Hoy ha ido Rosa a la compra, que es martes. Me ha pedido que le hiciera una lista y solo me ha traído las cebollas y las aceitunas, el resto ni caso, ni la cerveza, ni el cable para el iPhone, que el que tengo ya peligra, ni el mat para el pilates, que con ese que usas te vas a hacer daño en la espalda, ni la botella de prosecco, para terminar esa otra de Aperol que me mira desde la cocina. Nada. Y luego dicen que somos los hombres los que no sabemos ir al mercado.
Un Aperol spritz necesito tras leer las noticias de Loreto, dos tras hablar con algunos amigos. No sé si tendré suficiente en la botella si le sumo los estados de Facebook de todos mis conocidos del río. En Iquitos hay dos hospitales, el Regional y el de Iquitos. Ayer o antes de ayer se supo que dos médicos y un trabajador de mantenimiento habían sido contagiados por el coronavirus. Como consecuencia, la Emergencia del Regional ha sido cerrada durante cuatro días para su desinfección. Leer las declaraciones del doctor Renzo López al diario La Región hace que salgan llagas. Al cierre de la Emergencia se suma la denuncia de los chanchullos con las pruebas y los laboratorios: «Estos laboratorios ahora pululan por los hospitales de manera escandalosa, lo que se debe averiguar. Se convierte en un pretexto eso de que no hay reactivos, que no hay equipos, todo para, al final, enviar a los familiares de los pacientes a sacar análisis en laboratorios particulares. Todo esto estaría ocurriendo con la complicidad de algunos malos colegas», habló.
La corrupción es un virus que recorre pasillos, caminos, trochas, ríos y quebradas. La corrupción impregna la epidermis de los hombres que habitan los despachos, las ciudades o las comunidades. No hay distinción, mestizos o indígenas son sensibles a los cantos de sirena del dinero fácil. El dinero ha impuesto su lenguaje. La plata solo habla un idioma, el de la plata. No necesito acudir a la hemeroteca para poner ejemplos. No daré detalles, creedme si queréis y si no botad estas palabras al tacho, a nadie le va a importar. En 2016 hubo, si no recuerdo mal, catorce derrames en el entorno del Marañón. No voy a buscar mis notas para aportar credibilidad con fechas y lugares. De uno de ellos que recorrí supe, tiempo después, quién lo cortó, supe quién le pago, supe quién instigó al perpetrador. Todo eso supe y también supe que, igual que yo, todo el mundo lo sabía. Cuando digo todo el mundo, digo Policía, abogados de los pueblos indígenas, representantes de la empresa afectada, líderes de las federaciones... y no pasó nada. Oí después que todos los casos del 2016 fueron archivados porque la Fiscalía declaró que no tenía medios para investigar. Fui a visitar aquel mismo año otro punto donde el ducto expulsaba crudo y me cruceé con el fiscal. Venía acompañado de la representante de la empresa, dejadme ser vago, los que sabéis de qué hablo sabéis poner nombres, y los que no, no los necesitáis, los hechos en sí son suficientes. El fiscal me dijo que ya había levantado acta conforme a lo que la señora representante de la empresa petrolera estatal le había explicado. Al año siguiente César Villanueva presidió en el Congreso una comisión para investigar los derrames y con nombres, apellidos y RUC denunció que extrabajadores de la misma petrolera estatal habían constituido empresas que ganaron contratos millonarios para hacer labores de limpieza y remediación para las que no estaban homologadas. César Villanueva está ahora en la cárcel, tras haber sido Primer Ministro, por actos de corrupción de cuando era gobernador de San Martín y se dejó alcanzar por el largo aliento de Odebrecht. Esperaba la lancha otro día para salir de la comunidad y el familiar de un vecino contratista me explica cómo hay apus que cobran a las empresas hasta cuarenta mil soles por permitirles trabajar en sus comunidades. Lo peor es que cobran mil soles a sus vecinos por ponerles en la lista para obtener un trabajo con ellas.
Sigo leyendo la prensa. Richard Rubio, de AIDESEP, la asociación de los pueblos indígenas de la Amazonía, declara: «Muchas organizaciones con sus propios medios han tenido que cerrar sus carreteras. En el caso de Loreto, las lanchas, pongueros y deslizadores siguen transitando, y siguen yendo a las fronteras, llevando pasajeros, es decir, no hay un control. De ahí nomás nos da una idea del por qué del alto índice de infectados en Loreto». Escribo a las comunidades por donde paso y me confirman que no están dejando desembarcar a nadie, pero ven pasar embarcaciones, algunas con alcalde y todo, no se sabe si huyendo de la pandemia o haciendo visitas protocolares.
