Pero me iría mejor quedar hacia las 20
Ya me dices!
Si de algo me había servido separarme era para volverme más decidida a la hora de pasar a la acción. Me había visto en la necesidad de tomar decisiones sola de nuevo… y en lo que a hombres se refería no pensaba quedarme en la duda continua si, de entrada, me parecía alguien interesante. Total, ¿qué era lo peor que me podía pasar? ¿Que no me gustase? ¿Que no le gustase? Pues perfecto, así ya lo sabía.
Ok.
Dime dónde te recojo
Concho, demasiado bonito. Y le ha puesto acento al “dónde”.
A ver con qué tara viene la criatura… Porque todos venimos con alguna de serie…
Le dije a Marta que me llamara a eso de las diez por si el tío resultaba ser un pesado. Era una llamada “trampa” para tener una excusa y largarme de manera poco violenta, o sea, para no tener que decirle “Oye, mira, no te lo tomes a mal, pero no me gustas nada y ya me quiero marchar”. Al final todos tenemos nuestro corazoncito y me parecía menos violento para mí y para él decírselo al día siguiente con un mensaje… menos violento, sobre todo para mí.
…
Hoy quizás directamente en la cita le diría que no hay feeling.
Muchas gracias por tu tiempo, pero me piro ya. Adiós.
Aunque cruzando los dedos para que la otra persona no pronuncie el temido ¿por qué? Llevo fatal tenerme que justificar.
Bueno, realmente hoy no sé qué haría: una tiene días para todo y me permito cambiar de opinión.
…
Estaba excitada.
No era mi primera cita después de separarme, pero quedar con alguien que te gusta siempre te pone algo nerviosa. Yo lo vivía como cuando me comía un Peta Zetas de pequeña: tenía la sensación que me saltaban chispas por dentro.
No sabía qué ponerme. Me apetecía lucirme pero a la vez ser discreta… para dejar trabajar a la imaginación…
Aquella semana se había empezado a notar ya el calor, y pensé lucirme en un vestido color verde cocodrilo (me gusta más llamarlo verde cocodrilo que verde militar) de tirantes, escotado y largo hasta el tobillo. Y lo combiné con unas bambas blancas, para desenfadar el look.
La primera vez que recuerdo haber visto la combinación falda-con-bambas fue en la serie Luz de luna, a la protagonista, Maddie. Me encantaba aquella serie cuando era niña. Me sentía muy yo en aquel vestido-con-bambas.
Adrián llegó puntual. Aparcó encima de la acera para saludarme y nos dimos dos besos de cortesía.
—Vamos. He pensado en ir a un local con una terraza muy chula, no muy lejos de aquí.
Me pasaba el día organizando la casa, los niños, comidas… así que estaba encantada de que me llevasen y dejarme sorprender, sin tener que pensar yo en nada.
Adrián era de conversación fácil y muy agradable.
La conversación, su voz, el entorno… aquella cerveza me supo a gloria. Se notaba que los dos estábamos muy a gusto.
—Conozco una pizzería a dos minutos. ¿Te parece si cenamos algo juntos? Yo tengo hambre.
No me imaginaba nada mejor en aquel momento. Me apetecía mucho seguir mi cita con él ¡y me encanta la pizzaaaaaa!
Una cena para enmarcar. Se notaba que había química entre los dos y el vinito ayudó lo suyo.
Cuanto más hablaba Adrián, más me gustaba.
Se había divorciado hacía tres años y tenía dos hijos también. Se dedicaba al sector inmobiliario y vivía en una casita a unos veinte kilómetros de Barcelona.
La llamada de Marta sonó puntual a las diez, pero colgué. Le envié un SMS:
Todo ok.
Al acabar la cena, caminamos hasta el parking donde había dejado el coche. Sacó un paquete de caramelos mentolados y se metió uno en la boca. Me ofreció y acepté. Pensé que siempre podría ayudar si nos dábamos un beso… Me apetecía mucho besarlo, la verdad.
—¿Sabes para qué van muy bien estos caramelos?
Parecía una pregunta de Trivial.
—¿Para despejar la nariz y suavizar la garganta? —contesté inocente.
—Jajaja. Supongo que también sirven para eso.
Se paró, me miró y esbozando una sonrisa contestó, susurrándome al oído: —Para hacer sexo oral.
