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El Líbero
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Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo.
Ricardo Lagos
El comunismo no cayó con el Muro de Berlín. Esa ideología sigue viva en el mundo, en estados y partidos que se declaran abiertamente comunistas, y en un pensamiento político y cultural que minimiza e intenta borrar los crímenes del comunismo, como si se tratara de una buena idea que coincidió solo accidentalmente con un régimen brutal tras otro, a través de las décadas y los continentes.
Llamamiento por un Juicio de Nuremberg al Comunismo
Índice
Prólogo
I. De la profecía comunista a los regímenes totalitarios
La profecía de Marx
La dictadura del proletariado
Marx y la sociedad total
Lenin y el partido totalitario
Formas de lucha y moral comunista
La revolución bolchevique
II. La dictadura soviética y el pecado original del comunismo chileno
Recabarren y la democracia verdadera
En la patria de los soviets
La negación de la democracia chilena y la dictadura preferible
El mito de la democracia superior después de la caída de la Unión Soviética
III. Contra el partido de Recabarren: Bolchevización y estalinización del Partido Comunista de Chile
Las 21 condiciones de la Internacional Comunista
El asalto al partido de Recabarren
El partido marxista-leninista-estalinista
IV. El partido estalinista en acción: Intentonas insurreccionales y soviets
El viraje hacia la política insurreccional
La sublevación de la marinería y la Pascua Trágica
Soviets y lucha contra el “grovismo”
El levantamiento de Lonquimay
V. El pacto de la vergüenza y el apoyo encubierto al nazismo
La larga complicidad germano-soviética
El pacto y la colaboración nazi-comunista
El derrotismo comunista
Los comunistas chilenos y el apoyo encubierto al nazismo
El enfrentamiento entre socialistas y comunistas
VI. Del culto a Stalin a las invasiones fraternales y el derrumbe soviético
Celebrando al gran dictador
El informe de Jruschov
Tanques soviéticos contra la Revolución Húngara
Aplaudiendo el aplastamiento de la Primavera de Praga
Afganistán: el Vietnam soviético
Polonia: el golpe militar amigo
El Muro y la Casa
VII. El partido insurreccional y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez
De la vía pacífica a la rebelión popular de masas
La insurrección fracasada
El brazo armado cobra vida propia
La historia no los absolverá
VIII. La luz viene del Caribe: Cuba, Venezuela, Nicaragua y el Foro de São Paulo
Cuba: el faro que ilumina
Venezuela: la piedra en el zapato
Otras dictaduras amigas y el Foro de São Paulo
Con los sátrapas nicaragüenses
Epílogo sobre Daniel Jadue y el camino chavista
Referencias
Prólogo
Chile enfrenta un desafío de extraordinaria trascendencia. Una coalición de izquierda radical en la que el Partido Comunista es una pieza clave tiene una posibilidad real de conquistar la Presidencia de la República. No se trata de algo trivial. A diferencia de otros partidos, el Partido Comunista de Chile tiene una larga historia, de la que no se ha distanciado, que lo asocia con ideales y regímenes de corte totalitario que han causado sobrecogedores niveles de sufrimiento y muerte donde han imperado.
La lista es muy larga y comienza con una temprana identificación con la dictadura soviética implantada por Lenin en Rusia, que representará, por más de siete décadas, un ideal de sociedad para los comunistas chilenos. Esa identificación los llevará a una dilatada complicidad con un régimen de terror que hará de la falta absoluta de libertad y la violación sistemática de los derechos humanos una práctica cotidiana. Las víctimas, entre las cuales también se cuentan decenas de miles de comunistas disidentes o simplemente sindicados como tales por la paranoia criminal de Stalin, sumarán millones. Esta complicidad se extenderá también a hechos tan gravosos como el pacto de la vergüenza firmado en agosto de 1939 entre la Unión Soviética y la Alemania nazi; las invasiones fraternales de Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968 por las tropas soviéticas; la invasión de Afganistán a finales de los años 70, que conduciría a una de las guerras imperialistas más siniestras que se conocen; y el golpe militar del general Jaruzelski en Polonia en 1981 a fin de reprimir a los trabajadores que se alzaban contra la dictadura comunista que los gobernaba.
Todo ello y mucho más fue aplaudido entusiastamente por los comunistas chilenos que, además y sin la menor ambigüedad, se pusieron del lado de las dictaduras que impuso la Unión Soviética en Europa del Este. Y cuando cayó el Muro de Berlín y se hundió el régimen soviético, siguieron apoyando a las pocas dictaduras amigas que les quedaban, como las de Cuba, Corea del Norte, Vietnam, Venezuela y Nicaragua.
Por eso es que resulta tan chocante leer declaraciones como las formuladas por el actual secretario general del PCCh, Lautaro Carmona, afirmando que desde su fundación en 1912 “la política del Partido Comunista se consagra en la lucha por las causas democráticas más nobles y libertarias" (Carmona 2020). Nada podría estar más lejos de la verdad.
Frente a un historial de complicidades tan poco edificante, los comunistas acostumbran a replicar que en Chile el partido siempre ha actuado ciñéndose a las reglas democráticas y que, por lo tanto, cualquier juicio sobre su credibilidad democrática debe atenerse a esa evidencia. Sin embargo, esta respuesta, más allá del dudoso grado de veracidad histórica de la misma, elude lo principal. La cuestión decisiva, en especial considerando la posibilidad de que uno de sus militantes llegue a ser presidente, no es lo que el partido hizo o dejó de hacer mientras no detentaba el poder, sino lo que hubiese hecho de haberlo conquistado y haber tenido la posibilidad de realizar sus ideales en plenitud.
Es evidente que se requeriría una dosis extremadamente alta de hipocresía para negar que en ese caso se hubiese implantado una sociedad al estilo soviético, es decir, similar a la de aquel país que el partido consideraba un ejemplo luminoso de progreso en todos los ámbitos de la experiencia humana. Se trata, por tanto, no solo de una complicidad, sino de una identidad de ideales y objetivos que subyace y fundamenta la solidaridad de los comunistas chilenos con las dictaduras de partido único instauradas ya sea en Rusia, el este europeo, el sudeste asiático o el Caribe. Esta complicidad e identidad de ideales aún perdura, como es notorio, en el caso de Cuba, el “faro que ilumina día a día nuestros empeños y esfuerzos colectivos”, como lo planteó el XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile (PCCh 2006).
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