El Peruano titula en letras grandes «El gobierno está preparado para enfrentar la parte más difícil de la pandemia». ¿Lo está Loreto? ¿Lo está el país?
Las fotos del día son de archivo, de parte de lo que hablo, que no es sino una mínima parte. Ya le dedicaré otra crónica o alguna más. Una cuarentena entera no sería suficiente para intentar explicarlo y que se entendiera. Si yo soy el primero en darme cuenta de que no entiendo nada.
16
jueves 9 de abril
casos confirmados: 914
muertes: 17
Lo bueno es que quedaba Aperol, y pude comprar prosecco; lo malo, que se acabó. Si ya era difícil seguir el orden de los días con el confinamiento y distinguir entre feriados y laborales, hacerlo con feriados extra ya es como hacer la declaración de la renta con ábaco. Recuerdo cuando era autónomo en España como me enfadaba con los puentes y festivos. Una semana con puentes eran dos semanas de retraso en cualquier trámite administrativo, pero podía pasar que mientras los demás lo disfrutaban, a mí justo me tocara trabajar y normalmente me comía un marrón, uno de esos trabajos que nadie quiere hacer. Leo ahora en los muros de los amigos autónomos españoles lo mal que lo están pasando sin poder trabajar, y teniendo que pagar la cuota que viene a ser de casi mil soles mensuales. Igual, más, no me pidáis exactitud. En España la Seguridad Social es como aquí, una superintendencia que se ocupa tanto de la atención médica, como de la gestión de las pensiones. Por eso la medicina es universal y gratuita y de bastante calidad. O eso creíamos. Que tenemos un ejército de profesionales de la salud ante los que quitarse el sombrero a diario por su abnegación, profesionalidad y sacrificio no es más que repetir lo que están demostrando a diario. Que tenemos una nómina de políticos que desde hace años y desde trincheras del PP o del PSOE vienen legislando para que sabe dios quiénes ganen su dinerito limpiamente, lo digo yo y lo sabe cualquiera que no se beneficie del sistema. Un sistema que permite casos como el que hoy leía, de una enfermera, dos años trabajando en el mismo centro y 137 contratos. ¿Por qué? ¿Para qué? Para que esos que tienen amiguitos en los despachos o pueden subir a la cafetería del Congreso a tomarse un gintonic por cuatro euros se ahorren tener que pagar a sus curritos vacaciones, festivos, horas extras... Esos a los que se les presenta como los pilares de la sociedad y que se reúnen en torno a siglas como CEOE, CEPYME o acá, en Perú, CONFIEP, cuya presidenta ha alzado la voz para reclamar al gobierno que se pueda despedir en lote y de inmediato.
Para qué seguir, si todos sabéis de qué hablo.
Prometí hablar de algunos amigos. De Cuco, de François, de Inma. A ver si soy capaz de acabar esto con una sonrisa.
Fui a ver a Cuco y llevarle yogur, polen y propóleo. Qué cosas me pides, cuando se te acabe la cerveza a ver dónde la busco, y encima me detendrán y a ver cómo lo explico. Que está mayor y con achaques, que no sale, pero tengo mi jardín, pero ya sabes que la casa no es mía, y aquí estoy pintando, mira, he empezado este, sigo con aquel. Nos sentamos en el jardín. Me habla de la confianza que tiene en la resiliencia del pueblo peruano, de todo lo que tuvo que pasar cuando el terrorismo, cuando Alan García, que nada de esto es nuevo. Él es artista, y bueno, se fue a Brasil con edad de delito y estudió allí arte, volvió y vivió los años de los que nadie habla, o al menos yo no encuentro novelas que se desarrollen en ese ambiente, por eso me siento y escucho. Leo quejas y reivindicaciones de artistas que reclaman apoyo a los políticos. Lo entiendo, pero creo que si hay un colectivo acostumbrado a los altibajos, más bien a los bajibajos, es el de los artistas, con ingresos irregulares, con necesidad de invertir continuamente en recursos para generar nueva obra, teniendo que decir sí cuando quería decir no y con dudas cuando quería decir sí. Cuco desde luego no se queja.
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