura con letras mayúsculas y luminosas en su vida...
Mamá es transparente, es lo que uno ve, oye, siente. No quedan cosas por descubrir porque ella cuando te habla, abraza, aconseja, deja todo su corazón sin máscaras ni “letra chica”.
Y no tengo ninguna duda que estos escritos están respaldados por una vida... Má, te felicito por este libro y te adoro.
María Victoria es la hija más pequeña, 26 años.
Tan sólo debo esperar la primavera...”
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Amo las plantas. Por eso trato que en mi jardín siempre haya ramas verdes y flores. Hace cuatro años planté una enredadera que era apenas un hilo verde. La regué y la cuidé celosamente, y a los seis meses ya cubría toda una pared. Era realmente hermosa, pues entre el verde oscuro de sus hojas dejaba asomar unas bellísimas campanas de color naranja. Es difícil explicar lo que sentía mi corazón cuando me paraba frente a ella a contemplarla. Hace quince días me visitó un querido sobrino que es agrónomo de profesión: “Tía, es tiempo de poda”, me dijo, “si quieres puedo podar las plantas”.
“Está bien, hazlo”, le respondí como quien pone en sus manos un tesoro. “Él sabe, estudió para eso”, pensé para mi misma y me tranquilicé.
Lo dejé y salí a hacer algunas compras. Al regresar, casi dejo caer una bolsa que traía en mis manos. Me quedé muda, perpleja. Aquella enorme enredadera verde, que cubría una vieja pared, había prácticamente desaparecido. Se había transformado por obra y gracia de una tijera, en desnudos troncos retorcidos y entrecruzados.
Traté de disimular mi asombro y mi tristeza, y respirando hondo le dije: “Creía que cortarías tan sólo algunas ramitas... ¡Estaba tan verde y linda!”
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