¡Glups! Esto no me lo esperaba.
Un comentario directo y provocador.
—Tengo un vale para una noche de hotel en el Where, que está aquí al lado. Suelo quedarme cuando no me apetece conducir… Estoy pensando que igual te podía enseñar la habitación antes de llevarte a tu casa…
Vamos, de indirecta, nada…
¡Estaba todo calculado! ¿Llevaría a todas sus citas al hotel? ¿Quién tiene vales de una noche de hotel? Yo no… bueno, sería una reserva de esas por horas… y qué más da… en el fondo la idea me encanta…
Me miró fijamente, como pidiéndome permiso, mientras su cuerpo se acercaba al mío. Me empujó suavemente hasta que mi espalda quedó apoyada en el lateral del coche. De nuevo una mirada que buscaba aprobación… Acerqué mi cara hacia él. Sentí sus labios primero y su lengua después, bailando con la mía, con calma, con gusto. Nos besamos con muchas ganas unos minutos.
Su cuerpo pegado a mi cuerpo. Empezaba a sentir cómo crecía su pene pegado a mí…
Llevé mi mano abierta a su entrepierna, apreté con cuidado y acabé el beso para decirle al oído que no llevaba condones…
—Pero yo sí —contestó.
—Bien. Entonces vamos —dije sonriendo.
Yo era todo Peta Zetas de la emoción, aunque mi cabeza también hacía de las suyas:.
Voy a tener sexo con un tío que acabo de conocer hace tres horas, se va a pensar que eres una descocada… él y todo el mundo…
Ya, pero yo no tengo sexo con cualquiera que conozco… él me gusta y me apetece… y lo importante es lo que pienso yo… lo que siento yo…
Además, lo conocen en el despacho, no es tan “desconocido”…
Él va a pensar lo que quiera, igual que el resto del mundo…
Todo el día pensando en lo que los demás pensarán de mí. ¿Y yo?
¿Qué pensaré de mí si no hago lo que quiero?
No es culpa mía lo que los demás piensen de mí, es cosa de ellos, bastante tengo yo con entenderme a mí misma.
Soy adulta, me apetece y “creo” que no me importa lo que piensen de mí.
¡Fin de esta conversación!
Hasta la música que puso en el coche me gustó.
Aparcamos delante del hotel y nos acercamos a recepción a buscar la llave de la habitación.
—Aquí tiene, caballero.
Me miró sonriendo, me cogió de la mano y fuimos al ascensor.
No sé si notó que estaba temblando.
Aunque estaba excitada y con ganas, mi cabeza seguía ocupada en varias cosas a la vez:
¿Estaré a la altura? ¿Y él? ¿Cómo hará el amor?
Te parece que el sexo solo se hace de una manera hasta que lo haces con otras personas. Como las recetas de cocina: siempre te sorprendes al probar la misma receta hecha por otro…
El ascensor tenía las paredes transparentes y unas luces rojas verticales. Subió hasta el piso 9.
Al entrar en la habitación me condujo caminando mientras nos besábamos hasta la cama donde me dejé caer.
Se encargó de desnudarme, ágil pero con mimo, y de mirarme de arriba a abajo como quien admira con gusto el objeto que ha escogido. Sonreí al escuchar un soplido de excitación cuando me puse de espaldas.
Luego se quitó la ropa él, y entonces lo admiré yo: creo que es el tío más musculado y mejor depilado que veré nunca.
Yo nunca he sido una persona atlética, y ver su cuerpo tan estupendo me hizo dudar de mi desnudez…
Quizás le gusten las tías más fibradas, o más deportistas o más jóvenes o qué sé yo…
Vale sí, puede ser, pero ahora mismo está aquí contigo y te está besando a ti… así que deja de pensar…
Se sentó detrás de mí en la cama y pegó su cuerpo al mío. Sentí su pecho caliente en mi espalda y su falo erecto también. Sin dejar de besarme retiró mi pelo hacia un lado dejando mi cuello y mi nuca dispuestos para ser besados. Los besos en mi cuello me daban escalofríos y me ponían la piel de gallina y los pezones duros. Lo comprobó al agarrarme los pechos con ambas manos para jugar con ellos, mientras me seguía besando.
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