Marta Biñasca - Vade Retro
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Todos tuvieron un rostro inexistente al principio y fueron creándose a sí mismos a medida que avanzaba la trama, reacomodándose, reposicionándose.
Todas esas historias creadas del imaginario, dejaron sus huellas y así se las entrego como una parte de mí.
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La nena se asustó al verla llorar
—¿Por qué llorás? –le pregunto preocupada–, ¿te sentís mal, estás triste?¿te ofendí?
—No, corazón, es la emoción que me causó ver esa foto, tan chiquitas y felices, junto a tu abuelita, es emoción y muchos recuerdos juntos que estaban ocultos hasta este momento por alguna razón que desconozco. Tu abuela tenía la risa más linda del mundo y un corazón enorme lleno de bondad.
—¿Querés que descansemos y merendemos algo rico que te alegre el corazón? Abuelita decía que cuando uno está triste, el chocolate hace que fluya la alegría por algo que tiene que no me acuerdo, después te sigo mostrando.
—No, mejor pedimos que nos traigan cosas muy ricas y merendamos aquí mirando las fotos y así me seguís contando
—Siiiiiiii –dijo la niña muy feliz.
Elena se sentía rara, era como ver una vida paralela donde algunas personas vivían por y para ella sin que lo supiera, sin que lo notara, sin que les diera la importancia que hubieran merecido, muchos recuerdos escondidos fueron saliendo a la luz, creándole una encrucijada.
Isabela tenía una historia con cada foto, aprendidas de memoria de la abuela, y parecía disfrutar contándolas tanto como comer chocolate, era como si con eso hiciera que su abuela volviera a su lado con cada recuerdo compartido, sencillamente hermoso.
Pasada la tarde, cuando la madre llamó a la niña para estudiar, Elena llamó al mayordomo y le pidió que le contara en qué condiciones estaba la escuela, él le explicó que la escuela se había hecho en un terreno que donara su padre, por orden de él allí se había edificado una pequeña escuela para que pudieran ir los hijos de los puesteros y de la gente de la zona, pero después se hizo cargo el municipio y como no tenía mantenimiento se fue deteriorando y que el último vendaval la había afectado mucho y el municipio decía no tener fondos por lo cual estaba todo parado, la destrucción era prácticamente total, techos volados, paredes caídas, y prácticamente todo el material didáctico perdido.
—Arreglémosla nosotros –dijo Elena.
—Pero señora eso costaría mucho y usted tiene restringido el uso de su patrimonio
—Bueno, pero nadie tocó mi caja chica para gastos personales, creo que eso alcanzaría para los materiales, busca gente del pueblo que ayuden, formemos un grupo para la reconstrucción de la escuela, gente que quiera ayudar desinteresadamente con la mano de obra para que la escuela pueda volver a funcionar. Organizá todo muy rápido porque los niños no deben dejar de estudiar, terminaran atrasándose.
—Perfecto. ¿Y de cuánto son los fondos de su caja chica?
—No mucho, alrededor de 100.000 euros.
—Bien, señora, ya mismo me encargo de todo, no se preocupe
—Pero no digas que es mi dinero, y asegurate de que la gente que colabore se alimente bien. Si llegara a faltar podría pedirle a Christofer.
—Si señora yo me ocupo, mañana mismo hablo con el contador y arreglamos todo.
El mayordomo salió sonriendo y pensando “caja chica dijo, caja chica, válgame Dios las diferencias abismales en las esferas económicas y sociales son increíbles, pero tiene corazón, pensó en los niños y eso es muy noble, habla bien de ella”.
Para Elena a partir de ahí los días siguientes transcurrían rápidamente entre los informes del abogado que eran muy cautelosos con respecto a los testigos del juicio y las posibles derivaciones y la incógnita de lo que declarara el contador, barajando ahora la posibilidad de que ella declarara también. El mayordomo llegó feliz con la noticia de que el contador le confirmó que no sería necesario el dinero de la caja chica ya que su padre había destinado, desde la donación de los terrenos, una mensualidad como aporte para el mantenimiento del colegio esperando la autorización de construir además un colegio secundario para que los niños siguieran estudiando, dinero que no había sido usado porque las autoridades lo habían impedido alegando que ellos podían hacerse cargo, así que ahora y ante la urgente necesidad de recomponer el colegio y con el cambio de autoridades éstas lo habían autorizado de tal forma que pusieron manos a la obra con la reconstrucción del colegio primario, la construcción del colegio secundario y se hablaba también de la construcción de un pequeño jardín de infantes con guardería para los más pequeños.
La noticia en el pueblo causó mucha emoción y la gente estaba deseosa de ayudar y muy entusiasmada de que alguien hubiera tomado la iniciativa que no tomaban los gobernantes, así que se estaban arreglando las aulas, se cambiaron los techos y poco a poco iba tomando forma, todos ayudando en el horario que podían y muy felices de que los niños volvieran a estudiar cuanto antes. Además, el presidente del club del pueblo como colaboración prestó sus instalaciones para que las maestras dictaran clases allí y los niños no se atrasaran.
Todo eso y las infaltables charlas, juegos e historias de Isabela completaban los días de Elena de manera que se fueron transformando en provechosos. Esas actividades hacían que se sintiera plena, viva y disfrutara de cada momento como no lo había hecho en años.
Una tarde gracias al álbum de recuerdos apareció Matías, el hijo del nuevo jardinero. Isabela y Elena estaban sentadas debajo un árbol para protegerse del sol, charlaban e inventaban historias de cómo sería su vida una vez pasado mucho tiempo, cuando escucharon una voz…
—¿Me dejan jugar con ustedes? Estoy aburrido y por sus risas creo que va a ser divertido… digo… si no les importa que soy varón…
Ellas se miraron sorprendidas, luego Elena sonriente le preguntó quién era.
—Soy Matías, nos mudamos hoy, mi papá empieza a trabajar con los jardines.
—¿Van a hacer el jardín de infantes? –pregunto Inés.
—No… ¡los jardines de flores!
Rieron los tres ante lo ocurrencia.
El padre de Elena había tomado muy en serio la propuesta de ella acerca de la necesidad de un lindo jardín que alegrara los alrededores de la gran casa ya que le darían más vida y color a la propiedad. Recién ese momento Elena entendió por qué los jardines eran exactamente como a ella le gustaban, hasta los mínimos detalles. Matías y Elena se habían encargado de que así fuera y entendió además la fuerza, el amor y la amistad que los unía y que habían mantenido vivos, a pesar de que ella los olvidara cuando empezó su nueva vida lejos de todos y de todo, una vida burda y egoísta que la llevó a estar con gente que interesada solo en el estatus social, pero que se alejaba ante el más mínimo problema, olvidando hasta el nombre.
Isabela seguía contando entre emocionada y divertida. Luego se fueron corriendo hasta el molino para decidir el juego, ganó la rayuela que eligió la abuela Inés porque había llegado primera. Y así pasaron la tarde entre risas y algunas discusiones para ver quién llegaba más rápido de la Tierra al Cielo, pasando todos los obstáculos. También le mostró una foto en la que ella participaba en un festival, estaba vestida con una maya blanca, con con un tutú plateado, el cabello recogido con un rodete sostenido por una red plateada, y zapatillas de punta, también plateadas, al lado de Inés y Matías, quienes habían sido invitados cortésmente por su padre, ambos estaban visiblemente emocionados. Elena recordó que esa noche había conocido al que después fuera su representante y la llevó a París y que esa foto se tomó como referencia para la estatua de la bailarina del jardín de la estancia, esas dos criaturas habían ideado todo según las charlas de amigos, recordándolo todo. Al terminar la historia de la fotografía del día, salieron a caminar por los jardines. Ahora recordaba todo y hasta le parecía escuchar las risas y la alegría de aquellos momentos. Cómo pude olvidar todo esto, se preguntaba. Ella me dejó a su hermosa nieta para que me ayudara a volver.
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